Dice James Phelps (más conocido como Fred Weasley) que, cuando acabó de grabar Harry Potter y las Reliquias de la Muerte parte II, él esperaba que se quedaría con su varita. Ya saben, un recuerdo, un pequeño amuleto de un tiempo que acaba de terminar. Pero no. Su varita (la de Fred Weasley) está viajando por todo el mundo para que fans acérrimos o no tanto de Harry Potter puedan contemplarla, que no tocarla.
Ese es un poco el secreto de la Harry Potter Exhibition, la muestra sobre la saga del famoso mago que se estrena este sábado en Ifema, en Madrid: todo es real. Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson y el resto de sus compañeros de reparto trabajaron con eso que se ve ante nuestros ojos. Son estos los objetos que llenaron de magia los sueños de más de una generación. Porque Harry Potter no es exclusivo de los millennials, aunque hayan sido ellos los que lo han aupado a lo más alto.
“Harry Potter es un fenómeno transgeneracional. De hecho, el mayor número de entradas que se han vendido son para adultos”, argumenta Rafael Giménez, promotor de la muestra y portavoz de la empresa organizadora Sold Out. La exposición, además, acaba de prorrogar su estancia en la capital hasta el 2 de abril. ¿El motivo de tal ampliación antes incluso de la apertura este 18 de noviembre? Desde que se anunciara en septiembre se han vendido más de 150.000 entradas, una cifra que, según Giménez, es “récord absoluto” en esta clase de exposiciones, que llevan años recorriendo medio mundo.
La exposición ocupa el pabellón 1 de Ifema, un total de 1.400 metros cuadrados que albergan “muchos” objetos de todas las películas de Harry Potter. “No lo saben decir [el número exacto] ni los propios creadores, porque hay un montón”, comenta al respecto Giménez, que ha explicado a EL ESPAÑOL que, conforme se sigan grabando películas del universo pottérico, se irán incorporando a las exhibiciones. “Creo que dentro de unos años tendremos una súper exposición, pero seguramente, obviamente, habrá que reducir algunos de los elementos de ahora”.
¿Y qué elementos son esos? El visitante (que no tiene que ser experto en el mago para disfrutarla) podrá encontrar objetos auténticos de todas las películas de Harry Potter, algunos de ellos mostrados al mundo por primera vez, como los trajes de la cena de Navidad de Harry Potter y el Cáliz de Fuego (la cuarta entrega). También hay recreaciones, como la cabaña de Hagrid o un pequeño Dobby, que Oliver Phelps (George Weasley) querría llevarse a casa. “Quedaría genial en mi entrada”, ha comentado entre risas.
"Un viaje a la nostalgia"
Los hermanos Oliver y James Phelps, que encarnan a los gemelos George y Fred Weasley, son los padrinos de la exposición y por eso están en Madrid promocionándola. En un encuentro previo con periodistas, han explicado que, para ellos, esta muestra es “un camino de recuerdos para todos”. Así, no es de extrañar que ese “viaje a la nostalgia” empiece con el Sombrero Seleccionador. Los fans que lleguen a la exhibición tendrán un primer encuentro con él para determinar a qué casa pertenecen. Tras esto, y haciendo y pequeño giro de guion, volvemos a la estación de tren para ‘bajar’ del Expreso de Hogwarts y, ya sí, entrar al castillo del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
¿Primera parada? Tras pasar por la galería de los retratos, se llega a la casa Gryffindor, la de los valientes, a la que pertenecían la mayoría de los protagonistas de la saga. Una vez obtenido el beneplácito de la Dama Gorda, el visitante se adentra en los dormitorios de Ron y Harry: sus pequeños pijamas (la muestra sirve también para ver cómo todos hemos crecido con la saga), sus varitas, sus maletas… todo está allí. También, claro, lo de Hermione, pero esta vez enfrente y, por supuesto, con sus muchos libros y artilugios.
Tras pasar por aquí (con detalles como para pararse durante largos minutos), el fan reconocerá la sala de pociones: sí, estamos entrando a las clases. Son cuatro: pociones, adivinación, herbología y defensa contra las artes oscuras. Prácticamente todo lo que se puede recordar de las películas aparece ahí, empezando por el traje de Severus Snape y acabando por las silenciosas mandrágoras.
Hogwarts no sería lo que es sin el Quidditch, su deporte estrella. En la sala dedicad a él, el visitante podrá coger un quaffle [una especie de balón para los no entendidos] y tratar de meterlo por el aro del contrincante. Después, podrá fijarse en los detalles de los trajes utilizados para los rodajes, elaborados con todo lujo de detalles. Por supuesto, la snitch dorada está allí.
Y, tras un poco de deporte, ¿qué tal un descanso? La cabaña de Hagrid siempre está abierta y con un sofá presto para ser utilizado. También aquí. Eso sí, habrá que tener cuidado con los seres que suele guardar el semigigante favorito de Rowling… y con el bosque prohibido, que está justo al lado (como seguro que todo el mundo espera).
Preguntado sobre con quién se tomaría una cerveza de mantequilla, Oliver Phelps ha contestado sin dudar que con Voldemort. “Para poder mirarle a los ojos y decirle: ‘oye, ¿por qué haces lo que haces? ¿Por qué estás siempre enfadado?’. Efectivamente, en el universo de Harry Potter el lado oscuro estaba muy presente, como también en la muestra. Una colección de los elementos más negros de toda la saga: máscaras, dementores, la varita de Voldemort… por supuesto, también están los horrocruxes.
La visita empieza a llegar a su fin cuando volvemos al castillo para asistir a una de sus cenas. O a varias, porque han rescatado los vestuarios de diferentes momentos importantes que se vivieron bajo la luz de las velas del Gran Comedor. Aquí, por cierto, está la varita añorada de James Phelps (Fred para los amigos).