La segunda mitad del siglo XIX vivió una revolución científica y tecnológica sin precedentes. La teoría de la evolución golpeó en la línea de flotación el relato bíblico, el marxismo buscó dar una explicación científica a los cambios sociales y el dominio de la electricidad abrió las puertas a nuevos medios de transporte y comunicación que empequeñecieron el mundo.
Muchos proclamaron el triunfo de una razón que arrinconaría por fin la herencia de siglos en los que las religiones y las supersticiones habían servido para explicarlo todo. Sin embargo, contra todo pronóstico, hubo toda una explosión de fenómenos que renovaban la espiritualidad para enfrentarse a lo que consideraban un materialismo que amenazaba con arrasarlo todo. En este contexto, modas como el espiritismo hicieron furor, en muchos casos vestidas además con ropajes que pretendían otorgarles una apariencia cientificista.
Abundaron los médiums y los visionarios, pero nadie llegó al nivel e influencia de Madame Blavatsky. Nacida un día como hoy de 1831, como Helena von Hahn y en Yekaterinoslav (actual Ucrania), era hija de un oficial del ejército ruso y de una noble que además era novelista. Se cambió el apellido a Blavatsky tras un efímero matrimonio a los 17 años con el vicegobernador de Armenia, que le doblaba la edad, y de cuyo domicilio huyó sin haber consumado el matrimonio.
Búsqueda espiritual
A partir de ese momento, Blavatsky afirmó haberse embarcado en un viaje de búsqueda espiritual, ordenado por un maestro hindú que se le habría aparecido en sueños y visiones desde la infancia, y con el que posteriormente se habría topado en una calle de Londres en 1851. Ese viaje, que la habría llevado a lugares como Constantinopla, Egipto o Tíbet (que habría logrado visitar tras varios intentos infructuosos, pues en aquel momento era una zona prácticamente inaccesible para los occidentales), la habría puesto en contacto con un saber ancestral conservado por unos maestros o mahatmas.
El problema es que, cuando en 1874 Blavatsky concedió una entrevista en Estados Unidos relatando su odisea, resultó imposible (y aún lo es en nuestros días) corroborar sus afirmaciones. Por el contrario, y como afirma el mago y perseguidor del fraude paranormal James Randi en su Encyclopedia of Claims, Frauds and Hoaxes of the Occult and Supernatural, de lo que sí que hay constancia es de que en ese tiempo desempeñó varios oficios, como profesora de piano, jinete de circo o ayudante de un médium, donde habría aprendido los trucos que éstos empleaban para simular apariciones fantasmagóricas y fenómenos sobrenaturales.
En 1875, Blavatsky y su compañero Henry Olcott, siempre siguiendo las instrucciones de los maestros, que ella supuestamente recibía telepáticamente por comunión espiritual, fundaron la Sociedad Teosófica para extender un conocimiento que superaría la dicotomía ciencia-religión y dejaría atrás las creencias tradicionales a partir de un saber arcano procedente de la India. De hecho, trasladaron la sede de la sociedad a Adyar, en la India, donde aún permanece.
En Inglaterra tuvo además que enfrentarse a una demoledora investigación por parte de la Sociedad para la Investigación Psíquica
La fama de la teosofía, apoyada en libros de gran éxito de Blavatsky como Isis sin velo o La doctrina secreta, creció rápidamente, atrayendo a muchas figuras destacadas de la época como Edison. No obstante, la denuncia de varios seguidores del fraude que se ocultaba en las prácticas de la sociedad llevó a la fundadora a abandonar la India en 1885 para establecerse en Londres.
De la teosofía al New Age
Pero no acabaron ahí sus problemas, pues en Inglaterra tuvo además que enfrentarse a una demoledora investigación por parte de la Sociedad para la Investigación Psíquica que descalificó la actividad teosófica como fraudulenta (un siglo después, la sociedad reconocería que el método seguido en la investigación no fue impecable, lo que ha dado alas a los teósofos para contrarrestar toda crítica hacia sus creencias).
Blavatsky falleció de gripe en Londres en 1891, a los 59 años de edad. Tras su muerte, la teosofía vivió varias crisis y cismas, y su influencia se extendió a lugares oscuros como el Tercer Reich, donde muchos altos cargos del partido se declararon seguidores de esa doctrina.
Blavatsky logró la hazaña de doblepensar, de rechazar parte de la ciencia moderna
Pero su huella llega hasta nuestros días: como afirma Mauricio-José Schwarz en La izquierda feng-shui (Ariel), la doctrina de Madame Blavatsky sentó las bases para numerosos movimientos que vinieron después, como gran parte de la contracultura de los sesenta y todo el movimiento New Age: «Blavatsky logró la hazaña de doblepensar, de rechazar parte de la ciencia moderna (se declaró antidarwinista, por ejemplo) y de asumir como verdad otras partes que resultaban convenientes a su cosmogonía manufacturada.
Los 'verdaderos científicos' le daban la razón, los 'otros' eran malvados o servían a oscuros amos. Este esquema dual se repetirá en los siglos XX y XXI respecto de la medicina, la física, la biología, la genética, la ecología y otras disciplinas, que se valoran ideológicamente antes que por los méritos de sus datos, hechos y pruebas.»