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Hace unos días, el 28 de octubre, EL ESPAÑOL informó de que Vanessa Martín, expareja sentimental de Pepe Navarro (72 años) -romance, hoy aciago para ambas partes, que se desarrolló en los años noventa-, no se rendía en su lucha judicial contra el presentador. Que el litigio continuaba su curso. 

De este modo, Martín, a través de su equipo legal, recurría el sobreseimiento de la demanda que le interpuso a Pepe en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Torrent, en Valencia, por injurias y calumnias. Todo vino motivado por una intervención televisiva de él en la que calificó a Vanessa de "farsante", "indigna" y "repugnante".

Pero, 24 horas después de que este diario informara de este movimiento legal que eterniza, aún más, el enfrentamiento, todo quedó en un segundo plano; la realidad, devastadora, se impuso. La DANA arrasó gran parte de la Comunidad Valenciana el pasado 29 de octubre, martes. Riadas, casas arrambladas por el agua, muertes, destrucción, barro...

Vanessa Martín, en una fotografía de sus redes sociales.

Torrent, la localidad donde reside Vanessa Martín, se ha visto muy afectada. La prensa ha informado de la tragedia que se vive en dicho pueblo con la desaparición de los pequeños Izan y Rubén. Pero hay más sucesos y trágicos testimonios. La vida de Vanessa cambió de súbito y para siempre el martes de la semana pasada. Al filo del mediodía. Nunca, jamás va a olvidar Martín ese día. 29 de octubre de 2024, marcado en rojo en su calendario vital. Entre otras razones porque, ironías macabras del destino, ese día fue su cumpleaños. Su 48º cumpleañosAntes de que la furia de la DANA dejara tras de sí dolor y angustia y desesperación, y existencias rotas para siempre, Vanessa organizó un día familiar por su efemérides.  

Cuenta a EL ESPAÑOL, aún con la voz estrangulada por la emoción, que había reservado mesa a las 15:30 horas, en un restaurante en el Puerto de Valencia, llamado Marina Beach. Una agradable comida. Necesitaba Martín esa distracción, ese festejo, pues días antes su gata apareció fallecida y le tocó bastante el ánimo.

En torno a las 13 horas aproximadamente, Martín se metió en la ducha para comenzar a prepararse. Advierte a este medio que ya entonces "vi el cielo superraro", "tenía como una mala sensación de que algo iba a pasar". Una suerte de premonición que le hizo cambiar de planes. "Y menos mal, porque si llegamos a coger la carretera que lleva al puerto, no lo contamos", reflexiona. 

Sostiene Vanessa que fue cuestión de minutos, que el agua, furiosa, arrambló con todo. De entrada, con la casa de sus vecinos, fallecidos. Sintió Martín terror y asevera que, en el peor trance de la DANA, "llamé para despedirme de mi familia". Dentro de la catástrofe, Vanessa da gracias de estar viva, por que tanto ella como los suyos pueden contarlo. 

Defiende que la alerta de Emergencias "sonó a las ocho de la tarde", cuando ya la DANA había sembrado el caos y la muerte. Asevera que, lógicamente, las autoridades pertinentes no han actuado como deberían. Ella, dentro de todo, pudo salvar su coche: "Me dio tiempo a salvarlo, pero de casa se me callaron casi todos los muros. Esto ha sido un infierno. Hemos estado casi tres días sin luz, ahora ya la tenemos. Seguimos sin agua".

Vanessa dice estar bañándose gracias al agua de su piscina, "que la pude tratar". También le dio tiempo a poner a resguardo algunos alimentos para subsistir: "Tengo una casa grande, con tres neveras y cuatro congeladores. Menos mal que tenía un generador, lo enchufé y pude salvar la comida". Arguye Vanessa que todavía queda mucho camino por recorrer.

"Vas por la calle y te encuentras muertos. No se está contando en la televisión la verdadera gravedad de la situación", razona. También asegura Martín que se enfrenta a un futuro tan duro como incierto: "Por no hablar de las epidemias que sufriremos por todas las infecciones que están en el agua".

Vanessa pone el foco en que donde ella vive, en una zona de campo, a las afueras, nadie se ha acercado para saber cómo están. Ni la UME, ni el Ejército. Sólo entre los vecinos se ayudan. "Somos los grandísimos olvidados. Aquí hay dos barrancos, que se han desbordado. Pagamos el IBI igual que el resto de Torrent y nadie viene", denuncia Martín. 

Después de haber vivido tamaña desgracia, Vanessa no tiene tiempo ni ánimo para pensar en otra cuestión que no sea reconstruir su casa y, por ende, su vida y su día a día. Tomarle el pulso de nuevo a la vida. Seguir adelante ante tanta pérdida y destrozo no es fácil. Pero Vanessa no está sola. A veces la vida muestra su peor cara y estas catástrofes te hacen reconsiderar qué es lo realmente importante. 

Claro está, esto no quiere decir que sus batallas judiciales con Pepe Navarro vayan a paralizarse. Nada que ver; todo sigue adelante. Vanessa conoce su verdad y la defenderá hasta el final. A veces la injusticia le hace replantearse hablar, alto y claro, poner su realidad blanco sobre negro: que todo el mundo conozca su testimonio. Pero sabe que la mejor vía es la judicial.