Cuenta el publicista Alejandro Fernández Mejías (Las Palmas de Gran Canaria, 1989) que en 2012 llegó a Madrid y descubrió, medio asqueado, que no le gustaba la ciudad. "Estaba en el metro diciendo 'qué estoy haciendo... he terminado la carrera y estoy aquí por el dinero'". Prefería volver a algún lugar con costa, a la Málaga en la que había estudiado o a su isla natal. "Entonces me di cuenta de que justo estaba escuchando Money, de Pink Floyd", recuerda, un tema que le parece "la mejor descripción que he escuchado nunca sobre la relación entre el ser humano y su invento más peligroso".
Pensó en escribir la letra de la canción en billetes y soltarlos por ahí, para que siguiesen su curso lógico de mano en mano, "pero era becario y no podía permitírmelo", ríe. Su intención era recordar que todos esos billetes y monedas que entran y salen de nuestros bolsillos no son más que piezas de papel y metal, "piezas cuyo valor hipotético ha sido asignado por un Sistema que no comprendemos del todo pero del que dependemos por completo".
Capitalismo y amor
Un sistema por el que filtramos absolutamente toda nuestra vida. Un sistema que canjea lo que somos en lo que podemos ser -según lo que tengamos-. Un sistema que orienta lo que comemos, a dónde vamos, la ropa que vestimos y hasta a quién amamos. "Claro que el capitalismo interviene en las relaciones personales: tu círculo viene marcado por tu estatus social, y éste por tu nivel adquisitivo", sostiene Fernández Mejías. "Seguro que hay un montón de gente con la que conectarías mil veces mejor que con tus compañeros de universidad o de trabajo... pero se mueven en otros ambientes".
El creativo trata de subrayar que el dinero es siempre el medio y nunca el fin, que es su valor ficticio el que cambia nuestra percepción sobre él. Por eso en #LyricMoney quiso devolverle al papel con el que se hacen los billetes su uso primigenio: la escritura. "Para marcar la separación entre el objeto físico y el concepto que éste representa, haciendo que nos cuestionemos de nuevo o por primera vez, qué es realmente o qué no es el dinero", detalla.
Pink Floyd era perfecto para esto: cantaba a esa sensación tan humana de querer apartar el dinero de nosotros para ser más libres y, a la vez, quererlo más y más cerca -para ser más libres también-. Ahí cuando dice "dinero, vete" y "dinero, vuelve". Porque hay una libertad aislada, interior, casi budista, que nos desprende de todo y nos enseña que en la capa final está lo que importa.
Money, de Pink Floyd, habla de esa libertad del placer inmediato, esa libertad glotona que se luce: "Creo que me voy a comprar un equipo de fútbol"
Pero hay otra libertad material -libertad del placer inmediato, libertad glotona que se luce- que es la que nos inserta en el sistema y nos hace bucear y disfrutar de él, sin introspecciones. Esta canción se refiere especialmente a la segunda, aunque irónicamente: "Consigue un trabajo mejor pagado y estarás bien; el dinero es excitante, agarra la pasta con ambas manos y haz una fortuna: coche nuevo, caviar, sueño despierto con cuatro estrellas: creo que me voy a comprar un equipo de fútbol". Y continúa: "El dinero es un acierto, no me vengas con tonterías. Soy un viajero habitual de primera clase y creo que necesito un jet privado".
Dinero nómada
¿Por qué pintar el dinero y no destrozarlo? Fernández Mejías lo pensó, pero al informarse descubrió que podía enfrentarse a represalias legales. "Por lo visto se considera bien público", cuenta. El poder económico es necesario, claro, pero rematadamente vulgar. Esto último se nos olvida constantemente. Igual que su condición ambulante: "Hemos dejado atrás hasta la idea de que su naturaleza es nómada, y que no sirve de nada obsesionarnos con retenerlo a nuestro lado, por mucho que la vorágine nos empuje a ello", relata.
"Es curioso, ¿no? Todos somos un poco avaros últimamente, y eso le quita sentido al capitalismo, que se basa en que la rueda siga girando". Para su proyecto usó 55 billetes: 31 de 20€, 17 de 10€ y 7 de 5€. Todos ellos sellados con el hashtag #lyricmoney, para que cualquier persona que se lo encontrara pudiese acceder a todas las piezas del proyecto introduciéndolo en un buscador online. Hasta que fuesen billetes de 20, 10 y 5 euros tiene un sentido: "Como la intención es llegar al máximo de personas posibles, he elegido los billetes que más circulan".
El publicista señala que no es "exactamente" un proyecto anticapitalista o, al menos, que no es tan crítico como reflexivo. Eso sí, reconoce que le parece "innecesario" el "invento del dinero" para vivir: "Antes, en sociedades más pequeñitas, en las que se vivía con el intercambio, el simple trueque, iba bastante bien. Hasta ese momento iba bien", sonríe. "Sé que me gusta vivir como vivo, tener lo que tengo y el avance de la sociedad occidental, y sé que eso va a rebufo del desarrollo capitalista económico, pero soy afortunado por trabajar en lo que quiero. Algunos hemos tenido oportunidades de tener trabajos más vocacionales, pero hay gente que, por depender del dinero, se ve obligado a dedicar su vida a algo que le frustra".
¿Comunismo hipócrita?
Y es cierto -recuperando la letra de la canción-, que ese "reparte equitativamente, pero no toques mi tarta", suena a crítica del comunismo, a declaración de hipocresía. ¿Lo ve él así? "No creo que sea hipócrita, sólo peca de idealista, de de infantil, de utópico", opina. Y cuenta el chiste en el que dos comunistas están repartiéndose los bienes: "Si tenemos dos coches, uno para mí y otro para ti" y así con varias cosas hasta que llegan a las vacas. "Entonces uno dice 'eh, eh, no, cuidado, que las vacas sí que las tengo... y eso no se comparte'", guiña.
Y es cierto -recuperando la letra de la canción-, que ese "reparte equitativamente, pero no toques mi tarta", suena a crítica del comunismo, a declaración de hipocresía
Aún le quedan 23 billetes por gastar. Los va dejando en comercios cada vez más pequeños, porque una vez, haciendo cola en el Banco de España, vio que muchos empresarios llevaban billetes desgastados y escritos para cambiarlos: "Me da la sensación de que si me lo gasto en el Corte Inglés, lo van a separar del montón y lo van a llevar allí a que les den uno nuevo, y que si lo gasto en una cafetería o en la tienda del barrio, va a tener más movimiento en la calle". Y la rueda sigue girando.