Janet Malcolm, la escritora y periodista inquisitiva que se hizo célebre por sus críticas a todo -también a los propios periodistas: dijo una vez que "no somos una profesión de ayuda; si ayudamos a alguien, es a nosotros mismos"- ha muerto este jueves a los 86 años en Nueva York. Según ha confirmado su propia hija, Anne Malcolm, la causa del fallecimiento ha sido un cáncer de pulmón.
La reportera, que trabajó durante gran parte de su vida para The New Yorker, fue autora de numerosos artículos y libros influyentes, como El periodista y el asesino, caracterizados por un estilo posmoderno que acostumbró a poner el foco sobre su propio papel en la narrativa, cuestionando si incluso se podía confiar en el observador más concienzudo.
"Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno". Así arrancaba su libro más famoso, publicado en 1990.
Malcolm, que se ganó a pulso el título de maestra de la no ficción, escribió biografías sensacionales, convertidas en todo un géner literario por su arrollador estilo, y crónicas de personajes como Freud, Chéjov, Gertrude Stein o Sylvia Plath. En 2008 fue premiada con el PEN Jacqueline Bograd Weld a la biografía Dos vidas: Gertrude y Alice; también estuvo nominada en 2014 al Premio del Círculo de Críticos Nacional del Libro (Crítica) por Cuarenta y un comienzos falsos.
Críticas a la profesión
Janet Malcolm nació como Jana Wienerová en 1934 y emigró con su familia a Estados Unidos cinco años después, tras la anexión de los nazis de Checoslovaquia. En la Universidad de Michigan conoció a su primer marido, Donald Malcolm, más tarde escritor de The New Republic y The New Yorker, con quien se casaría en 1959. La periodista empezó publicando críticas de cine ocasionales en The New Republic y un poema en The New Yorker, pero en ese etapa se dedicó a criar a su hija, Anne Olivia.
El gran despegue se produjo en 1966, cuando escribió un artículo sobre libros infantiles para The New Yorker que impresionó tanto al editor William Shawn que finalmente le dio una columna sobre muebles. Pronto amplió sus temas y evolucionó en el estilo que la caracterizaría. "Cuando comencé a hacer artículos de hechos extensos, como las llamaban en The New Yorker, modelé mi 'yo' en la figura común, civilizada y humana que era el 'yo' de The New Yorker, pero a medida que avanzaba, comencé a jugar con ella y a hacer cambios en su personalidad", dijo a The Paris Review en 2011.
En su libro Ifigenia en Forest Hills: Anatomía de un juicio por asesinato, Malcolm se reúne con el abogado defensor después del veredicto y coincide con su lamento de que la prensa se había puesto del lado de la fiscalía. "El periodismo es una empresa de tranquilidad", escribió. "No nos retorcemos las manos ni nos rasgamos la ropa por los crímenes y desastres sin sentido que nos dan nuestro tema. Explicamos y culpamos. Somos conocedores de la certeza. "Oye, tenemos al asesino. No te preocupes. Puedes ir al patio de recreo. Nada va a suceder'".