Britney Spears: Breaking Point, el nuevo documental de Channel 5 sobre la vida -luminosa, oscura, excesiva, fragmentada- de la artista revela, por fin, la verdadera razón por la que la cantante se afeitó la cabeza durante la peor época de su vida, en 2007. Lo cierto es que la imagen es icónica: Britney sonriendo, con la cara de la niña peligrosa que va a incendiar el coche de su padre, y con una maquinilla en la mano, dejando caer sus larguísimos cabellos frente a un ejército de periodistas y paparazzis, que inmortalizaron la escena, atónitos. La anécdota se volvió meme, se antojó coña: “Si Britney pudo superar 2007, nosotros también podemos superar esto”, o “estamos más jodidos que Spears cuando se rapó el cráneo”. Ahora por fin se contextualiza ese momento.
La joven atravesaba una crisis emocional que casi la desborda. Fueron 14 meses de vértigo. Se había divorciado dos veces -el primer matrimonio se dio por anulado porque "ella carecía de comprensión sobre sus actos"-, tenía dos niños que cuidar y estaba fuera de control. La habían fotografiado con su bebé en un brazo y con el otro brazo sujetando el volante del coche. Ingresó en un centro de rehabilitación en el que duró 24 horas. A su ex, Justin Timberlake, debió hacerle mucha gracia, porque durante un concierto mezcló su canción What Goes Around (Comes Around), dedicada a su ruptura con Britney, con Rehab, de Amy Winehouse, entre cierto cachondeo.
Le molestaba la vida. Decía que no soportaba más sus extensiones y que quería acabar con todo. En el documental lo cuenta la peluquera Esther Tognozzi, quien explica que se negó a cortarle el cabello porque veía que sus decisiones eran contradictorias y que actuaba por puro impulso. “Me dijo que quería raparse el pelo porque estaba cansada de que todo el mundo se lo tocara. Yo, por supuesto, traté de disuadirla, pero fue en vano. Le dije que quizá estaba atravesando un momento hormonal extraño, o algo así, y que lo pensara dos veces”.
Tognozzi también señaló a uno de los guardaespaldas de Britney como culpable de su sobreexposición, como si estuviese intentando traicionarla. “Tenía dos guardaespaldas, supuestamente vigilando para que ningún paparazzi hiciese fotos, pero uno de ellos abría continuamente las persianas, dejándola a la vista”. Efectivamente: lo consiguió. El documental desliza que ese presunto profesional aceptó sobornos para mostrar el instante. La tatuadora Wynne-Hughes, a quien Britney fue a ver justo después de raparse, le da la razón a la peluquera. “Me dijo: ‘Simplemente, no quiero que nadie me toque la cabeza, no quiero que nadie toque mi cabello. Estoy harta de que la gente me toque’”.
Finalmente, lo hizo: fue justo después de abandonar la rehabilitación en Tarzana, Los Ángeles, con los ojos desorbitados. “No estaba segura de lo que estaba sucediendo… parecía que había un motín afuera, y luego aparecieron los destellos. La puerta se abrió lentamente y una figura encapuchada entró. Vi que el cabello de Britney se había ido”. Inmediatamente, se miró al espejo y se echó a llorar. Su pelo alcanzó el millón de euros en eBay.