En 1993 Antena 3 apostó por uno de sus mayores lanzamientos televisivos, El gran juego de la oca, que venía triunfando sin cuartel en su versión italiana, Il Grande Gioco Dell’Oca. Se puede decir que con este formato se dio un giro de tuerca al entretenimiento en España y se fomentó el juego de mesa en su amplia definición. Emilio Aragón (60 años), Lydia Bosch (55) y Patricia Pérez (45) fueron los encargados de ponerse al frente de la primera etapa del programa, que tras permanecer dos temporadas en la cadena de San Sebastián de los Reyes -por las que desfilaron presentadores como Pepe Navarro (67), Ivonne Reyes (51) o Andrés Caparrós (75)- saltó a Telecinco en 1998 bajo el título El nuevo juego de la oca.
El concurso, dirigido por el propio Aragón y producido por Globomedia, se grababa en los estudios de Antena 3 situados en El Álamo. Allí se instaló el que se convertiría en el centro neurálgico del concurso: el tablero del juego de la oca, con sus 63 casillas incluidas. El elemento principal desde el que partía todo eran los dados. Con dos de ellos, los concursantes tenían como objetivo llegar a la última casilla antes que los demás. Para poder avanzar, debían enfrentarse a una serie de pruebas/obstáculos.
Beso o tortazo y El barbero, son algunas de las más míticas trabas con las que se topaban en el farragoso camino. Cada concursante comenzaba a jugar con 100.000 pesetas -actualmente unos 600 euros- y por cada casilla que avanzaba, al tirar los dados, ganaba 10.000 pesetas -aproximadamente 60 euros-. En cada casilla había una magna prueba, en la que el concursante apostaba parte del dinero que tenía acumulado. Si superaba la prueba, doblaba lo apostado; y si no la superaba, lo perdía.
Sin embargo, viéndolo desde el prisma de la actualidad, no todas las pruebas de entonces serían tan bien aprobadas en la actualidad. La más polémica, sin duda, y que en la actualidad se ha llegado a reponer dentro del contenedor de zapping Tal como éramos, era aquella que consistía en que un concursante, en este caso un hijo, golpeara con saña el trasero de su madre, parte del cuerpo en la que se le habían colocado unos sensores. El concursante superaría la prueba en el caso de que los azotes alcanzaran un elevado nivel, el más alto, que se regularía con un marcador.
"¿Está usted dispuesta a sufrir por su hijo? ¿Sí?, ¿aunque le pegue fuerte?", le inquirió Pepe Navarro a una madre durante una de las pruebas. Esta accedió, pero, como el hijo se achantó, el conductor, junto al público, animaba al concursante: "Más fuerte, sufra usted, señora". Enmarcado en clave de humor y con el desenfado y la inocencia de la época, la prueba no se veía entonces con los mismos ojos que en la actualidad. De hecho, no sería viable su realización a día de hoy.
Más allá de esta prueba, lo cierto es que el espacio estaba amenizado por unas bailarinas que tenían un gran peso en el programa. Bajo el nombre de Las Oquettes, se encargaban de animar el asunto y de dar paso a las pruebas con coreografías de todo tipo. Así y todo, queda patente que El gran juego de la oca era un programa de entretenimiento puro y duro, un pasatiempo televisivo imprevisible que reunía cada sábado por la noche a miles de familias frente al televisor, algo que se reflejaba en sus datos de audiencia. Su primera temporada, que contó con un total de 39 emisiones de manera ininterrumpida, superó sin problemas el 20% de cuota de pantalla, disparándose en ocasiones por encima del 30% con más de 4 millones de espectadores.
El gran juego de la oca se convirtió con el paso del tiempo en uno de los formatos más queridos y recordados por los espectadores. A pesar de que Telecinco intentó replicar su éxito a finales de los 90 con Elsa Anka (53) y Paloma Marín como maestros de ceremonias, la audiencia no respondió bien ante el regreso del formato.
Tras emitir trece entregas en directo, una de las grandes diferencias respecto a su etapa en Antena 3, la cadena decidió retirarlo de su parrilla. En 2011 se planteó el regreso de El gran juego de la oca a la televisión española con una versión actualizada de la mano de Europroducciones TV, productora de El Grand Prix. No obstante, ninguna cadena de televisión consideró que la puesta en marcha del formato fuera viable, por lo que las negociaciones finalmente no llegaron a buen puerto. En este caso, cualquier tiempo pasado sí fue mejor.
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