Ahora tiene 33 años y es profesor de Teoría del Conocimiento e Historia de las religiones en la Universidad Pontificia Comillas. Sin embargo, toda España le conoció como aquel niño que aparecía en Crónicas Marcianas, aquel programa dirigido por Xavier Sardá en el que hablaba de distintos temas históricos. Han pasado dos décadas desde entonces y la vida de Carlos ha cambiado completamente. Con un cociente intelectual de 160, dejó los platós de televisión y entró en la universidad con apenas 15 años. Estudió a la vez las carreras de Química, Teología y Filosofía y actualemente se desempeña como escritor, egiptólogo y orientalista.
Por si fuera poco, Carlos Blanco confiesa en una entrevista con EL ESPAÑOL que habla inglés, francés, alemán, italiano y ruso —además de castellano—. También estudió dos años de árabe aunque no se considera un hablante fluido y conoce diferentes lenguas muertas como el latín, griego, egipcio clásico, copto y hebreo bíblico.
¿Cómo llegaste a ser partícipe del equipo de Crónicas Marcianas?
Todavía me sorprende que haya tanta gente que me reconozca, me salude y me pida autógrafos aunque no sea tan frecuentemente como cuando era un niño. Yo tenía una sección semanal en la que hablaba de distintos temas culturales, intelectuales y científicos: de filosofía, de historia, de egiptología, de física, de psicología etc. Durante aproximadamente 15 minutos desarrollaba un tema y como era un niño eso es lo que llamaba más la atención. Yo entraba en un diálogo con el presentador (Xavier Sardá) y tenía un coloquio con él, no era una clase magistral. Yo disfrutaba haciendo eso y esa es la historia en resumidas cuentas.
¿Qué sacaste del programa el tiempo en el que estuviste? ¿Tienes un buen recuerdo o ahora reniegas de ello?
Para mí fue muy importante porque yo en esos años no me sentía arropado en el colegio. No tenía prácticamente relación con los niños de mi edad y me sentía bastante solo. Y claro, el ir a la televisión y exponerte a toda España, además de ser invitado a conferencias por todo el mundo, fueron todo un estímulo para mi vida. Creo que si no hubiera participado en Crónicas Marcianas podría haberme quedado estancado o incluso deprimido.
Es cierto que luego la fama tan temprana tiene el riesgo de que solo te reconozcan por ello. A mí me parece que lo que he hecho después es mucho más interesante pero soy consciente de que un niño en la televisión que desarrollaba temas intelectuales de tal calibre generaba una reacción en el público.
Llegaste a la universidad a los 15 años. ¿No crees que corriste demasiado y perdiste de alguna manera tu infancia?
Bueno, la universidad fue para mí una etapa muy bonita. De pequeño era una tortura salir al recreo; prefería quedarme en la biblioteca leyendo. Y en la universidad empecé a abrirme poco a poco y a perder el miedo a las personas de mi edad. ¿He corrido demasiado? Pues quizá, a veces lo pienso. No tenía que haberme preocupado tanto por el tiempo. Lo importante no es llegar más rápido sino llegar y hacer algo importante. Pero en esa época yo sentía que en clase me aburría y quería hacer cosas de adultos. Es lo que necesitaba.
Este año ha habido un alumno de selectividad que ha obtenido una nota de 14 sobre 14. Lo que ha llamado la atención ha sido que haya optado por ser dramaturgo en lugar de estudiar una cerrera científica. ¿Qué te parece?
La verdad es que no entiendo cómo eso es una noticia. Imagínate que ese chico es un futuro Calderón de la Barca. Y aunque no lo fuera cada uno tiene derecho de hacer lo que uno quiera. Dejarse llevar por las opiniones de los demás es la receta perfecta para el fracaso. Lo fundamental es que tú ames lo que haces y disfrutes con lo que haces. Si algo es forzado y si no te surge naturalmente la probabilidad de que eso sea valioso para la sociedad es mínima. Con lo cual, esas personas que categorizan que uno tiene que ser de ciencias o de letras me parece un error.
Además, imagínate que esa persona se dedica a la ciencia pero no a la ciencia aplicada sino a las ondas gravitacionales. ¿Eso también estaría valorado o como no se dedica a algo inmediatamente útil tampoco debe hacerlo? ¿Quién decide a qué debe dedicarse? Tiene que ser el individuo, maduro y responsable.
En uno de tus artículos mencionas cómo la "cuna de la civilización" no es Grecia y que Egipto tiene mucho que ver en la civilización griega posterior. Algo parecido a lo que defiende Martin Bernal de cómo Grecia es un puente entre Occidente y las culturas orientales.
De hecho los propios griegos se enorgullecían de tener un vínculo con la civilización egipcia. Cuando uno estudia Egipto se asombra de ciertos logros que realizaron no solo en la arquitectura o ingeniería, sino también en la geometría y en el ámbito de las matemáticas. Y evidentemente la mayor contribución de los egipcios a la humanidad es haber inventado la escritura y los resortes fundamentales de la civilización y la historia. Probablemente no habría existido Grecia si no hubiera habido esa matriz próximo-oriental. No es solo Egipto, también Palestina, Fenicia, Siria etc. En resumen, todo el creciente fértil que se focaliza en Mesopotamia.
¿Y qué te parece que los partidos de extrema derecha europeos (o Vox en el caso de España) utilicen el argumento de que Europa es el pueblo de los valores y la cuna de la democracia para criticar la inmigración?
Es el discurso de la ignorancia y el miedo. Evidentemente eso es falso. No hay ninguna cultura pura, todas han bebido de otras. En ese sentido, fíjate, todos hemos venido de África. Lo que me parece irracional y contrario a las evidencias históricas es intentar aislar ciertas culturas como si hubiesen sido compartimientos ajenos a las influencias y a la fecundación de otra culturas. Todos somos híbridos y la cultura europea no nace de la nada, sino que nace de la simbiosis de otras civilizaciones. Y yo me enorgullezco de ello. Nosotros nos constituimos como individuos y colectividades mezclando elementos heterogéneos y creo que esas es la riqueza del ser humano.
¿Tienes algún proyecto o libro entre manos para el futuro?
Sí. De hecho tengo cuatro libros por terminar a la vez. Estoy con uno en inglés sobre la teoría del conocimiento sustentada sobre la neurociencia. Luego estoy también con otro con el que intento reinterpretar el concepto de dios a la luz de la física y la cosmología. También con un poemario bastante largo y finalmente con un libro sobre si es más importante la ciencia o el arte; es una especie de diálogo este último.
Lo mismo que defiende el biólogo Richard Dawkins, esa unión entre la ciencia y la literatura.
Totalmente. Es que justamente este libro es un canto a ese sueño que tenía Leonardo Da Vinci de una unión de ciencia y arte; del saber y la belleza. Y escribirlo en forma de diálogo me gusta mucho y me siento muy cómodo. Tengo una voz interna que es más cientificista y otra a la vez que es más idealista. De ese coloquio surge la convicción de que la ciencia también es arte y que este a su vez expande las posibilidades de la ciencia. Es decir, que en el fondo se necesitan mutuamente.