Entre hombres y mujeres sobresalientes, la sabiduría destaca más. El viernes, en Oviedo, el filósofo Emilio Lledó no hizo sino condensar en un discurso de apenas cinco minutos las claves de un pensamiento bondadoso, en toda la magnitud de lo que esto significa. Porque bondad, recordó el maestro, procede del término griego que designa la excelencia. Una estética que va más allá de un código de conducta sin contrapartida para convertirse en ética. Lledó recibió de manos del rey Felipe VI el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, en la primera gala de los galardones bajo su renombrada denominación.
Lledó (Sevilla, 1927) habló del mundo en que vivimos y de la importancia de las Humanidades. "Las humanidades se aprenden, se comunican. Las necesitamos para hacernos quienes somos, para saber qué somos y, sobre todo, para no cegarnos en lo que queremos, en lo que debemos ser", dijo en su intervención.
"Una experiencia incesante, la vida. Vamos aprendiendo a mirar, a asombrarnos de la naturaleza que nos rodea: los árboles, las nubes, la luz, el mar, la tierra, los frutos de la tierra", comenzó explicando el pensador. "No podríamos imaginar en nuestro mundo tecnológico –fruto, en sus orígenes, de la ciencia, de la pasión por conocer- que, de pronto, nos dijera algo así como: mañana no habrá aire, mañana, nunca más habrá agua. Nos sobraría ya todo, no habría prodigio técnico capaz de compensarlo". El ecologismo cobra en sus palabras una nueva dimensión, preocupada y cabal. Nos interesa escuchar, parece decirnos, esto nos concierne a todos.
Riqueza social
Pero su discurso gira enseguida para hablar de otra luz, la interior, el "descubrimiento del gozo de los sentidos", determinada por "una nueva forma de mirar, y unos nuevos objetos “ideados” “mirados”, que la tradición latina llamará conceptos". Conceptos como verdad, bien, belleza. "Puras voces, puro aire semántico que nada señalaban fuera de sí mismo, pero cuya mismidad empezó a hacerse tan imprescindible como el aire o el agua". Ahí nació el concepto de las humanidades. "Un término que se nos ha hecho familiar, y que, por esa misma familiaridad, podríamos resbalar, sin darnos cuenta, por el fecundo territorio de sus significados".
Las humanidades, recordó, son "fruto de un largo proceso cultural. Es un ideal en la memoria colectiva y, sobre todo, resultado no sólo de la “teoría”, de la mirada, sino que es fuerza, dinamismo, riqueza para la sociedad".
El género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad
La verdad era fundadora de convivencia, estructura esencial en el comportamiento de la sociedad", recordó. Pero ese ideal "está en la realidad lleno de nubarrones violentos. Basta abrir los periódicos o escuchar las noticias. Y esa oscuridad nos lleva a pensar si esa prodigiosa invención de las “humanidades” no se nos ha deteriorado y si, a pesar de los indudables progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad".
Frente a éstas se alza la “bondad”, continuó el filósofo. "Si analizamos los primeros textos donde aparece esa palabra, descubrimos que el Bien –tò agathón– la excelencia, la virtud, la conciencia moral y todo lo que se encerraba en la palabra areté, fue surgiendo y evolucionando desde el cobijo del clan familiar. El bien se levantó desde ese espacio de mutua ayuda y protección con que la naturaleza asimila, alienta y sostiene sus propios productos".
Igualdad y justicia
Lledó acabó reflexionando sobre la educación y la construcción de la persona. "Estoy convencido de que los maestros, los profesores, son conscientes de ese privilegio de la comunicación, de esa forma suprema de “humanidades”. Ese anhelo de superación, de cultura, de cultivo es, tal vez, la empresa más necesaria en una colectividad, en una “polis” y en su memoria. En ella, en esa educación de la libertad, alienta el futuro, el de la verdad, el de la lucha por la igualdad, por la justicia, por la inteligencia".