Esta es la historia de un mecánico en paro que vive desde hace dos años con la única ilusión de determinar si aquel cuadro que compró por 700 euros en una web francesa de ventas de segunda mano cambiará el rumbo de la historia del arte. Ahmed Ziani vive en Villeurbanne, una comuna a las afueras de Lyon. Cuando se puso en contacto con el anunciante, un hombre de Willgottheim (Alsacia), Ziani sólo quería llegar a fin de mes sin la soga al cuello. Este mecánico cobra el RSA (Revenu de Solidarité Active), una ayuda que el gobierno francés aporta a las personas sin ningún tipo de ingreso. Con poco más de 500 euros al mes, Ziani empezó a buscar formas alternativas de ganar un sobresueldo, y la compraventa de cuadros hallados en mercadillos y en ventas de garaje se le antojó práctico.
Cuando regateó con el vendedor el precio de la obra, de 96 cm de ancho y 76 cm de largo, Ziani pensaba que se trataba de un paisaje sin firma. En un primer momento, su ojo de amateur de arte le llevó a creer que se trataba de una pintura del artista de Avignon Claude-Joseph Vernet, del siglo XVIII. Pronto anunciante y comprador se pusieron de acuerdo: Ziani pagaría 700 euros y el cuadro llegaría a su casa dos días más tarde.
Fue entonces cuando su hijo de 11 años, contemplando la adquisición que el padre se disponía ya a revender, dio con unas letras escondidas entre una de las matas de hierba, algo de difícil comprobación para la vista cansada del mecánico. Cuando Ziani alcanzó la lupa no fue la firma de Vernet la que halló, sino las siete letras que ritmarían su obsesión y sus anhelos hasta hoy mismo: “A. Renoir”. La firma, casi ilegible en un lienzo castigado por el paso de los años iba además acompañada de una significativa fecha en la vida del impresionista francés: 1864.
Cuando Ziani alcanzó la lupa no fue la firma de Vernet la que halló, sino las siete letras que ritmarían su obsesión y sus anhelos hasta hoy mismo: “A. Renoir”
En esa época, el nombre de Renoir no despertaba a su alrededor ni una ínfima parte del éxito que suscitaría una década más tarde. Todavía faltaban 12 años para que el artista francés trajese al mundo Baile en el Moulin de la Galette, su obra más célebre.
Fraude fiscal
Los archivos permitieron a Ahmed Ziani saber que un jovencísimo Auguste Renoir, que acababa de abandonar la Escuela de Bellas Artes donde se codeó con artistas como Monet o Bazille y tuvo por profesores a Ingres y Flandrin, expuso dos de sus obras en el Salón de París de 1865. Se trataba del retrato de su también amigo William Sisley, que hoy duerme en el Museo de Orsay, y una pintura bautizada Soir d’été de la que se desconoce todo tipo de detalle. Desde la talla, hasta la supuesta apariencia. Eso sí. El cuadro existió y así consta en el Instituto Nacional de Historia del Arte (INHA) que mantiene a Soir d’été en su lista de obras de arte desaparecidas.
Desde aquella primavera, Ziani ha tratado de llamar la atención del Museo de Orsay en numerosas ocasiones. La respuesta es siempre la misma. Siempre sorprendente: “Señor, no tenemos derecho a decirle si se trata de un Renoir o no”. Así lo relata el mecánico a este diario. También confiesa haberse informado sobre las prácticas artísticas a mitad del siglo XIX. “Parece que en esa época, disimulaban sus firmas para no pagar impuestos”. En aquella época, Auguste Renoir apenas tenía recursos.
Desde aquella primavera, Ziani ha tratado de llamar la atención del Museo de Orsay en numerosas ocasiones. La respuesta es siempre la misma. “Señor, no tenemos derecho a decirle si se trata de un Renoir o no”
Cuando el mecánico dio la vuelta al cuadro para examinar posibles pistas sobre su origen, encontró tres cifras: 22, 26 y 28. Escritos a mano, estos números corresponden al registro de la obra. Por si la historia no contase ya con su toque de suspense, los Archivos de Museos Nacionales informaron a Ziani de la pérdida de todos los registros posteriores al año 1853, por lo que las cifras que podrían haberle dado el pasaporte a un hallazgo histórico pronto se convirtieron en seis garabatos inútiles.
