De las cloacas se habla mucho y mal. Acaso sin perspectiva. Y es precisamente perspectiva y distancia lo que le pone Alberto Lardiés a esa España del mamoneo que define como "democracia borbónica". Aparte del título - La democracia borbónica. De cómo las élites se repartieron el poder (FOCA)-, lo que el periodista navarro cuenta es un retazo de la Historia reciente de España, de la Transición, de hasta ayer mismo. Y de cómo unos pocos hicieron de España su cortijo y siguen amasando su pan.
Obviando la ideología -cortesía de todo ensayista a carta cabal-, no cabe duda de que el autor es un periodista valiente, fogueado, que ha contado lo que ha visto y se ha ido a una provincia norteña a dejarlo reposar y contarlo. Por ello es tan válido su testimonio frente a la "versión oficial de la Transición". Y aunque al autor le pesen sus lecturas, saca su voz propia. Porque lo ha vivido con la urgencia del informador y uno, yo mismo, ha sido consciente de que los quincalleros con apellidos compuestos de alta gama iban apareciendo en negro sobre blanco en tramas, sumarios, reportajes y así lo contaba Lardiés en estas páginas.
Sin temor, deconstruye la España que fue. O la España 'que es' a su pesar. Cuenta con nombres quienes comandaron con billetaje, con traiciones y con redes clientelares esa Historia patria, esos capítulos nacionales que van desde el blindaje de la Corona al 'procés', y de ahí a la panoplia de promesas incumplidas de Sánchez, con todo lo que trajo el sanchismo de vacío y de desagüe para los sueños de la izquierda.
No obstante, entre el entramado de los hilos de poder, y como un ensayo que acompañara a la novela ' Salvaje Oeste' de Juan Tallón, aparece el Lardiés indignado. El más político. El más ciudadano. En las páginas de la democracia borbónica están vivísimas las llamadas grabaciones de Corinna, a la que asimila al papel de la Dietrich en 'Testigo de cargo' y por ser eso mismo: testigo de cargo. Horas y horas se ha pasado Lardiés desgranando que decía Corinna en los zapatófonos de Villarejo como para no poder establecer una comparación tan cinéfila como acertada -presuntamente-.
Pero hay más. Bárcenas, la tesis de Sánchez, las cosas de Polanco "del gran poder" y de Mauricio Casals, "el hombre que susurraba a las vicepresidentas". Todo hilado, con humor e inteligencia. Como bien sostiene el sociólogo Andrés Villena, autor de "Las redes de poder en España", el libro da una visión "más allá" del tópico manido "de las puertas giratorias".
En puridad, Lardiés prueba que efectivamente existe una casta, un meollo de intereses creados y en pocas manos. Esas "élites que se reparten el botín". Porque si el análisis es certero, está en manos del lector -el autor propone sus particularea remedios- el buscar una regeneración para España. Lardiés enciende una luz, una más, entre tanta cloaca.