Padre, hijo y espíritu santo. Carl Cox, el dios de la catedral de la música electrónica en España ha puesto este domingo -y parte de la mañana de lunes- el punto final a una etapa dorada, que se ha prolongado durante 27 años en Ibiza. La discoteca Space ha cerrado de manera definitiva en Playa D’en Bossa, ante más de 24.000 personas que han bailado al son de un cartel de más de 90 djs nacionales e internacionales durante más de 20 horas.
Desde las 16:00 del domingo, cuando Space abrió sus puertas por última vez, miles de amantes del clubbing han quemado zapatilla en las seis salas y escenarios que la organización ha instalado para la ocasión. El más llamativo, la Fight Area, ubicada en el parking de la discoteca y por la que en menos de 12 horas han desfilado artistas de la talla de Remo, Tale of us y Steve Lawyer.
Sin embargo, la estrella del cartel era sólo una: Carl Cox, quien anunció que colgaría los platos cuando se conoció que Space se convertiría el próximo verano en una prolongación del imperio de Abel Matutes Jr, Ushuaïa. En este cuento, la carroza no se convertía en calabaza a las 00:00, sino todo lo contrario. El productor de Barbados, ligado desde su orígenes a Pepe Roselló, dueño de Space, tomó el control para hacer un repaso a su larga trayectoria. Sonaron temas que, durante temporada tras temporada, han hecho su fiesta Revolution una de las que más ha colgado el cartel de aforo completo.
El asfalto del parking se llenó y Cox no falló en su habitual mezcla de house, techno y tac-house durante las dos horas que duró su primer show de la despedida final. Aquí volvió a reivindicarse como lo hizo a principios de semana la mano derecha de Susana Díaz en Andalucía, Verónica Pérez: “La única autoridad en el PSOE ahora mismo soy yo”. Eso vino a decir Cox, quien sólo fue interrumpido cuando él mismo paró la música para dar al intro y meter el Imagine de John Lennon. Silencio de incredulidad, pero las miles de personas allí reunidas comenzaron a cantar al unísono este himno.
Coro góspel a tope
A este pasteleo le siguió otra ración de almíbar y sobre el escenario se colocó un coro de góspel de niños y adultos vestidos de blanco impoluto. Era esta la “surprise live act” prevista en el cartel y que decepcionó de manera descomunal a los presentes: los cientos de metros del aparcamiento se comenzaron a vaciar antes de que los coristas terminasen.
Por la sunset terraza, lugar emblemático de la discoteca durante sus sesiones de after que dejaron de celebrarse desde el 2007 y que supusieron un gran varapalo para Roselló, desfilaron David Moreno, Oscar Colorado, Jason Bye o Graham Sahara. Y allí se escucharon himnos matineros como el Love is in the air o Sun rising up, que popularizó la vocalista Rebeka Brown quien comenzó micrófono en mano en aquella primitiva a forjar la leyenda de la diva del house.
Tampoco faltó Brown a la cita histórica. Más diva y menos Rebeka que nunca. Despreció en varias ocasiones a los técnicos de sonido por no querer quitarle el “limitador” que por norma están obligados a utilizar en espacios abiertos como era Premier etage: “Pero si os van a cerrar, qué más os da”. “Me tienen negra y eso que no lo soy”, espetó a los asistentes. Finalmente, el equipo cedió y los decibelios de los altavoces se multiplicaron.
Ya dentro, el grueso de las 20 horas de fiesta non stop se concentró en la main room: Jon Rundell, Marc Maya, Steve Bug y Cristian Varela. Y de nuevo, Carl Cox. Se puso a los mandos de la cabina a las 06:00 de la mañana y no terminó hasta las 12:00 de la mañana (justas). La empresa no quiso saltarse ni un minuto la normativa en la isla blanca y no complació a los todavía presentes que insistieron reiteradamente en “una más”. Así las dos últimas canciones que sonaron, llenas de carga simbólica fue el Finally y Wish I didn´t miss you. Después, unas escuetas palabras de Cox de despedida que bien no podrían serlo como tal: “Gracias, Ibiza: Hasta pronto”.