In Memoriam. El ámbito social de nuestro país ya puede tirar de archivo porque en lo que va de año han fallecido algunas de las personas más conocidas de las últimas décadas. En esta semana que está a punto de acabar ha muerto María Teresa Campos y María Jiménez, dos andaluzas de rompe y rasga, independientes, feministas y que siempre tiraron de sus propios carros a pesar de los sinsabores. Ya no hay nombres estelares. El único que queda, Concha Velasco (83), está eclipsado por una enfermedad que va apagándola poco a poco en la residencia Orpea Punta Galea en Las Rozas (Madrid).
Manuel Velasco, su fiel escudero que ha acabado agotado de lidiar con prensa para aclarar y desmentir rumores sobre la salud y la economía de la protagonista de Las chicas de la Cruz Roja (1958), delegó tal responsabilidad a Beatriz Cortázar (60) a finales de agosto. Ejercerá tal trabajo de forma altruista. En septiembre de 2021, tras la petición encarecida y reiterada de sus vástagos -Manuel y Paco- la artista decidió dejar los escenarios en su tierra natal, concretamente, en el teatro Calderón de Valladolid con la obra La habitación de María. Después de casi siete décadas a pie de cañón, la veterana intérprete se despidió cariñosamente de su público.
La vida de la que es probablemente la última gran estrella que queda en nuestro país ha estado jalonada de numerosos éxitos, pero también de sonoros fracasos amorosos como lo fue su matrimonio con Paco Marsó. Ella estaba muy enamorada de él, pero le llevó a la ruina. Sus infidelidades, las fiestas nocturnas y su afición al juego provocó que las cuentas corrientes soltaran puro fuego. Además, sus infructuosas producciones teatrales en las que invirtieron varios millones de euros como el musical Hello Dolly o Matahari. Debido al primero tuvo que vender su mansión de La Moraleja, su piso de Madrid y un apartamento en Cullera. Su situación ha sido tan crítica que poco antes de ingresar en la residencia confesó: "He tenido que vender la cubertería para poder comprar en la farmacia".
Esta caída en desgracia es comparable a la de María Teresa Campos, fallecida este lunes a los 83 años. A pesar de que su estrellato le llegó tardío, con 45 años, y de la mano de Jesús Hermida, la malagueña de adopción consiguió convertirse en la primera reina de las mañanas y, por ello, cobró la primera cifra colosal que desencadenó la guerra entre cadenas. En TVE conquistó los matinales con Pasa la vida (1991-1996) y al acabar le sedujeron los 500 millones de pesetas (3 millones de euros) que Telecinco le puso sobre la mesa para presentar 200 programas de Día a Día (1996-2004). Al inicio de la nueva temporada de 2004 se pasó al otro bando ya que aceptó 3 millones de euros por estar al frente de Cada día en Antena 3, que resultó tal fracaso que solo duró una temporada. Sí, ¡Qué tiempo tan feliz! (2009-2017) en Telecinco le devolvió el esplendor, pero también fue el tobogán que la llevó hasta el principio del fin de sus días.
Cuando en 2017 prescindieron de ella se sumergió en una profunda tristeza. No ya porque se sentía inútil, sino porque tenía que hacer frente a los millonarios gastos de la mastodóntica mansión que poseía en la urbanización Molino de la Hoz de Las Rozas. La había puesto en venta por 4,5 millones de euros y tras cinco años en el mercado, en 2021 la vendió por 2,5 millones. En esa transacción no sólo perdió dinero, sino que durante el tiempo transcurrido para poder sufragar los gastos tuvo que deshacerse de un ático de lujo en Aravaca por 1,3 millones de euros y un piso en el centro de Málaga por unos 400.000 euros. Sus hijas, Terelu (58) y Carmen (57) van a recibir una pingüe herencia con respeto a todo lo que había generado la comunicadora.
María Jiménez sufrió mucho en la vida. Su infancia sevillana la pasó en un piso tan pequeño que el baño se hallaba en un pasillo donde lo compartían los vecinos. Como su padre había enfermado tuvo que ponerse a trabajar limpiando platos, envolviendo polvorones o cuidando niños. A los 15 años se marchó a Barcelona donde ejerció de 'chacha', como a ella le gustaba decir, para una familia de la alta burguesía y, en la Ciudad Condal, empezó a cobrar 200 pesetas diarias por cantar en la taberna flamenca Villa Rosa. Aquel fue su principio artístico.
La situación se complicó con su embarazo antes de cumplir los 18, pero el nacimiento de su hija Rocío, a la que se dedicó en cuerpo y alma después de que el padre las abandonara, fue el momento más feliz de su vida. Quien le iba a decir a ella que en enero de 1985 aquella dulce criatura fallecería con 17 años en un accidente de coche. Sumida en una gran depresión intentó tirar con su vida como pudo, pero Pepe Sancho, con quien se casó en tres ocasiones, no se lo puso fácil ya que fue víctima de la violencia machista. A principios de este año, el único hijo de la pareja se acercó al foco mediático para sentarse en Sálvame Deluxe donde confesó que "yo vi la sangre de mi madre". La intérprete de Se acabó (1978), su primer éxito, denunció a su exmarido en los juzgados.
