"Me atrevería a decir que muchos museos del mundo no reúnen una sala como esta". Habla Miguel Falomir, director del Museo del Prado, y no se refiere a la número 12, la más emblemática de la pinacoteca y dedicada a Diego Velázquez, sino al nuevo rostro de la antesala a la Galería Central, un pequeño espacio que desde este 6 de junio enfrenta piezas únicas como La Anunciación de Fra Angelico, hipnotizante tras su restauración, y El Descendimiento de Rogier van der Weyden. Ambas están escoltadas por los retratos de Adán y Eva de Durero e introducidas desde el espacio anterior por la escultura de un Carlos V desnudo, que ha perdido la armadura.
Así arranca el nuevo recorrido expositivo que desde este sábado y hasta el próximo 13 de septiembre el Museo del Prado ha ingeniado para volver a mostrar sus obras maestras tras casi tres meses de cierre —el segundo más largo de su historia después de la Guerra Civil— por la pandemia del coronavirus. La novedosa e inédita organización de la colección permanente, bautizada como Reencuentro, es un paseo abrumador, una concentración en un puñado de salas de los mayores tesoros artísticos que conserva la pinacoteca nacional; una metamorfosis obligada que permite hitos y "diálogos memorables", como los Saturnos de Goya y Rubens que casi se tocan y salpican la sangre de sus víctimas.
En total, la muestra se compone de unos 250 cuadros, de los cuales 190 han sido recolocados en paredes que habitualmente no son las suyas. Es el caso de dos de las obras más ilustres del pintor aragonés: Los fusilamientos y La lucha con los mamelucos, que confrontan ahora sus bélicas escenas en la misma sala donde sobresale La familia de Carlos IV. Tres de los lienzos más contemplados del Prado que ahora entran en el mismo rango de visión del visitante. Una disposición exclusiva y posible tan solo por la reducción de aforo a la que ha obligado el Covid-19: 1.800 personas al día cuando antes de la pandemia la asistencia era de media cinco veces mayor.
"Queríamos que quien venga al museo durante este periodo tenga una experiencia absolutamente inolvidable", resalta Miguel Falomir. "Podíamos abrir solo unas salas, pero de esa forma traicionaríamos nuestro espíritu de permanente superación. Nunca hemos visto el Prado como ahora y probablemente nunca más lo vayamos a ver así. Quien lo vea guardará en su memoria este montaje totalmente excepcional. Sabemos que hay yonquis del Museo del Prado y les hemos preparado un antídoto" o de Los borrachos.
El nuevo recorrido está articulado en torno a la Galería Central, donde la mirada va saltando entre lienzos de El Bosco, El Greco, Tiziano o Rubens —también se cuela aquí La rendición de Breda— y se ha querido hacer un guiño a la disposición primigenia del siglo XIX. En la sala de Velázquez, el sancta santorum, también se registran reencuentros extraordinarios: por primera vez desde al menos 1929, Las meninas y Las hilanderas cuelgan en el mismo espacio, al lado de un "emocionante retablo" de los bufones del pintor sevillano.
El montaje cuenta con bajas sensibles, obras de arte que deberán permanecer unos meses más a la sombra, como El jardín de las delicias, que al ser muy delicado y de gran tamaño se ha optado por dejarlo en su sitio; gran parte de las Pinturas Negras de Goya —suyos se exponen 50 de los 122 cuadros que posee el Prado— o El fusilamiento de Torrijos. A pesar de la obligada criba, la pinacoteca ha decidido incluir varias telas de las pocas mujeres artistas que discurren por su colección: los retratos realizados por Artemisa Gentileschi y Sofonisba Anguissola, dos bodegones de Clara Peeters y el león feminista de Rosa Bonheur.
Medidas sanitarias
La institución cultural reanuda así su actividad, calculando unos siete millones de euros de pérdidas —el 70% de sus ingresos proceden de la venta de entradas— por los dos meses y pico de cierre, y con la incertidumbre sobre cómo será la nueva normalidad de los museos de todo el mundo. ¿Volverán las escenas de aglomeraciones de gente y codazos delante de una obra? Una pregunta para la que no hay respuesta actualmente, pero ante la cual Miguel Falomir ha lanzado la idea de un posible aforamiento permanente que hasta ahora no parecía barajarse.
De momento, quien quiera regresar a las salas del Prado deberá adquirir una de las 1.800 entradas diarias a través de la página web —las taquillas permanecerán cerradas—, indicando el día y la hora de la visita. Alrededor de ochenta personas irán entrando por la puerta de Goya cada media hora. Si bien este primer fin de semana el acceso será gratuito, hasta el 13 de septiembre el precio del ticket se reducirá un 50%. El horario seguirá siendo el habitual: de 10 horas a 20h de lunes a sábado y de 10h a 17h los domingos y festivos.
El uso de mascarilla será obligatorio a lo largo de toda la visita, así como la toma de la temperatura corporal a la entrada. Quien presente 37,5º o más no podrá citarse ni con Goya ni con Velázquez. Habrá señales que indiquen el recorrido, pero no se contará con tiempo límite para contemplar los cuadros, que se podrá hacer en grupos familiares o de amigos de hasta cinco personas. Por último, la pinacoteca ha modificado los circuitos de ventilación y circulación del aire para que este sea de máxima calidad y el riesgo de contagio sea mínimo. Un nuevo Museo del Prado seguro y sorprendente.