Durante más de sesenta años David Goldblatt (Randfontein, Sudáfrica, 1930) ha documentado parte de la historia de su país. La lente de su cámara ha examinado a habitantes y paisajes. El fotógrafo sudafricano, cronista por excelencia de la realidad del apartheid, y célebre por representar los cambios de Sudáfrica desde el régimen segregacionista hasta la actualidad, ha fallecido esta madrugada a los 87 años. Entre los triunfos que le acompañan se encuentra el título de haber sido el primer fotógrafo sudafricano en exponer en solitario en el MoMa de Nueva York en el año 1988, además de protagonizar una retrospectiva en el Centro Pompidou de París este mismo año, un premio Hasselblad en 2006 y la distinción de la Fundación Henri Cartier-Bresson en 2009.
En 1948 se puso en vigor el sistema de segregación racial, mismo año en el Goldblatt comenzó a interesarse por la fotografía. Empezó a tomar fotografías a los 18 años, momento en el que impuso el apartheid, eligiendo trabajar en ello y sin colores. En blanco y negro. Su extraordinaria crónica de la realidad política del apartheid fue lo que le trajo su fama internacional. Era implacable y tenaz en la persecución de motivos sociales y políticos. El propio Goldblatt se presentaba como un fotógrafo político, aunque supo eliminar de sus obras todo carácter sensacionalista. Evitó dedicarse a coleccionar imágenes activistas o de propaganda. Iba mucho más allá. Este nieto de refugiados judíos lituanos, fue educado creyendo en la igualdad y la tolerancia, dedicándose a documentar a través de su cámara los cambios sociales y democráticos que vivió el país antes y después de la llegada del primer presidente negro de la historia de Sudáfrica, Nelson Mandela, en 1994, revelando arbitrariedades de una sociedad en la que a día de hoy todavía sostienen mecanismos del antiguo régimen.
Es considerado como un referente de la fotografía documental del pasado siglo XX porque se esforzó en estudiar el apartheid desde otro punto de vista. Tenía una mirada “oblicua” y subjetiva. Evitaba los juicios transparentes y fáciles, las expresiones evidentes y obvias, prefería provocar con su trabajo una reflexión en el público, una especie de carga de profundidad que tan sólo se podía llegar a detectar si se analizaba la historia desde más allá de la problemática sudafricana. Divisando el problema desde el balcón de la condición humana.
Raramente tomaba fotografías de violencia o brutalidad obvias, prefería dirigir la atención hacia las complejidades de la vida cotidiana, observando el silencioso sufrimiento de los trabajadores negros en sus desplazamientos diarios en autobús o el privilegio casual de los afrikaners blancos. Se encargó de mostrar lo cotidiano con franqueza y humanidad, lo fácilmente inadvertido por estar acostumbrados. A lo largo de las décadas desarrolló un estilo que capturó momentos tranquilos en lo que se demostraban el profundo trauma causado por la división racial impuesta en su país. Nos enseñó la realidad sin tapujos y con sutileza. Mirando a los ojos el verdadero problema “sudafricano”. De ahí su reconocimiento y fama.
Al mismo tiempo que manifestaba su sensibilidad social y llevaba a cabo su obra en la que tomó como protagonistas a los habitantes de Sudáfrica, a su arquitectura y a sus paisajes los cuales inspiraban al autor a reflexionar sobre los valores de las gentes que lo habitaban, en los últimos tiempos ha incluido en su obra fotografías el color, así como nuevos temas. Los estragos del SIDA y el consumismo en una sociedad ya delicada después del apartheid, entre otros.
Con la pérdida de David Goldblatt nos despedimos del reflejo de una realidad olvidada. De cómo lo delicado puedo mover consciencias además de montañas.