Antonio Escohotado, liberal libertario
Liberal libertario, o mejor, por orden cronológico, libertario liberal, pues tal fue la evolución de Antonio Escohotado, fallecido este domingo (¡en Ibiza!) a los ochenta años. Escohotado fue un joven libertario que devino en liberal con el paso de los años, paso de los años que le afectó sólo relativamente, pues le encajaba aquello que, al parecer, le dijo Picasso a Cela: "Desengáñate, cuando se es joven, se es joven para siempre".
En esta España que –dicen- no acepta bien a quien hace varias cosas y se escapa de las definiciones fáciles, Antonio Escohotado quedará asociado a su larga cruzada a favor de la legalización de las drogas. Pero hizo y escribió muchas más cosas, llevado de un vitalismo (la razón vital, en la línea de Ortega, fue su primera adscripción filosófica) y una curiosidad intelectual sin fronteras, cualidades que podían llevarle, en opinión de sus detractores, al puro intrusismo intelectual.
Diríamos que fue sonada (pero no, lamentablemente no fue sonada, lo que suelen sonar son cosas menos interesantes) su polémica con el físico Antonio Fernández Rañada cuando Escohotado publicó el libro Caos y orden, ganador del premio Espasa de ensayo, y aquel le reprochó no entender los conceptos físicos que utilizaba.
Intrusismo intelectual o, como diría un castizo, echao p’alante; lo cierto es que Escohotado tocó varios palos moviéndose entre la filosofía, la sociología, la historia, la ciencia y la religión. Pensaba que "la metafísica del siglo XX, excepto Heidegger y Jünger, está hecha en los departamentos de Física Fundamental, por gente como Einstein, Schrödinger o Feynman; ellos hacen filosofía, no Wittgenstein ni Reichenbach", como sostuvo al presentar la reedición de su ambicioso tratado Realidad y substancia.
La ambición de los proyectos abordados –una Historia general de las drogas o la genealogía del colectivismo que es su trilogía sobre Los enemigos del comercio- era una de las características de sus trabajos. Aunque quizá alguno de los aludidos detractores pensaran a este respecto lo que Jack Nicholson de Kubrick, que ser perfeccionista no es lo mismo que ser perfecto. Sí fue pionero en el estudio de las drogas, y su citada Historia general de las drogas quedará como una obra básica y de referencia, en la que defendía que el peligro está en la ignorancia. Uniendo teoría y praxis, le añadió el epílogo Aprendiendo de las drogas: usos y abusos, prejuicios y desafíos, basado como debe ser en la propia experiencia.
Su 'Historia general de las drogas' quedará como una obra básica y de referencia, en la que defendía que el peligro está en la ignorancia.
Esos títulos pertenecen a la que podemos llamar etapa libertaria de Escohotado, el joven que –cuenta la Wikipedia- quiso alistarse en el Vietcong y pasó la mayor parte de la mili en el calabozo. Era entonces una muestra nacional de la contracultura que florecía en los campus norteamericanos (Luis Racionero sería otro ejemplo), donde escritores como el novelista Ken Kesey (Alguien voló sobre el nido del cuco) experimentaban con drogas para conocer de primera mano su efecto en la obra literaria.
Como filósofo (fue profesor de Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED) fue seguidor de Hegel, al que dedicó su tesis doctoral y consideraba su "maestro total, la gran luminaria", pero achacándole que su obra y la interpretación que de ella se había hecho llevaran a una subjetivización de todo. Escohotado quería recuperar lo que la Idea tiene de Naturaleza, de objetividad, no sólo de conciencia. Y sostenía con Nietzsche que "se han acabado las excusas para la sumisión humana".
Otros dioses filosóficos tutelares suyos eran Aristóteles, Spinoza o Kant. Y coincidía con el joven Marx en el realismo, en hacer el camino de vuelta del sujeto al objeto. Ya en esos años 80 y 90 buscaba o intuía lo que estaban dando de sí la física y las matemáticas en manos de estudiosos como Prigogine o Mandelbrot. Y el paradigma que dibujaban le venía al pelo al libertario Escohotado. Veía en él que la irreversibilidad y el desequilibrio implican la autoorganización. "Y si la autoorganización es útil en química para crear polímeros ¿por qué no va a serlo para la sociedad? Lo real es caótico y por eso es creativo", decía. En otras palabras, espontaneidad contra voluntad, o iniciativa privada contra previsión.
Parecía que los libertarios liberales (Vargas Llosa dejó ideas parecidas en algún artículo) estaban descubriendo una suerte de liberalismo científico con la misma fruición con que Engels descubrió el socialismo científico. "La libertad, que no es nada, no es una cosa concreta, es la esencia de la condición humana" era el colofón en boca de Escohotado.
Vivió lejos de la comodidad, la certidumbre o los convencionalismos, sin dejar de ser un profesor y estudioso de amplios intereses.
Fiel, pues y como siempre, a la libertad, sin llegar a ser nunca una persona de orden (no lo fue en su vida privada y el interés por las drogas le llevó a pasar tres meses en la cárcel por lo que, a todas luces, fue una trampa policial o delito provocado), fue pasando del libertarismo al liberalismo. El tránsito cuajó en Los enemigos del comercio, obra al hilo de la cual sostenía: "En el comercio veo el factor voluntario frente al valor involuntario, que es la ideología, la religión, la nación. El comercio me parece civilizado, aunque sea bastante hortera y ladrón. La humanidad ha hecho una opción por el comercio que es una opción por la paz, aunque también lo sea por la mediocridad y el engaño".
La obra es un recorrido por los defensores de lo que él llama pobrismo, de Jesucristo a Marx y Lenin, pasando por todas las herejías medievales, esos "enemigos del comercio" cuyas esperanzas él esperaba que se vieran "defraudadas". Pues un indisoluble cordón umbilical unía al profeta de Nazaret con los padres del comunismo moderno. "Que me digan si Marx o Lenin le han puesto una coma al sentimiento clásico que está en los Evangelios", decía. Y siempre esa idea recurrente: "El rechazo del comercio tiene que ver con el miedo a la libertad, a lo incierto, a lo no previsible ni gobernable. Pero la vida no puede vivirse sin incertidumbre".
El vivió la suya en buena medida así, lejos de la comodidad, la certidumbre o los convencionalismos (pocos profesores universitarios contarán como él en su currículum con la fundación de una discoteca, Amnesia). Sin dejar de ser un profesor y estudioso de amplios intereses. Además de los citados, otros títulos suyos son Rameras y esposas, El espíritu de la comedia, Retrato del libertino o Sesenta semanas en el trópico, de cierto contenido autobiográfico. Desarrolló también una importante labor de traducción de autores como Hobbes, Newton o Thomas Jefferson.
En 2019, publicó Mi Ibiza privada (Espasa), en el que rememoraba sus años de vida hippy y episodios como cuándo le "robó" la novia al escritor Fernando Sánchez Dragó. Se trataba de la economista Beatriz Salama, quien sería la mujer del filósofo hasta su muerte. Este domingo, ya viuda, le despedía en las redes sociales: "Descansa en paz, mi amor… y vuela alto".
Antonio Escohotado Espinosa nació en Madrid el 5 de julio de 1941 y murió en Ibiza el 21 de noviembre de 2021 a los 80 años. Deja mujer, Beatriz Salama, y dos hijos, Jorge y Román.