A las cinco de la tarde de un miércoles de agosto, la Plaza Guardia de Corps es como un poemita seco, un trozo de ciudad con piel de lagarto. Aquí no hay banco que sepa nada del mar. Unos cuantos estudiantes -endeudados con septiembre- salen de la biblioteca de Conde Duque y se fuman un cigarro con gesto mohíno antes de volver a entrar. La taberna de vinos ayuda a que algunos vecinos se encomienden al café con hielo a su sombra. Todo es tranquilo y lento, pesado y plácido.
El parque de tierra acoge a perros revoltosos y a un hombre-lector en una de esas butacas grandes clavadas al suelo que crean la ficción de salón de casa. Las cosas, las personas, ocupan sus lugares lógicos, caminan sus pasos predecibles. Como siempre. Sólo Clara Campoamor falta, con sus cejas pobladas y su expresión amable, desde que desapareció el pasado fin de semana. "La libertad se aprende ejerciéndola", dijo una vez, cuando aún no era de bronce y valía más que su peso.
'Rumanos o memoria histórica'
Malasaña la quiere aunque no memorice su biografía. Hay quien iba a hacerse fotos con ella y le colocaba el brazo sobre el hombro. Campoamor -a la que muchos llaman "la olvidada" y apenas entra en el currículo escolar- es la reina de su plaza. Y los que la observaban y la hacían suya como un elemento identitario más de ese hogar que es el barrio no se conforman con las hipótesis oficiales. "Bueno, lo que se habla aquí en las tertulias en los bares es que puede haber sido un grupo de rumanos para vender el bronce, cosa que nos parece un poco extraña", relata a EL ESPAÑOL un vecino de Conde Duque. "O también, como está lo de la memoria histórica, la revisión de las calles y demás, puede ser que un grupo de extrema derecha haya cogido y haya dado este golpe, digámoslo así". Sostiene que, dado que "el Ayuntamiento está quitando las calles a los comandantes, generales y demás, pues la extrema derecha habrá dicho 'nos llevamos a Clara Campoamor, que era de izquierdas. Es lo que se habla aquí, vamos".
El Ayuntamiento está quitando las calles a los comandantes, generales y demás, pues la extrema derecha habrá dicho 'nos llevamos a Clara Campoamor, que era de izquierdas'
Campoamor nació muy cerca del parque que la homenajea a diario, justo al inicio de la calle Marqués de Santa Ana. Malasañera de cepa, primera abogada de España -junto con Victoria Kent-, diputada, feminista de pata negra, fundadora de la Unión Republicana Femenina: luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, por la igualdad jurídica de los hijos e hijas nacidos dentro y fuera del matrimonio, por el divorcio y el sufragio universal. Jesús vive en el número 2 y sale a pasear a su perro. Habla de Campoamor, la vecina perdida, justo donde debería estar su busto: "Es un icono; yo no sabía que era tan famosa a nivel de la calle, pero sí. Es una referencia del feminismo y del sufragismo universal: era y es importante tenerla aquí", cuenta.
Venganza contra el feminismo
Ofrece otra posibilidad respecto al rapto de Clara: "El feminismo está subiendo; gracias a Dios, está en alza, y creo que a bastantes sectores les puede molestar. Lo mismo ha sido una especie de venganza, no lo sé, pero puede ser una razón", sugiere. Berto camina por la plaza acompañado de un colega y, cuando les decimos que han robado el mítico busto, grita "¡hostia!". No se había dado cuenta hasta ahora. Se ajusta la pequeña boina azul y reacciona: "Hombre, yo sólo sé que fue la primera feminista, que consiguió votar y demás, pero vamos, desde luego, queda mucho más feo sin nada ahí", sostiene. "Todo ese tipo de cultura para el barrio viene bien, aunque sea por curiosidad". Cree que es una figura que prolongar y, en el caso de que no aparezca, que reponer: "Claro. Esta plaza está identificada con esa leyenda".
El feminismo está subiendo; gracias a Dios, está en alza, y creo que a bastantes sectores les puede molestar esta figura. Lo mismo ha sido una especie de venganza
Otro de los vecinos -y dueño de un par de locales cercanos- llama a Campoamor "cosa nuestra": "No tienen por qué quitárnosla, me parece muy mal, joder. Pero vamos, que también me parece mal que hayan tardado tantos días en decir que era un robo. Así de claro". El caballero, como muchos otros paseantes, creía al principio que se habían llevado la cabeza de la política para "restaurarla" ya que a veces "tenía pintadas". Una pareja de jóvenes aluden, especialmente, a ese amor que crea el hábito. "Te acostumbras a verla al pasar por aquí, te familiarizas con ella, y, de alguna manera, el que falte... lo echas de menos". Piensan que, a nivel de personaje histórico, es fundamental mantenerla porque "fue una mujer avanzada para su época, que tuvo mucha repecursión y que merece ser reconocida".
Contra Victoria Kent
La icónica mujer tuvo que enfrentarse incluso a la izquierda para que sus compañeras de género votasen: con excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, el ala zurda de su momento prefería que las mujeres no ejerciesen su derecho al voto porque pensaban que estaban demasiado influidas por la Iglesia y que apoyarían a la derecha. En esta corriente se encontraba Victoria Kent, sin ir más lejos. Y a ella tuvo que encararla el 1 de septiembre de 1931, saliendo, al final, triunfante: "Comprendo la tortura del espíritu de la señorita Kent al haberse visto hoy en el trance de negar la capacidad inicial de la mujer", guiñó.
"Yo, señores diputados, me siento ciudadana antes que mujer y considero que sería un error político dejar a la mujer al margen de este derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros". Y remató, al cabo: "La única manera de madurarse en el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos, es caminar dentro de ella". Esa es la Campoamor que ahora falta en la plaza.
Yo, señores diputados, me siento ciudadana antes que mujer y considero que sería un error político dejar a la mujer al margen de este derecho
Gerardo es cándido, habla bajito y luce tatuajes horizontales en los brazos. Regenta uno de los comercios de ropa de la plaza. "Clara Campoamor es un personaje histórico de la República e hizo mucho por el género femenino", dice. "Es importante y venía mucha gente, también femenina, a ver su busto. Es relevante en España por todo lo que luchó por la mujer". Maricarmen, que vive justo en el bloque que daba al busto extinto, es menuda, dispuesta y lleva el pelo cano cortado a lo garçon. Viene aquí y pone orden en la plaza árida: "Ella habló hace muchos años en favor de toda las mujeres; me parece una persona vital, fue muy valiente en los tiempos en los que le tocó vivir", lanza.
"Tenemos muchas cosas que agradecerle a Clara Campoamor. Antes las mujeres no tenían derecho ni a firmar en el banco, casi, ni a regentar un negocio. Y lo de votar, ya para qué. Ni a tener palabra en el parlamento. Todo gracias a su impulso, y a que fue valiente. Muchas mujeres tendrían que ser así, y dejarse de pamplinas", dice, mientras hace el gesto de poner el puño sobre la mesa. Nada más. Maricarmen habla y Guardia de Corps se calla.