Si por algo es conocido el trigésimo sexto presidente de los Estados Unidos es por haber sucedido al asesinado John Fitzgerald Kennedy. La responsabilidad de tal suceso que paralizó al país norteamericano recayó en Lyndon Baines Johnson, vicepresidente hasta el magnicidio de Texas.
De hecho, Johnson asumió el cargo en el mismo avión en el que era trasladado el cuerpo de Kennedy. Durante su legislatura, el demócrata aprobó una de las leyes que más se ajustaban a la igualdad de derechos civiles: declaró ilegal cualquier discriminación racial en establecimientos públicos, negocios o instituciones que recibieran fondos federales. Asimismo, consiguió poner fin a la discriminación de voto por primera vez en la historia de los Estados Unidos -la población negra tenía prohibido votar en estados como Alabama o Mississippi-.
¿Qué podía manchar el historial de un presidente que tanto había hecho por la igualdad? Como ocurre con casi todas las personalidades, la vida privada suele tambalear el prestigio de cualquiera -lo personal es político diría Kate Millet-. En este caso, el trato del presidente no debía de ser del todo convencional. Tal y como relata el columnista Jack Bernhardt en The Guardian, llamaba Jumbo a su pene y no era inusual verle pasearse desnudo mientras gritaba. "¿Habéis visto algo tan grande como esto?".
De esta manera, explica que si Lyndon Johnson hubiera sido elegido presidente en los tiempos que corren habría sido todo un escándalo debido a la gran cantidad de denuncias por acoso sexual.
En 1968 su imagen pública también se deterioró. El asesinato de Martin Luther King y Bobby Kennedy, junto a la nefasta campaña en la guerra de Vietnam, donde más de 50.000 estadounidenses perdieron la vida, terminaron por derrotar a un presidente que ni siquiera se presentó a la reelección. Finalmente, decidió volver a su hogar, Texas, donde falleció a los cuatro años de dejar la Casa Blanca a los 64 años de edad.