La separación definitiva en 2002 no benefició a ninguno. En el juicio ambos manipularon a su hijo para que testificara a favor de uno o de otro, pero finalmente se decantó por su madre, por lo que Pepe dejó de hablar a Alejandro desde 2004 hasta su fallecimiento en 2013. El año de aquella separación supuso finalmente un relanzamiento en su carrera al versionar a Sabina con Donde más duele. Los últimos años no fueron generosos con ella. Superó un cáncer de mama y garganta, estuvo varios meses en coma por una obstrucción intestinal y prácticamente se movía en silla de ruedas. Perdió la vida el pasado jueves, 7 de septiembre, a los 73 años.
La televisión se tiñó de luto absoluto con el fallecimiento de Laura Valenzuela el pasado marzo a los 92 años. Ella fue el primer rostro femenino de TVE, lo que le valió un hueco en la historia. Junto a Matías Prats formó uno de los dúos más queridos y respetados del ente público. Su belleza, desparpajo, naturalidad y el dominio de idiomas fueron más que suficientes para convertirse en la niña bonita de la incipiente televisión de nuestro país. Cuando en 1958 conoció a su futuro marido, el productor José Luis Dibildos, la sevillana inició una sólida carrera cinematográfica tras firmar un contrato por 13 películas.
[Muere la artista sevillana María Jiménez a los 73 años]
En el homenaje que le realizaron en Lazos de sangre, su hija Lara Dibildos confesó que "mi madre decía que era un tacaño y que pagaba fatal, pero luego hizo un contrato de por vida". Tras 13 años de noviazgo se casaron en 1971 en Illescas (Toledo) cuando Laura estaba embarazada. Cuando nació Lara la vida de Valenzuela cambió para siempre ya que el recalcitrante machismo de José Luis la obligó a ser mamá y ama de casa a tiempo completo. Residían en una espaciosa residencia en el Paseo de la Castellana y en verano se trasladaban a su mansión marbellí. Después de 17 años de retiro volvió a la pequeña pantalla en Telecinco.
Algunos de sus momentos más duros fue cuando su hija luchó con fiereza contra un cáncer papilar de tiroides en 1991, en 2002 falleció su esposo y en 2005 a Laura operaron de un cáncer de mama en Houston. En todo momento, la unión entre madre e hija fue inquebrantable. Supo decir adiós sin dar la espalda al espectador. No avisó de su jubilación. En privado disfrutaba de sus dos nietos, Fran (25) y Álvaro (16).
El cine patrio se quedó sin la última gran estrella clásica tras la muerte de Carmen Sevilla el pasado mes de junio a los 92 años. Violetas imperiales (1952), Pan, amor y Andalucía (1958), Rey de reyes (1961) y El balcón de la luna (1962) forman ya parte del patrimonio cultural de nuestro país. Rechazó ir a Hollywood porque no quería separarse de su familia y eso que contaba con el respaldo de Frank Sinatra, Yul Brynnery y Charlton Heston, que cayeron rendidos a su belleza. Incluso Cantinflas llegó a darle una sortija de compromiso con un inmenso diamante que su amiga Lola Flores le obligó a devolver.
Nuestra novia de España lo tuvo todo, pero siempre tuvo la espinita clavada de no haber tenido más descendencia. Su hijo Augusto (59) es el fruto de su primer matrimonio con el compositor Augusto Algueró, con quien estuvo casad de 1961 a 1974). Se separaron porque las numerosas infidelidades de él. Cuando conoció al gran amor de su vida, Vicente Patuel, éste le obligó a dejar su carrera para instalarse con sus ovejitas en la finca de Herrera del Duque en Extremadura, donde la actriz sufrió dos abortos. Tras conseguir sus respectivos divorcios al promulgarse oficialmente la ley, Carmen y Vicente se casaron en secreto en 1985 después de que Jaime Peñafiel (92) desembolsara 40 millones de pesetas (240.000 euros) por la exclusiva para La Revista, semanario que le contrató tras ser redactor jefe de la revista ¡HOLA!.
En el año 2000, Carmen se quedó viuda y tremendamente desolada. Vendió la finca, se mudó a su piso en la elitista calle madrileña de Pintor Rosales y aceptó un suculento contrato de 24.000 euros semanales por presentar Cine de barrio (2004-2010) donde fue sustituida, paradójicamente, por Concha Velasco. Sevilla padecía alzhéimer y la última década de su vida la pasó en una residencia donde recibió los cuidados más exclusivos. Con toda ellas hemos asistido al fin de una era.