Decía el escritor D. H. Lawrence que el conocimiento había matado al sol y lo había reducido a una bola de gas con manchas. "El mundo de la razón y la ciencia... este es el mundo seco y estéril en el que habita la mente abstracta", alegaba. John Keats, por otra parte, arremetía contra Newton, quejándose de que había destruido la poesía del arco iris al explicarlo. Desgraciadamente, la ciencia y las letras siempre se han visto enfrentadas.
El mundo actual es analizado por intelectualdes de campos diversos. Existen filósofos que tratan de resolver las incógnitas de nuestro planeta; historiadores que pretenden arrojar luz a un pasado oscuro y físicos que explican las dinámicas que envuelven a la Tierra. En este sentido, la editorial Principal publica Historia del mundo en 30 ecuaciones, escrito por David Perezagua y Guillermo F. Peñas. Ambos son físicos y se dedican a la física. David, profesor de instituto, se ha embarcado en el estudio de las Humanidades recientemente y Guillermo se encuentra estudiando un doctorado en Computación Cuántica y trabaja en el CSIC. Ambos buscan acercar la Física y sus complejidades al resto de la sociedad con su nueva publicación.
"El objetivo del libro es dar una visión más amplia y humana de la física", explica F. Peñas en una entrevista concedida a EL ESPAÑOL. Historia del mundo en 30 ecuaciones resume nuestra historia en 30 principios básicos que el campo de la física puede desvelar. Su lectura es doble, ya que uno puede sumergirse en la narración cronólogica como temática. La física puede estar escrita en matemáticas, pero el lenguaje puede adaptarse al alfabeto latino.
Cambiar el mundo
Fue a partir del Renacimiento cuando surgió el "divorcio" entre las ciencias y las letras. Una división que persiste en la actualidad y que F. Peñas considera que no se debe a la imposibilidad de acceder a la física, por poner como ejemplo su conocimiento, sino porque "empieza a trabajar con espacios abstractos".
De todas formas, Perezagua insiste en que la curiosidad del individuo es lo que determina el conocer o no ambas materias. Su proyecto conjunto pasa por mostrar al lector teorías como la irreversibilidad del tiempo, la gravedad, el principio de incertidumbre o las ecuaciones de Maxwell, que explican como funcionan la luz, la electricidad y demás recursos que utilizamos en nuestro vida diaria.
Asimismo, recuperan la figura de Galileo, a caballo entre la Ciencia y la Historia. Su principio de inercia contradice la tesis de Aristóteles de que tuviera que existir un motor inmóvil que fuera capaz de moverlo todo. Desde Tales de Mileto hasta Einstein, sus aportaciones científicas cambiaron la historia de la humanidad tal y como la conocíamos.
David Perezagua y Guillermo F. Peñas no piensan que la ciencia esté denostada, pero opinan que ha sido víctima de una separación que no comparten. "No se contempla como parte del castillo de conocimiento que creamos como sociedad. La ciencia es cultura", asegura el segundo.
Que tanto la cultura como la ciencia se estudien por separado no implica que ambos tengan fines opuestos. La Historia, que según el historiador británico John Tosh es una disciplina híbrida porque combina los procedimientos analíticos y técnicos de una ciencia con las cualidades imaginativas y estilísticas de un arte, se retroalimenta con los resultados de otras ciencias. El contexto, los avances y los descubrimientos iluminan el mundo y a sus protagonistas. Perezagua y F. Peñas buscan que su campo de conocimiento, la física, remueva inquietudes. Ellos hacen propio la frase que hace ya más de un siglo expresó Ramón y Cajal: "Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia".