La semana del 8-M, Día Internacional de la Mujer, fue inaugurada con el decálogo feminista liberal de Inés Arrimadas, volviendo a poner sobre la mesa el debate entre las corrientes por la igualdad. El manifiesto de la portavoz nacional de Ciudadanos rezaba consignas abstractas en busca de la transversalidad, del tipo “nunca habrá igualdad sin libertad”, “el feminismo no es de nadie” o “que ninguna mujer tenga que elegir entre su trabajo o su familia”. Sí que arremetía contra el lenguaje inclusivo -“feminismo no es decir ‘portavozas’”-, pero, a la postre, no quedaban claros cuáles son los puntos fundamentales que diferencian a una feminista radical de una feminista liberal en pleno 2019. Aquí algunas nociones básicas.
Claro que ambos movimientos coinciden en algunas de las afirmaciones de Arrimadas, como “la educación ha de estar en el centro”, o “ni un paso atrás en la lucha contra la violencia machista”, pero lo cierto es que el feminismo radical no se caracteriza sólo por su deseo de intervenir el machismo lingüístico, sino por la conciencia de que la dominación del hombre sobre la mujer es estructural y sistémica, y no se soluciona -no únicamente- con la igualdad legal.
¿Cuotas sí o no?
El feminismo radical no cesó en sus reivindicaciones, por ejemplo, con la conquista del voto femenino, porque entiende que la desigualdad sexista no es sólo una cuestión jurídica, sino cultural. En este sentido, propone acelerar los procesos sociales y apoya una intervención inmediata ante la minusvaloración de la mujer mediante el sistema de cuotas; mientras que el feminismo liberal confía la equiparación sólo a la educación -con la lentitud que eso conlleva-. El debate ante la discriminación positiva es complejo: ¿infantiliza a la mujer -perpetúa el tópico- y margina a los hombres; o se limita a paliar los efectos machistas de la cooptación, esto es, que los hombres -que dominan las estructuras laborales y económicas- sigan prefiriendo promocionar a otros hombres?
La situación laboral de la mujer es también tema extenso y espinoso: no sólo por el “efecto de realce de lo masculino” a la hora de seleccionar currículums -como explica Siri Hudsvet en La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral)-, sino por la cuestión de la maternidad, el techo de cristal y la brecha salarial. ¿Siguen partiendo mujeres y hombres desde el mismo sitio, una vez regulados sus mismos derechos como ciudadanos; o la sociedad -por la herencia masticada- insiste en poner obstáculos a las primeras sólo por su género?
¿Individualismo o colectivismo?: la cuestión del mercado
Otra de las grandes diferencias entre las dos corrientes es que el feminismo liberal es individualista, esto es, se centra sobre todo en que la igualdad se conquista mediante la libertad individual, pero no sopesa las injerencias del mercado -precisamente porque supone que el mercado también es libre-.
Las feministas radicales -de tendencia colectiva- sí cuestionan el concepto de “libertad” porque, señalan, está marcado por los designios del capitalismo y por una sociedad donde la mujer es un objeto de consumo. Ahí su crítica a la cosificación femenina, que se canjea en problemáticas como la prostitución o la pornografía -una industria de hombres creada para hombres-. Subrayan que el cuerpo de la hembra y el del varón no cotizan del mismo modo: es el primero el que se rentabiliza, sexualiza y denigra constantemente.
Prostitución y pornografía
La feminista liberal entiende que la prostitución -volitiva, no la trata- y la pornografía responden a cuestiones de oferta y demanda. Apoyan a las trabajadoras sexuales que desean ejercer estos oficios y hablan de “regulación” para garantizarles todos los derechos laborales.
La feminista radical -que aboga por la “abolición” y apunta que la mayor parte de este negocio se basa en la esclavitud- cree que los derechos de la mujer han de estar por encima de las exigencias de un mercado que explota su dignidad y, además, las empobrece. Señala que hay muchas formas de coacción, y que el dinero es una de ellas. ¿Es realmente “libre” una mujer que elige ser prostituta si sufre para llegar a fin de mes? ¿Es auténtico el “consentimiento” sexual cuando hay dinero en juego?
A esto, las feministas liberales responden que es puro "puritanismo" y "paternalismo": creen que el feminismo radical está eligiendo y pensando por las mujeres que "libremente" eligen dedicarse al trabajo sexual.
Gestación subrogada
Las feministas radicales consideran el concepto “gestación subrogada” un eufemismo y prefieren hablar de “vientres de alquiler”. Se muestran en contra, de nuevo, porque estiman que los derechos humanos deben sortear las exigencias del mercado, y señalan la cuestión de clase: aquí mujeres pobres pariendo para mujeres ricas, que es lo que sucede en los países que ya la han aprobado. Ciudadanos cree en la gestación subrogada sólo de forma altruista, pero otros sectores del feminismo liberal abogan porque se establezca un contrato que garantice un sueldo a la gestante: entiende que son dos partes libres que quieren llegar a un acuerdo y minimizan las causas por las que una mujer accede a quedar embarazada por otra.