Una de las mayores crisis de la Monarquía Hispánica fue la Guerra de los Ochenta Años. La división entre los Países Bajos y el rey Carlos V, que se acentuaría con Felipe II posteriormente, era cada vez mayor. El calvinismo había triunfado en Flandes y el monarca español, firme garante de la vertiente católica, no podía tolerar la libertad de culto bajo su imperio.
La firma de la Paz de Westfalia en 1648 fue un paso importante para la finalización de la contienda. La República de las Provincias Unidas fue reconocida como estado independiente y conservó muchos de los territorios que había conquistado durante los últimos compases de la guerra, a la vez que España quedaba debilitada ante los demás estados europeos.
Cuatro siglos han pasado desde el conflicto flamenco y el Museo del Prado, en el marco de la celebración de su bicentenario, presenta “Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines”. La exposición, disponible desde el 25 de junio hasta el 29 de septiembre de 2019, exhibe un ambicioso proyecto —con el patrocinio de la Fundación AXA y la colaboración especial del Rijksmuseum de Ámsterdam— sobre la pintura holandesa y española de finales del siglo XVI y del siglo XVII.
“La unidad de la pintura de Occidente es uno de los grandes hechos que hacen manifiesta la unidad de la cultura europea”, escribió una vez Ortega y Gasset. En este caso, pese a las diferencias que puedan tener las obras mitológicas de Velázquez, los retratos de Rembrandt o la forma de trazar la luz de Vermeer, lo cierto es que los tres pintores barrocos tienen mucho en común.
Según el comunicado del Prado, los estudios nacionalistas del siglo XIX y principios del XX "concedieron gran importancia a lo que cada nación tenía de diferente, y se extendió la idea de que esas diferencias se manifestaban en el arte". De esta manera, afirman que dicho punto de vista "minimiza los rasgos comunes que comparten los artistas europeos".
El historiador de arte Miguel Ángel Cajigal, divulgador cultural y miembro del Consejo Internacional de Museos —organización encargada de la promoción y preservación del patrimonio cultural—, comenta a EL ESPAÑOL que la gran desemejanza entre Rembrandt y Velázquez es que el español pintó para el rey. En cuanto a Vermeer matiza que fue un artista poco reconocido en su época y que pintó durante muy poco tiempo, puesto que murió a los 43 años de edad.
"No obstante, tienen muchos elementos parecidos", declara Cajigal, quien destaca que los tres artistas pertenecen a la misma época y a un barroco similar. España y Países Bajos, separadas por una guerra, tuvieron un arte común. Los tres pintores se inquietan por representar la realidad. Además, en palabras del historiador, "Rembrandt y Velázquez son los mejores retratistas del barroco". Es por ello que la huella que han dejado en sus respectivos países es tan importante. Mientras que el Museo del Prado se centra en Las Meninas, el Rijksmuseum lo hace en La ronda de noche de Rembrandt.
Por su parte, existe cierto parecido entre la Alegoría de la pintura de Johannes Vermeer y Las Meninas de Diego Velázquez. En ambos cuadros, donde predominan las sombras y la profundidad, aparecen los dos autores —el español mirando al público y el holandés dándole la espalda—. "Plasmándose en el cuadro están defendiendo su profesión", considera Cajigal. Esa idea de autoafirmarse en los lienzos que pintaron también está presente en Rembrandt y en sus incontables autorretratos.
Así, el Prado ha hecho una recopilación de sus obras con la intención de hacer reflexionar al visitante de los rasgos que unen a los países que una vez estuvieron enfrentados por la guerra: "Los artistas cuyas obras se muestran en esta exposición no expresan en ellas la esencia de sus naciones, sino que dan voz a ideas y planteamientos que compartían con una comunidad supranacional de creadores".
Hasta 72 obras componen una de las exposiciones más ambiciosas del museo español. De Rembrandt (1606-1669), la muestra incluye seis óleos. Entre ellos, Autorretrato como apóstol San Pablo, Retrato de hombre viejo o Judit en el banquete de Holofernes, mientras que de Vermeer (1632-1675), son dos, El geógrafo y Vista de casas en Delft. Contrapuesta a esta última, cuelga Vista del jardín de la Villa de Médici en Roma, de Velázquez.