Es una de las más importantes colecciones privadas europeas creadas en las últimas décadas y acaba de salir a la luz pública en el Museo Bellas Artes de Bilbao, gracias a su nuevo director Miguel Zugaza. El antiguo responsable del Museo del Prado trabajó con Alicia Koplowitz en el Patronato del Museo del Prado, donde disfrutó de su “discreción” y su “apoyo”. Pero su “extraordinaria sensibilidad y calidad humana” la ha descubierto trabajando con sus obras de arte. “Cuando conocí la colección in extenso me quedé literalmente deslumbrado por la belleza que reclamaba esa constelación de obras de arte”, asegura el director.
El mismo día en que Jaime Botín es condenado a cuatro años de cárcel por delito de contrabando de bienes culturales, por sacar de España el cuadro de Picasso Cabeza de mujer joven, el museo vasco abre sus puertas a la colección privada de la empresaria de 65 años. En total son 90 obras, entre pinturas, dibujos y esculturas de arte español, europeo y norteamericano, del siglo XVI al XXI, de una colección desconocida que reúne obra de, precisamente, Picasso, Juan Gris, Miquel Barceló, Modigliani, Rothko, Bacon, Warhol, Twombly, Giacometti, Louise Bourgeois, De Kooning, Van Gogh, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Zurbarán, Goya, Canaletto, etc.
Es llamativa la notable ausencia de mujeres al otro lado del cuadro. No como objeto, sino como sujetos. A pesar de ello, el museo destaca la “especial sensibilidad hacia la iconografía femenina” de la colección. Para Zugaza, nos encontramos ante una colección donde la presencia de la mujer y lo femenino es “hegemónica”. Porque se suceden los mitos clásicos como Afrodita, Ónfala, Dafne o Aracne, porque la colección “es un desfile de épocas por las más diversas formas de representación de la mujer”. A pesar de este énfasis femenino en la lectura de la colección, sólo hay dos obras de artistas entre las 90 incluidas: Louise Bourgeois y Agnes Martin. Una nómina escasa en proporción.
Escudo protector
El recorrido, comisariado por Almudena Ros de Barbero, destaca la búsqueda personal de la belleza de la coleccionista. Es más, ella misma reconoce en el texto del catálogo, que “la colección tiene que ver mucho con mi biografía”. El arte significa para ella “un escudo protector de los distintos avatares de la vida” y le ha enseñado a “explorar vías desconocidas de mi interior, vías que fui descubriendo a través de cuadros, esculturas, muebles, objetos y cualquier cosa que fijaba mi atención”.
Para Alicia Koplowitz, “el coleccionista es aquella persona que trata de hacer perdurar los distintos hitos de su vida a través de las piezas que va guardando”. “Desde las humildes colecciones hasta las más fabulosas y deslumbrantes, pienso que todas tienen ese sentido”, explica la presidenta del Grupo Omega Capital. La protagonista de la exposición ha preferido evitar a los medios de comunicación en la presentación de la muestra. Se sirve del texto del catálogo para indicar que se inició el coleccionismo a los 17 años, que a los siete visitó el Museo del Prado y le impresionó Las Meninas, la “misma emoción que se repite hoy cada vez que contemplo esa obra de arte”.
Cuenta que ha vivido ilusionada en la formación de su colección, durante más de 30 años, “y así convertir buena parte de mi patrimonio en algo que pudiera ser conservado y compartido con los demás”. Sin embargo, es en la exposición del Bellas Artes de Bilbao cuando exhibe por vez primera sus joyas artísticas en público, gracias a la invitación de Miguel Zugaza.
Explica que cada obra comprada le ha “producido siempre algún tipo de emoción”. “Incluso, a veces, una buena dosis de emoción. Esta exposición es el resultado de esas emociones, pasiones y recuerdos inolvidables que han sido y son parte de mi vida”, escribe. Desde muy pequeña sintió una enorme atracción por el arte, asegura. Incluso de adolescente acudió a una academia en el paseo de Recoletos, en el último piso del Café Gijón. “Lugar de reunión de los artistas y escritores de la época. Quería hacer la carrera de Bellas Artes”.
Arte millonario
La comisaria de la exposición asegura que la labor de mecenazgo de Koplowitz incluye encargos directos a algunos artistas, como Richard Serra, “con los que incluso mantiene lazos de amistad”. Además, aclara que se trata de una colección española y el gusto español está muy presente, sin olvidar “el carácter internacional”.
Cuenta Ros de Barbero que la coleccionista ha seleccionado para la portada del catálogo la obra de Picasso Cabeza y mano de mujer (1921). También se incluye Demi-nu à la cruche (1906), del mismo período que la que trataba de vender Jaime Botín en el extranjero. “Se trata de una obra pictórica de carácter escultural, del período clásico de un gran artista español de reconocimiento internacional, quien, asimilando el pasado, abrió nuevos caminos al arte en el siglo XX”.
Para Francisco Calvo Serraller, la colección es la huella de la personalidad de su autora, que, “con una modestia nada incompatible con el esfuerzo material sin límite”, ha dejado impresa en la obra reunida. “La senda del arte debe ser personal e intransferible, una cualidad tanto más apreciable cuando el mercado del arte se ha cebado durante los últimos tiempos en su impersonal rentabilidad financiera”. Si el arte no es un producto, sino la vida misma, la que se expone aquí es millonaria.