Juan Echanove: uno de nuestros actores más insignes, con una voz todopoderosa e implacable, como su espíritu, que no deja títere con cabeza. Ha trabajado con los mejores porque él pertenece a ellos: es uno de nuestra familia, nos acompaña desde hace décadas en el cine, en la televisión, en el portentoso teatro.
Interpretó a Franco en Madregilda, de Regueiro -y a Quevedo en Alatriste-, fue expulsado del Congreso por calzarse la camiseta del "No a la guerra" -nunca se la ha quitado-, participó en protestas contra el terrorismo etarra, celebró la victoria de Zapatero, hizo crecer durante doce años a Cuéntame cómo pasó. Ha estado en todos los saraos, Echanove, en todas las artes -¡también hizo una gira con Ana Belén y Víctor Manuel!-, en todas las salsas.
Uribes tembló desde alguna parte cuando el actor le espetó que se dedicase a lo suyo, a ser ministro de Deportes, y se rió de que se atreviese a citar a Orson Welles: "Yo seguiré siendo actor; tú, ministro de Cultura, no". Y punto en boca. Hoy conversamos con él, al teléfono, sobre los tentáculos de esta pandemia.
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro?
De mí voy a aprendiendo a lo largo de los días que, aunque uno cree que tiene controlada la situación, que es fuerte, que no va a desistir… acabas viéndolo todo negro. He comprobado en mí mismo que el hecho de que esto sea largo, desconocido, tremendo y letal me provoca altibajos. Estoy aprendiendo a dominar esos vaivenes con mis posibilidades: mi casa, mi mujer, mi teléfono, mis amigos. Estoy descubriendo cómo fortalecerme.
¿Y de los demás, del ser humano, en sentido profundo?
Creo que lo que estamos sufriendo nos va a llevar a una conclusión: es un reflejo de nuestro comportamiento entre nosotros. El virus es letal con nosotros, pero nosotros somos más letales con nosotros. Eso nos deja desarmados.
¿Por qué somos letales entre nosotros?
Porque no somos capaces de ponernos de acuerdo ni en las cosas evidentes. Hay que cuidar de todos… porque si no queremos enfrentarnos a un mundo radicalizado, que ha caído directamente en el populismo, tenemos que ponernos de acuerdo. Si no sucede, nos vamos a encontrar con ese mundo cuando esto acabe. Ya no tiene que ver con el alcalde de tu pueblo ni con el presidente de tu comunidad, que también: todas las estructuras creadas en las que ha puesto tanto esfuerzo la humanidad se están poniendo en tela de juicio hoy, frente a este envite que nos ha dado la naturaleza. Esto me tiene loco. Me tiene hablando solo.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
De golpe me asusté cuando vi que no había pensado en la obra de teatro que estaba representando. Pensé: a ver si ahora no voy a saber hacerlo y voy a tener que empezar de nuevo. Me dio ansiedad. Una ansiedad… iba como loco, no me acordaba bien. Al tener ansiedad, claro, la recordaba menos. Y la volví a ordenar en mi cabeza, diciendo “esto hay que tenerlo vivo”. No sabes qué te van a decir cuando salgas. Nunca me había pasado. En las giras de teatro pueden pasar diez días sin hacer una función, pero siempre mi cabeza estaba pensando en eso. Durante meses. Llevaba dos meses haciendo La fiesta del chivo cuando empezó el confinamiento. Se cerró el teatro, me vine a casa y nunca más salí. Es esa pesadilla recurrente de salir a un sitio y no saber qué decir.
¿Qué es eso del mundo interior, cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
La cultura nos da las grandes claves, las grandes preguntas del ser humano: quiénes somos, a dónde vamos, de dónde venimos. El mundo interior es el espacio afectivo y mental donde están nuestros deseos, nuestras frustraciones, nuestros pequeños odios, nuestras pequeñas venganzas. Es como vivir dentro de una casa, y quien más y quien menos se ha dedicado a ordenarla. Yo creo en ese orden del espacio interior. Llevo dos meses sacando cajas y ventilando. Las desinfectaré y las meteré mejor ordenadas. Quizá mi orden no era tan bueno.
Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?
No creo en la misantropía. Siempre creo que en todo lo que hago tiene que haber un planteamiento para mejorar las cosas. En el fondo todo tiene que ver con la humanidad.
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?
Los ciudadanos españoles han vuelto a dar una lección política a los políticos españoles. A mí me da mucha seguridad vivir en un país que va muy por delante en situaciones de riesgo que su clase política. Pero también te digo: si la clase política no va a nuestro ritmo es porque nosotros lo hemos permitido. Hemos vivido en los últimos años -por no remontarme a la noche de los tiempos- en una situación de conflicto de juguete en todos los terrenos. Frente a esto, frente a la verdad, es ridículo. Nos ha pillado con el pie cambiado. Esto es una cosa que seguramente formará parte de la reflexión del día después. La clase ciudadana entenderá lo necesaria que es la cultura. Si no la tiene, volveremos a irnos por caminos que ninguno queremos… ni las derechas ni las izquierdas.
