El fantasma del Cid Campeador cabalga imponente por la mayor cita en la que se congregan los académicos de la lengua española, no los de la historia. Apenas hay guiños a las voces hispanoamericanas más emblemáticas de la literatura: una mención a Cervantes en el preámbulo inaugural, unos poemas que recita Ida Vitale en una pequeña sala… Pero ninguno goza del espacio en prime time dedicado a Rodrigo Díaz de Vivar, figura heroica por antonomasia.
El caballero burgalés, mitad leyenda mitad de carne y hueso, absorbe el protagonismo en los principales eventos del XVI Congreso de la ASALE. Hay un momento de éxtasis dramático el martes cuando José Luis Gómez, académico de la RAE y actor que se ha metido en la piel de figuras como Unamuno o Azaña, con su vozarrón imponente, una fuerza interpretativa arrolladora, realiza una bravísima lectura teatralizada del Cantar de mío Cid original que habría que llevar al teatro.
La noche siguiente surge Arturo Pérez-Reverte como la gran estrella (de masas) del congreso: un escenario montado exclusivamente para la enésima presentación de su último libro, Sidi (Alfaguara), en el patio de la Fundación Cajasol, lo que hace varios siglos era la Real Audiencia de Sevilla. Se leen pasajes de su novela de frontera, que dice haber escrito como si fuese un western, disfrazándose de John Ford, y la gente aplaude, y ríe sus bromas sobre la actualidad política.
Sidi ya está suficientemente masticada por el público —en los primeros cinco días se vendieron 25.000 ejemplares—, también la génesis que brotó de la cabeza del académico de la RAE; pero no resulta finita la reivindicación de la figura de El Cid, que no se agota, que protagoniza debates históricos y provoca que Ida Vitale, a sus 96 años espléndidos, se trague una charla de su colega que dura más de una hora. La renovada atracción del Campeador, que ni en el franquismo, cuando se glosaba: "El Cid, camisa azul, por el cielo cabalga". Como bien se recuerda hábilmente en una escena del Mientras dure la guerra de Amenábar.
“Don Pelayo, El Cid y Franco son una misma cadena de cruzada española”, dice el creador de otros personajes como el Capitán Alatriste o Lorenzo Falcó. “Pero el franquismo no tuvo ideología: Franco no era fascista, fue un militar autoritario. El problema es que se apropió de todo cuanto pudo: la Falange, Don Pelayo, El Cid, los cruzados en la Guerra Civil… Y esa apropiación indebida hace que El Cid quede marcado como patriotero, que cierta derecha se haga con él y cierta izquierda lo rechace. El problema de la democracia española es no haber sabido limpiar los símbolos del franquismo. Por eso quería construir un Cid despolitizado, quitarle la camisa azul”.
Amante de la historia de España, Pérez-Reverte ha lamentado la mediocridad de la clase dirigente española, aludiendo con picardía al debate electoral del pasado lunes —“lo vi con interrupciones, me levantaba, vomitaba un rato y volvía otra vez”—, pero asegura que es un mal endémico: “Fernando VII, Isabel II… tenemos una basura de políticos en todas partes, pero son sangre de nosotros: los hemos criado, amamantado, nutrido… representan nuestras demagogias, por eso están ahí. Los hemos generado nosotros, es lo que nos merecemos tener. Cuando veo a Sánchez, Rivera, Casado, Iglesias… se me quita la compasión. Cuando venga el napalm, a tomar por culo".
El novelista y periodista ha querido hacer también una breve semblanza de España, “un país donde se ha juntado lo mejor y lo peor, tanto la gloria como el desastre”. “El español es bueno cuando está acorralado, y solo lo hacemos bien en los cuadros de Goya”, ha señalado, para lanzar un último sablazo a los "analfabetos de Bruselas”, que buscan acabar con el elitismo y “elevar el nivel del mediocre y reducir la excelencia”. Si El Cid levantara la cabeza, el 10-N igual terminaba en Moncloa. Reverte ya le ha hecho la campaña.