Las relaciones entre el Museo del Prado y Patrimonio Nacional han mejorado tanto que cuesta distinguirlos. Alfredo Pérez de Armiñán fue puesto al frente de la institución real el pasado noviembre -en sustitución de José Rodríguez-Spiteri-, para acabar con el enfrentamiento entre ambas por los depósitos de los Boscos y refrendar la paz. Hoy se firma una nueva capitulación a favor de la pinacoteca: la exposición El Bosco en El Escorial, mínima y exquisita, ubicada en dos estancias del Monasterio donde Felipe II recibía las obras de una de sus obsesiones favoritas (El Bosco) cederá en un mes al Prado el Cristo con la cruz a cuestas (1505-1507).
La gran apuesta de Patrimonio para conmemorar el V centenario de la muerte del pintor holandés se presenta con una herida de nacimiento. “La obra más importante de El Bosco en Patrimonio Nacional”, según Pérez de Armiñán, saldrá de las estancias del Monasterio con rumbo a las salas del Prado, que abrirá en mayo El Bosco. La exposición del centenario. A cambio, la pinacoteca le entregará para cubrir el hueco dos tablas de las Tentaciones de san Antonio, del círculo del pintor, ni siquiera del taller.
El Presidente de Patrimonio Nacional asegura a este periódico que el interés artístico de las celebraciones de 2016 debe centrarse en la exposición del Museo del Prado, esa es la prioridad. Alfredo Pérez de Armiñán tampoco cree que la exposición que ahora inaugura la institución que preside quede descapitalizada con la salida del Cristo con la cruz a cuestas, para reforzar la muestra temporal del Prado.
Complementarias, no contradictorias
Tanto Miguel Zugaza, director del Prado, como José Pedro Pérez Llorca, presidente del patronato del Prado, daban su visto bueno al aperitivo descafeinado del año Bosco, cuyo protagonismo estará centrado en el Paseo del Prado. Muy lejos de la residencia en la que permanecieron cuadros y tapices. “El Monasterio de El Escorial tiene un protagonismo especial”, explica José Luis Díez, director de las Colecciones Reales y Reales Sitios de Patrimonio Nacional. “No tiene sentido descontextualizar las colecciones de los Reales Sitios. Si no se tiene la experiencia de la visita de El Escorial no se entiende a El Bosco”, aclara para subrayar la importancia del contexto histórico original.
“Esta es su casa. El verdadero sentido para ver El Bosco es aquí, en el Monasterio”, añadió Díez. Una declaración que choca con la ofrecida por su jefe minutos antes: “Ahora, El jardín de las delicias y la Mesa de los 7 pecados capitales, están en su contexto artístico más apropiado”. Entonces, ¿para el presidente su sitio es El Prado, para el director el Monasterio de El Escorial? “No. Las obras salieron de aquí en 1936 y se quedaron en El Prado, porque las principales colecciones holandesas se encuentran allí”, cuenta el presidente.
También puntualiza que si bien, en origen, El jardín de las delicias y la Mesa de los 7 pecados capitales, están ligadas al Monasterio “de forma indiscutible”, una cosa es “lo histórico” y otra “lo artístico”. Es decir, El Prado se queda con lo artístico. “A cada uno lo que le toca”, sentencia Pérez de Armiñán. El presidente del patronato del Prado lo explica a este periódico con el refranero en mano: “Cada mochuelo a su olivo y cada olivo a su mochuelo”.
Si no es El Bosco, no importa
Quizá por todo ello Patrimonio Nacional ha preferido centrar la atención en la excepcional restauración que ha hecho Maite Dávila del Tríptico del carro de heno (1510), una versión del taller del Bosco de la obra que se conserva en El Prado. Tampoco parecen las estancias más apropiadas para mostrar los cuatro magistrales tapices creados en Bruselas, inspirados en obras del pintor, de los que se desconoce cómo llegaron a las colecciones reales. Las dimensiones del “catálogo” o guía de sala con grapas, es una buena prueba de la magnitud con la que se valora esta muestra puesta en marcha por el anterior presidente de Patrimonio Nacional y ejecutada por el actual.
Además, quisieron enfatizar que las conclusiones de la investigación del Bosch Research and Conservation Project (BRCP), que dejan sin firma de El Bosco a La tentación de san Antonio Abad y La mesa de los pecados capitales, no restan importancia a las obras depositadas en El Prado. “Nos da igual para valorar esta obra. Todo el mundo que ha estudiado los talleres del siglo XVI sabe que la relación entre los ayudantes y el maestro es armónica y conjunta. Están a sus órdenes. Por lo tanto, para nosotros es igualmente importante que la Mesa de los pecados capitales sea mano de taller que del Bosco, porque la idea es del Bosco. La concepción creativa es El Bosco al 300%”, asegura José Luis Díez, que explica que no hay concepción de autoría antes del siglo XIX.
Alfredo Pérez de Armiñán coincidió: “No es determinante la atribución. No es un asunto capital en obras de esta época, cuando el contexto artístico era muy diferente. La atribución de una pintura es una discusión interminable, y las conclusiones de los historiadores nunca son definitivas”.