Eso que dice de la clase política me recuerda a su alegato en Instagram contra Uribes.
Vamos a ver, hablando con la terminología de las redes sociales, el tema de la cultura es tendencia. Si nosotros contamos que tenemos una realidad dramática en nuestro sector, se mira raro, ¿no? Si lo cuento yo, que a mí me va bien, me cae la de dios. Si lo cuenta el jefe de una agrupación agrícola que produce pepinos en Almería, la gente entiende que tienen un problemón y tiende a empatizar. Pero los gobiernos de derecha y de izquierda, todos, desde la Transición, nunca le han dado a la cultura el lugar que merecía. Esta pandemia es tan cruda que hasta los que han negado toda la vida la cultura, los que han dicho que es una cosa de ricos, todas esas tonterías… han explotado. Todo eso ha explotado. Es más crucial que nunca.
Lo mismo te lo digo del ministro del PSOE que de la consejera de Cultura de Madrid, que es del PP, ojo, porque como no tenemos partidos de fútbol jugamos desde casa con los partidos políticos. Y no. Todo lo que sea ayuda a la cultura y reconstrucción vendrá de Europa al Estado español, del Estado español a las autonomías y de las autonomías a los municipios.
Ese es el sistema que hemos creado en nuestro país, y bueno, como haya un eslabón en la cadena que no esté de acuerdo con dedicar ese dinero a la cultura… ¿quién nos va a proteger? ¿Quién lo va a poner en marcha? Uribes, parece ser, que ha cometido un error de comunicación, ¿no? Como lo de los niños. No sé qué. Eso se ha puesto en marcha en 24 horas, pues a ver, porque ya llegamos tarde. Joder, tenemos unos problemas de funcionamiento político… durante estos últimos cinco años ha sido tremendo, y ahora justo cuando deberíamos estar fuertes no lo estamos.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad?
¿Yo? Pues imagínate, si ya doy mis datos para no sé qué, si nos controlan por todos lados… pero sigo pensando que la libertad es todo por lo que hemos luchado y por lo que seguimos luchando. Cada uno lo has desde su parcela vital. A mí la libertad me hace pensar en la libertad de expresión, de creación, de raza, de circulación, de encuentro, de palabra. Defiendo todas las libertades en una. Creo en las cosas que se han construido, creo en el sistema, pero este sistema ya no lo sujeta ni dios, nos lo han tirado por el suelo. Procuremos reconstruirlo con orden y sin ambiciones partidistas de un lado y de otro. Eso no levanta la casa.
Bueno, esa libertad de circulación y de reunión de las que habla ya no las tenemos.
Porque nos la ha arrebatado una pandemia. La ficción es más real que la realidad. ¿Qué más necesitamos, que mañana bajen los marcianos? Las cosas más disparatadas van y nos ocurren. Tengo sesenta años y mi capacidad de asombro todavía no está saturada. Juro por la vida de mi hijo que jamás hubiera pensado que iba a tener que hacer frente a una pandemia. El otro día viendo una póliza de seguro ponía “esto no tendrá valor en caso de… no sé, desastre nuclear, pandemia”… y uno habitualmente piensa: “Bah”.
Soy un ciudadano responsable y respondo ante el llamamiento del presidente del gobierno de este país. Quiero creer en lo que dice, que el criterio es no dejar a nadie atrás. Tengo absoluta confianza en que los errores cometidos por el Gobierno los hubiera cometido el que gobernara. La derecha habría sido igual. Y soy optimista. Creo que a finales de mayo tendremos un nivel de mortandad cercano al 0. Tengo confianza en que vamos a salir fuertes, aunque aún tocados. Uno cree que es el superhombre y un día te levantas, se te nubla el coco y empiezas a pensar mal. Ese desfallecimiento.
¿Hace alguna lectura política o económica más sobre esta situación?
Creo que todos los gobiernos económicos, financieros, los espacios políticos de reunión e intercambio entre países… todo está destrozado por este tsunami. Y también te digo: yo, cuando pasa algo, cuando en mi casa se rompe la caldera, lo que espero es que me coja el teléfono el técnico de la caldera, no el director general del fabricante de la caldera. Quiero que me coja el teléfono el que me va a ayudar.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
No creo que esta crisis haga desaparecer problemas de identidad y sobre todo de identidad con nuestro país. Hay que encontrar un espacio común. A mí no me nubla mínimamente el espíritu llamarle “patria” si es una patria común. Para mí es un espacio afectivo por el que merece la pena trabajar.
Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.
En vez de una película, una serie, que tenemos tiempo: La maravillosa señora Maisel. El tratado de la prudencia, de Baltasar Gracián. Una canción compuesta en cuarentena por Javier Ruibal, Baile de máscaras, es una maravilla. Siempre compone precioso pero este es un poema sensacional hacia la casa, hacia el amor y hacia todo lo que nos está pasando.