Cuando quedan dos días para el primer aniversario de la muerte de Jesús Quintero, conocido popularmente como El loco de la colina, por su mítico programa de televisión, su hija Andrea, también periodista, ha concedido una entrevista para recordarlo. No sólo evoca a su padre en esta conversación, sino también en un libro, publicado esta semana junto a su hermana, que es coatura. Ambas envían este mensaje: "Hace falta un silencio reflexivo" en los medios.
"Hay un viejo axioma en la comunicación -decía Jesús Quintero- que dice que, si un grifo está continuamente corriendo, solo reparamos en él cuando deja de echar agua. Yo vengo a parar el grifo para empezar desde el silencio y reclamo su complicidad para descubrir de nuevo el valor de la palabra. A través del silencio, busco el sonido natural, la respiración del mundo".
A Andrea le brillan los ojos cuando lee las palabras de su padre al que admira profundamente y al que la familia homenajea en Memoria del silencio. El mundo desde la colina, publicado por Temas de Hoy, con prólogo de Raúl del Pozo, en el que se pueden rememorar o descubrir fragmentos de entrevistas célebres.
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A Jorge Luis Borges, Antonio Gala, Mario Vargas Llosa, La Pasionaria, Rocío Jurado, Iñaki Gabilondo, Eduardo Galeano, José Saramago, Ana Obregón, Marujita Díaz, Paulo Coelho, y un largo etcétera. "Creo que si él estuviera no podría elegir entre sus entrevistados, pero le encantaba la gente de los márgenes, los locos, los bohemios, los libertarios y por supuesto los filósofos", comenta Andrea en la entrevista que ha concedido a la Agencia EFE sobre los entrevistados con los que más disfrutó.
Si ella fuera la que tuviera que pronunciarse lo tiene claro: "Me quedaría con las conversaciones de 13 noches, las 13 entrevistas con Antonio Gala. Son sublimes e historia de la comunicación de nuestro país y de la literatura porque son espectáculos".
En el plató donde discurrían esas entrevistas estaban muchas veces su hermana y usted.
Yo me quedaba bicheando en la sala, viendo en las pantallas. Nos encantaba verle en su entorno, pero en ese momento él no estaba para nada. Estaba muy concentrado. Era una persona muy seria con el trabajo, le gustaba ir muy seguro. Se preparaba mucho las entrevistas aunque muchas veces no hacia caso alguno de lo que llevaba apuntado. Era muy perfeccionista, no toleraba ningún ruido mínimo de fondo. Quería un silencio total y lo conseguía.
Concebía la entrevista, según decía, como un espectáculo en el que también era posible improvisar para hacer que el entrevistado se sintiera cómodo. Hizo de las pausas y el silencio sus aliados...
Afrontaba cada entrevista como un aprendizaje y una oportunidad de conocer y empaparse del conocimiento de la persona que tenía delante. No lo concebía de otra manera. Nunca pensó en la entrevista como en un interrogatorio, sino como una conversación y las charlas eran fructíferas y hacía sentir cómoda a la persona que tenía delante. Si tú también eres sincero y te expresas con transparencia, fomentas que la persona que tienes delante también lo haga.
Él comentaba que lo que sabía de comunicación se lo debía a los 14 años de psicoanálisis ¿sufría con la vida?
Sufría tanto como disfrutaba. Mi padre todo lo hacía con intensidad y todo le aportaba. Lo que le hacía tan inteligente es que no dejaba que la vida y las ocasiones, las experiencias, pasarán por encima, sino que permitía que dejasen una huella en él y le hiciesen crecer. Estuvo creciendo y aprendiendo toda la vida. Es una de las cosas que más me hacen admirarlo a nivel personal, mucho más allá de lo profesional.
Tuvo etapas de depresiones en determinados momentos, como cuando murió su hermano de bien joven. Le dejaron huella. El psicoanálisis le acompañó toda la vida y sacó de eso muchísimo para las entrevistas porque muchas de las preguntas iban al alma, a las cuestiones importantes, en las que todos somos iguales.
¿Le gustaba más escuchar o que le escucharan?
Escuchar, sin duda. Mi padre era una persona de pocas palabras. Le gustaba hablar y expresarse, pero era más de mantenerse callado, de escuchar y decir la palabra justa y precisa que de explayarse demasiado. No le gustaba nada conceder entrevistas y de hecho concedió muy pocas.
Y criticaba la información superficial y lo que llamaba telebasura.
Cualquiera que lea el libro le va a quedar muy claro lo que opinaba de la televisión actual. Lo advirtió y no solo él, también muchos grandes alertaron de que cada vez se hacía información con menos calidad y contextos.
¿Hace falta más información de contexto?
Hace falta algo que contraste con la rapidez del consumo informativo que tenemos, un espacio de silencio reflexivo para después desengranar y ver qué significan todos esos hechos y ayudarnos a entender y crear nuestra propia opinión. No que nos digan lo que tenemos que pensar. Mi padre, cuando entrevistaba, su pregunta no era solamente para el que tenía delante. Muchas veces era para cualquiera que le escuchase, y que se la hiciera desde casa también.