Internet comenzó a calar en el grueso de la sociedad española a principios del año 2000, y a la ciudadanía se le abrieron infinitas vías de información y de expresión por obra y gracia del ADSL: era el milagro de la democratización de la voz de cada usuario, sin jerarquías, sin discriminaciones de ningún tipo. Todo el mundo tenía derecho a la palabra. Sin embargo, pronto quedó claro que la red acabaría reflejando los vicios machistas que ya arrastraba la propia sociedad. La opinión, los enfoques y la óptica de la mujer en el mundo virtual siempre han sido perseguidos y castigados con mayor dureza que las propuestas de los hombres. El fin es la marginación, el habitual silencio.
A la mujer usuaria, igual que sucede en la vida real, se la sexualiza, se la veja, se la amenaza para neutralizarla y hacerla desaparecer, para subrayarla como objeto, no como sujeto democrático con opción a la intervención en el debate público. Cánceres sociales como el acoso o la violencia machista se han reproducido en la red, y se acentúan especialmente cuando la mujer participa en la actualidad informativa, como le sucede a las periodistas. Su derecho a la libertad de expresión y de información se vulnera continuamente: molestan, chirrían, su trabajo es doblemente cuestionado.
Lo cuenta Virginia P. Alonso, codirectora de Público y presidenta de la PDLI (la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información): “Las redes son el lugar donde tiene lugar la disidencia, donde por primera vez en muchos años, de forma abierta, la gente expresa libremente su opinión, pero sobre todo de unos años a esta parte es cierto que empieza a ser una red incómoda. En España refleja perfectamente la polarización política e ideológica que hay dentro de la sociedad. Las trincheras”.
La mayor parte de este castigo por empuñar la palabra cae, y no es sorpresa, en las mujeres. La plataforma que lidera Alonso presenta esta tarde en Cibeles, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid, el ’I Encuentro sobre Feminismo y Medios: Hacia un periodismo con perspectiva de género’. el evento será inaugurado por Carmen Calvo y Manuela Carmena. Se estrenará también el documental Spain on the line sobre el acoso digital a mujeres periodistas, realizado por el International Press Institute en colaboración con la PDLI.
La "agresividad" de Pepa Bueno
Es en ese trabajo documental donde algunos de los principales rostros y firmas de nuestros medios -que alcanzan una gran masa de oyentes, telespectadores o lectores- revelan la situación que están sufriendo. “La amenaza, la agresión, en mi caso es permanente y muy cotidiana. Coincide siempre con asuntos delicados, en los que la sociedad está muy polarizada, o cuando abordamos asuntos que tienen que ver con la igualdad de género”, explica Pepa Bueno. “Las periodistas hacemos entrevistas ‘agresivas’, pero cuando la entrevista es dura la hace un periodista es una entrevista profesional, oportuna, documentada y muy profesional”. Recuerda que “si los políticos y quienes tienen liderazgo social alimentan esa doble manera de calificar a unos y a otros, naturalmente que alimentan el acoso”.
Aparecen algunos de los tuits que le dedican a Bueno: desde “rata del pesebre” a tachar sus entrevistas de “encerronas”. A Ana Pastor le llegan mensajes como estos: “Voy a matarte, Ana Pastor, nos caes muy mal, en menos de siete días estarás muerta hija de puta” o “Yo sé quién eres tú, pero tú no sabes quién soy yo, voy a violarte analmente para que disfrutes antes de morir, te voy a matar”, hasta “esa sonrisa de puta mierda y esos ojos cambaos que tienes te los voy a romper con un bate de béisbol, luego te arrancaré la cabeza, puta asquerosa”.
Cuenta Pastor que, a su juicio, hay que diferenciar quién lanza ese mensaje: “No es lo mismo una persona anónima que cuando hay un político detrás, o una estructura creada o institucionalmente más protegida. Un dirigente del PP, cuando yo trabajaba en Televisión Española, dijo abiertamente en las redes que había que destituir a Ana Pastor, y, qué sorpresa, me destituyeron”, reflexiona. “Son niveles diferentes: si la persona tiene una posición de poder es un ataque a la libertad de expresión, cuando es una persona anónima que descarga su ira y su machismo por las redes, hay que denunciarlo, pero son ataques distintos”.
Extrema derecha y amenazas de muerte
Mònica Terribas, presentadora de El matí de Catalunya Ràdio, relata que a ella no le preocupa “que haya un grupo e extrema derecha tirando piedras contra los cristales de la radio, sino que la Policía no lo haya identificado cuando hay imágenes, que no se haya abierto un proceso, que no se haya actuado de oficio como delito de odio”. “Me preocupa un sistema que no me garantiza nada, aún habiendo amenazas directas a personas que comprometen su integridad física”. Recuerda Terribas que emocionalmente no le afecta, “porque yo estoy tranquila con mi trabajo”. “Siempre en la vida, no ahora por el conflicto de Cataluña, será por otra cosa, siempre va a haber gente que intente herirte”.
La periodista Cristina Fallarás ha recibido amenazas tan feroces como aquellas que aseguran que van a matar a sus hijos, detallando las edades de cada uno. “Esto modifica tu vida. Más que un ‘te vamos a balear la vagina’. Luego me dirán ‘no, es que los datos de las edades de tus hijos se pueden encontrar en Google…’, no, es que alguien se ha ocupado de ir a Google y mirarlo. Esa persona ha perdido un tiempo en ti que recuperará. Es gente acostumbrada a amenazar de muerte. Estamos jugando con fuego”.
Reconocerse como víctima
Para Lara Síscar la primera dificultad “fue reconocerme como víctima”: “La primera vez que yo denuncié, la gente no tenía conciencia de que eso fuese un problema real, ni siquiera yo. Yo, que estaba acostumbrada a dar noticias sobre mujeres que en su mundo físico sufrían acoso y maltrato, no podía concebir que lo que yo estaba sufriendo en el mundo virtual fuese maltrato o acoso psicológico. Lo he minimizado. Pensaba que si lo denunciaba se iban a reír de mí”.
La problemática a extirpar la resume Virginia P. Alonso: “La desigualdad de género en los medios y en el periodismo es un grave problema social que tiene consecuencias tanto para los derechos de las mujeres como para el derecho de información de la ciudadanía. Si no se da la igualdad en este plano, la información nace y se distribuye con un sesgo importantísimo, dado que no recoge ni la visión ni el sentir de la mitad de la población”. Es hora de que las instituciones establezcan protocolos de atención a estos casos y tome partido.