Ahmed Ziani confiesa que lo más frustrante ha sido ver cómo las instituciones han ignorado sus mensajes durante los últimos dos años. “Escribí a Guy Congeval, presidente del Museo de Orsay cuando empecé a tener indicios de que esto podía ir en serio, y jamás me contestó”, lamenta. Lo mismo sucedió cuando intentó ponerse en contacto con un conservador de la misma institución. “Lo que me parece inadmisible es que esas personas reciban un sueldo del estado y no respondan al pueblo. El museo de Orsay no es suyo, es de los ciudadanos”, asegura.
Puesto que los índices que animaban al francés a continuar esta batalla por la autenticación de su tesoro han ido multiplicándose con el paso del tiempo, Ziani continuó invirtiendo en su hallazgo. “No estoy loco”, dice al teléfono. “¿Usted cree que si no hubiese visto pistas lo suficientemente contundentes habría invertido todo lo que tenía? Y no lo hago por mí, lo hago por el pueblo, y por Renoir. Me sentiría bien sólo con que reconocieran su trabajo al pintar ese cuadro, y el mío de los últimos dos años”.
No estoy loco, dice al teléfono. “¿Usted cree que si no hubiese visto pistas lo suficientemente contundentes habría invertido todo lo que tenía?
Geográficamente, el paisaje parece representar el acantilado de Veneux-Nadon, cerca del bosque de Fontainebleu donde los artistas de la época solían hacer bailar al pincel. Renoir se alojó a escasos kilómetros de allí cuando apenas tenía dinero, en Bourron-Marlotte, en el albergue de la madre Anthony. De hecho, su obra El cabaret de la madre Anthony data de esa misma época, concretamente en 1866.
En números rojos
“Los primeros expertos me dijeron que buscase ese paisaje en el extranjero, fuera de Francia”, cuenta Ziani. Un buen día, una mujer a la que Ziani no conocía le hizo llegar un libro antiguo, firmado por un periodista y crítico de arte, Maximilien Gautier. En él, queda constancia de que Renoir realizó el cuadro Soir d’été en Bourron-Marlotte. “Yo siempre lo supe. ¿Cómo iba Renoir a pintar a los 23 años en el extranjero si no tenía nada de dinero? No empezó a viajar hasta 1882”, dice. “Es que he comprado muchísimos libros de Renoir para aprender más sobre sus viajes, y los lugares donde estuvo, por eso lo sé”, justifica Ziani. “Y estoy convencido de que el cuadro representa una partida de pesca”.
Además de fantasear con la historia que podría rodear a Soir d’été, Ziani también se ha centrado en detalles palpables: el marco Dubourg, la finura del lienzo que Renoir solía utilizar o el baño de color blanco con el que el impresionista barnizaba el soporte antes de comenzar a pintar. El hombre cree firmemente en un giro de acontecimientos digno de película.
El Ciram, un laboratorio especializado en análisis y autoría de objetos de arte, en Burdeos, no ha hecho sino reforzar la creencia del lionés al garantizarle que la obra comprada por internet databa de 1860
El Ciram, un laboratorio especializado en análisis y autoría de objetos de arte, en Burdeos, no ha hecho sino reforzar la creencia del lionés al garantizarle que la obra comprada por internet databa de 1860, y que algunos de los pigmentos hallados en ella también habían sido detectados en otras pinturas de Auguste Renoir. Tal es la obstinación de Ziani en confirmar sus sospechas, que ha utilizado todos sus ahorros en escuchar la voz de expertos en arte, a los que ha recurrido en los dos últimos años, dejando su cuenta a cero. Sólo para obtener la datación del cuadro desembolsó 25.000 euros.
En los últimos días, Ahmed Ziani ha alzado la voz en la prensa para hacer saber que su falta de recursos económicos le impedirá continuar esta lucha en solitario. En un arrebato de genialidad (o de oportunismo), la start-up Lumière Technology, especializada en el estudio de las obras de arte, se ha ofrecido a realizar un análisis exhaustivo del supuesto Renoir, que llevará a cabo gracias a una máquina multiespectral, capaz de observar una a una cada capa de pigmentos y comparar después el resultado con otras creaciones auténticas del genio impresionista.
“La historia de este señor me ha conmovido”, cuenta a EL ESPAÑOL Jean Penicaut, cofundador de Lumière Technologie. “Si nadie le ayuda, durante el resto de su vida pensará que le han robado su idea, su historia, y que lo han hecho porque no tiene la misma cultura que las personas que nos dedicamos a esto, o porque las instituciones le han considerado ignorante”, explica. Por su parte, Ziani ha reiterado en varias ocasiones que, de comprobarse sus sospechas, su único deseo sería ver su cuadro junto al retrato de William Sisley, en el Museo de Orsay.
O bien es un Renoir o que no lo sea en absoluto, pero si nadie ayuda a este hombre, que ha gastado todo lo que tiene en intentar averiguar la verdad, nunca lo sabremos y él seguirá con su frustración
Penicaut todavía no ha visto el cuadro. “Hemos quedado en examinarlo la próxima semana. Él vendrá de Lyon a París con su cuadro”, dice. “O bien es un Renoir o que no lo sea en absoluto, pero si nadie ayuda a este hombre, que ha gastado todo lo que tiene en intentar averiguar la verdad, nunca lo sabremos y él seguirá con su frustración”. El cofundador de esta start-up asegura que ha ofrecido su ayuda desinteresada, porque le emocionó ver el entusiasmo de Ziani y la relación inusual que éste había creado con el arte gracias a esta obra.
Secretos en peligro
Asegura además que su start-up está en medida de resolver con su tecnología el enigma que ha quitado el sueño a este francés en paro. “Tenemos una cámara con una definición de 240 millones de píxeles. Ya hemos hecho esto antes”, explica. “Fuimos capaces de determinar que bajo la falda blanca del cuadro Las viejas de Goya se esconde un perro, porque pudimos analizar cada capa de pintura con nuestra tecnología”. Lumière Technologie también se encuentra detrás del análisis que realizaron a La Gioconda, determinando que bajo la célebre imagen se esconden en realidad tres creaciones, en tres capas distintas.
Fuimos capaces de determinar que bajo la falda blanca del cuadro Las viejas de Goya se esconde un perro, porque pudimos analizar cada capa de pintura con nuestra tecnología
Penicaut lamenta que Ziani haya batallado contra la arrogancia institucional y con expertos que, a su parecer, se han aprovechado de la pasión del lionés, guiándole hacia su certeza a cambio de elevadas sumas de dinero. “Hay que respetar las hipótesis y, sobre todo, a las personas que se interesan en el arte, sea cual sea su clase social. Este señor piensa que tiene un Renoir en su granero, y nosotros vamos a decirle si eso es así, o no”, dice.
“Cuando nos veamos la semana que viene, detallaremos su cuadro con esta cámara que inventamos hace más de diez años”. Explica que esto les permitirá en un primer momento dividir la capa en 1.660 imágenes, que podrán después estudiar minuciosamente y llegar al fin a la firma que sirvió de primera pista al mecánico. “En cualquier caso, sea cual sea el resultado, lo importante es que este señor vuelva a Lyon teniendo claro que su combate no ha sido estúpido”, lanza.
Noticias relacionadas
- Japón condena a una artista por inspirarse en su vagina
- Max coloca un tripi en la cabeza de El Bosco
- Ira ultracatólica contra el éxtasis de Santa Teresa
- El arte vence a la posguerra y el museo entra en la dictadura
- “Los toreros son psicópatas”, el arte se rebela contra los toros
- Jackson Pollock antes de la gran eyaculación