La Plaza de Bolívar es a Bogotá lo que la Puerta del Sol a Madrid: un centro neurálgico de poderes legislativos y jurídicos -y en el caso de Colombia, también religiosos- que, durante largos años, se ha erigido como escenario o trampolín de la vida pública, porque ahí se congregan los manifestantes para gritar sus consignas libres del runrún del tráfico. Pero esta semana la plaza ha guardado silencio. Por respeto, por dolor, por hartazgo: en un acto de protesta en contra de la guerra civil que se ha prolongado más de 50 años, sus baldosas se han dejado cubrir por una mortaja blanca que recogía casi 2.000 nombres de víctimas del conflicto.
La gigantesca obra -de hasta 7 kilómetros- se hizo en sólo una semana: se titula Sumando ausencias y ha sido edificada por más de 100 voluntarios. La idea de este duelo, este homenaje y esta reivindicación ha sido de la artista Doris Salcedo, y llega justo en el momento en el que el país afronta el rechazo al acuerdo de paz con las FARC que habría puesto fin a la guerra. Salcedo entiende el arte como cicatriz: la escultora colombiana no ha abandonado nunca la óptica política que le imprime a sus trabajos.
La visión del dolor
Y la visión política de Colombia es, a fin de cuentas, la visión del dolor de la gente. Ella construye a través de una lente tras la que observa a un país maltrecho, deshilachado. Es especialmente conocida por su obra Shibboleth 2007 -más de un año para construirla, más de cinco meses para instalarla-, con la que cavó una grieta de 167 metros de largo en el suelo de la Tate Modern.
Cuando se le preguntó qué profundidad tenía la fisura, la artista respondió, enigmática: "No tiene fondo. Es tan profunda como la humanidad". En esta ocasión tampoco se ha quedado corta. Son más de 2.350 las piezas de tela -que simbolizan sudarios, envoltorios de cadáveres- las que visten las piedras de la plaza. Los nombres de las víctimas han sido estampados -cosidos- por voluntarios.
Son más de 2.350 las piezas de tela -que simbolizan sudarios, envoltorios de cadáveres- las que visten las piedras de la plaza
Cada día, los implicados -que van siendo más- se tumban en la mortaja, como descansando al lado de unas víctimas que también podrían ser ellos. "Las cenizas son simbólicas: pueden ser arrastradas por el viento o pueden significar resurgimiento", dice María Belén Sáez de Ibarra, curadora de Salcedo, que es conocida por diseñar instalaciones que evocan duelo, pérdida, ausencia y recuerdo. "Estos nombres, sin embargo, son algo concreto y tratan de recuperar a todos aquellos que han padecido la guerra en Colombia". La artista pretende que el conglomerado de telas suponga una "bandera-mortaja".
"El acto de coser cada tela también supone un acto de reparación, una voluntad de tejer nuestra propia paz, algo que es especialmente importante en este momento de incertidumbre", sostiene la promotora. Desde el "no" de Colombia a la paz, decenas de miles de colombianos se han manifestado para exigir el acuerdo. Un grupo de activistas pacifistas llegaron a acampar hace dos semanas en la Plaza. Cientos de marchas se han celebrado en ciudades de todo el país.
Quién es cada víctima
Sergio Jaramillo, de la comisión de paz del gobierno, que ha estado más de cuatro años negociando con las Farc, se unió a los voluntarios de la Plaza de Bolívar para añadir sus propios puntos de sutura a las telas. "Esto es extraordinariamente importante", declaró. "Porque esta imagen despierta un férreo sentimiento de paz en los colombianos". Juan David Sánchez, un estudiante de periodismo, declaró a The Guardian que había participado en la instalación para ayudar a sensibilizar a los colombianos urbanitas -que han salido medianamente ilesos de la guerra y que, en gran medida, han votado "no"-. "Es una manera de arrastrar la guerra más cerca a aquellos que no la han vivido", aseguró.
El chico sostenía un trozo de tela en la mano mientras hablaba. Rezaba "Palomino". "No paro de preguntarme quién era esta persona, por qué ha sido víctima, cuál era su historia". El trabajo de Salcedo sigue centrándose en honrar y recordar a las víctimas de la guerra. Nativa de Bogotá, ha empleado en más ocasiones la Plaza de Bolívar para sus manifestaciones artísticas: en 2002, honró a los damnificados de la toma del Palacio de Justicia de 1985 con una performance. En 2007, colocó 24.000 velas en la plaza como acto de protesta después de que once políticos regionales secuestrados por las FARC fueron asesinados durante su cautiverio.