Hace unas semanas escribía por aquí, apenado, que Telemadrid prescindía del programa presentado por Inés Ballester (61 años), Está pasando. Acontecía el funesto hecho en plenas vacaciones y juro que, aun entendiendo como creo que lo hago el funcionamiento de la televisión -manida es la frase de que hoy estás aquí y mañana vete a saber-, me invadió una honda pena por Inés. La tengo en alta estima y creo que es una profesional de abolengo que nunca, a saber por qué, ha encontrado ese formato plácido y duradero, ese que todo profesional de su talla ya debería contar en su haber. Ese que te avala por siempre.
Pero ella no, y mira que le ha dedicado años a esto. Decían los de Telemadrid que el espacio de Ballester echaba el cierre porque ya la audiencia no respondía como antes, porque ese parón en plena pandemia hizo que el público desconectase, pulsase ese botón del mando a distancia y se quedase en otros lares. A mí, que me perdonen, aquello me sonó rarísimo, palabras huecas para despachar sutilmente un formato que no les compensaba. Me consta que a Inés aquello la pilló baja, pero que entendió que así es la tele. Sé que se le prometió no dejarla en la estacada.
Y esa promesa la vi igual de vacua, pero no. Resulta que no la han dejado tirada. Sin que nadie se lo esperase -he preguntado a dos fuentes amigas de la cadena y me aseguran que nada oficial había planificado de cara al nuevo curso para Inés y que Está pasando, se entendía, pasaba a mejor vida-, ¡la autonómica vuelve a darle una oportunidad al formato y a Inés! Qué felicidad, qué algarabía. ¡Esa es la justicia que tenía que hacerse! Pero, tras la euforia inicial, el periodista se abre hueco: ¿qué ha cambiado de entonces a ahora?
Hago una llamada y me cuentan que hay truco en esta vuelta. Una condición, será un espacio reformado en el que si bien Inés continúa siendo la capitana del barco, tendrá que compartir la suite con otra persona: Nacho Abad (50). Ballester y Abad, mano a mano. Esa es la condición. Necesitan, el programa necesita, a Nacho. Una persona de la cadena me secretea que esta nueva oportunidad será determinante y que se debe echar toda la carne en el asador. O lo que es lo mismo, fichar a un portento, a alguien que vaya solo, que no necesite presentación ni prueba, alguien que te levante la audiencia a golpe de exclusiva y caché: Abad.
"Nacho es el prestigio que el programa necesita", me deslizan. En esa línea, se me hace ver que Inés "está muy contenta" con este regreso tan rápido e inesperado. "Tiene ganas de volver a coger el timón y mantiene una buena relación con Nacho", me siguen chivando. Ella se toma estas novedades en Está pasando como "un cambio para bien". Me cuenta una amiga suya que Inés, a estas alturas, tiene claro que como mejor se está es trabajando. Ha probado mucho banquillo y esos remilgos hace tiempo que se le fueron. Yo le recomendaría la magna frase de María Teresa Campos (78): "No hay trabajo grande o pequeño, sino bien hecho o mal hecho". Eres de esas mujeres trabajadoras, obreras de este oficio, de las que echan horas como descosías, pero siempre sin aspavientos. Nunca te he visto un desmán de diva, un mal gesto, una mala reacción, ni siquiera una palabra revenida. Y habrás tenido malos días, como todos. No conozco a nadie que hable mal de ti. Absolutamente a nadie. Y mira que he preguntado. Por eso, por ese legado afectivo y laboral que acumulas por donde pisas, te mereces trabajar sin parar. Ah, que nadie se apene por Susanna Griso (50); ella continuará teniendo en su plantilla a Nacho. Él compaginará ambos proyectos. Suerte en el nuevo curso, Inés, aunque no la necesitarás.
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