El 18 de mayo de 2022 es un día triste y marcado en rojo en la familia Báez Spínola: fallecía el legendario torero Miguel Báez Espuny 'El Litri' a los 91 años de edad. Dos semanas después, tan sólo 15 días más tarde, el 6 de junio, un infarto fulminante se llevó a su mujer, Concha Spínola, en su casa familiar de la calle Alcalá de Madrid.
Dos pérdidas capitales, de referentes de vida, en un corto tramo de tiempo, que dejó destrozados a todo su entorno y, sobre todo, a sus tres hijos, Miguel Báez 'El Litri' (54), Rocío y Myriam. En especial, si cabe, a su hija Rocío, quien estuvo viviendo con Concha en esos últimos días tras el deceso de su esposo, para animarla y estar pendiente de ella.
A escasos días de que se cumpla un año de esos irremplazables fallecimientos, EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con una fuente cercana a la familia y conoce detalles de cómo es el día a día de los tres vástagos del malogrado matrimonio. A este periódico se habla de "doble vacío", de un sentimiento de orfandad del que Miguel, Rocío y Myriam aún no se han repuesto.
"Tú imagínate que te quedas huérfano en un tramo tan corto. Tanto Miguel como sus hermanas estaban muy unidos a sus padres. Eran una familia piña. Una familia numerosa y muy querida", expresa la persona con la que se contacta.
Si bien es cierto que una muerte nunca llega en buen momento, el dolor se aguza especialmente cuando Miguel Báez hijo tuvo que cancelar su luna de miel con Casilda Ybarra Fontcuberta (42) hasta en dos ocasiones: con el deceso de su padre y días después con el de su progenitora. El fallecimiento de Concha Spínola cogió a todos por sorpresa: "Estaba mal por la muerte de su marido, pero un infarto nadie se lo puede esperar. Me acuerdo cada día de Rocío".
El informante se refiere a una de las hijas del matrimonio. Cabe puntualizar que fue Rocío quien cuidó a su madre en sus últimos días y quien se la encontró sin vida en su casa de la calle Alcalá de Madrid. "La más marcada con lo de Conchita es Rocío, que es quien vivía en Alcalá con ella. Sienten un vacío inmenso", se deslizó a este medio hace un tiempo.
Según se hace constar acerca del inmueble familiar, la casa se encuentra "deshabitada" y los hijos ya la "recogieron" hace tiempo. De acuerdo a los datos que se manejan, el domicilio sigue perteneciendo a la familia y no se ha tomado ninguna decisión al respecto sobre una posible venta o alquiler.
"Durante mucho tiempo, los tres -hijos- evitaron visitar la casa. Los recuerdos eran muy duros, allí se han vivido grandes momentos y siempre estuvo muy llena de vida", declara la persona con la que se contacta.
Allí, entre sus muros, conviven muchas vivencias, anécdotas, instantes bellos pero también dolorosos: "Les ha costado mucho ir a hacer lo que se hace en estos casos. Son decisiones muy duras y alejarlas de los sentimientos, imposible".
Como les ocurre a la mayoría de los hijos, habían conformado su agenda, su día a día, su rutina, en torno a sus padres, máxime cuando éstos comenzaron a hacerse mayores. Cuentan que desde esta doble tragedia la familia se ha unido especialmente. Las hermanas de Spínola, Mayte y Carmen, están "muy encima de los tres chicos". Si bien se aclara que la relación entre tías y sobrinos siempre fue buena, ahora se ha visto reforzada.
Contrariamente a lo que se esperaba, dado el intenso amor de más de 55 años que protagonizaron Miguel Báez Espuny y Concha Spínola, ésta última no descansa junto a su razón de vivir y existir, en el panteón familiar del diestro en Huelva. Spínola, en cambio, reposa in aeternum en Azuaga, en el panteón familiar donde está su padre, Máximo Spínola y Cárdenas.
Fue un entierro íntimo, privado y familiar en Extremadura, la tierra natal de Concha. De puertas para adentro. Se velaron previamente los restos mortales de Spínola en el tanatorio de San Isidro, en Madrid, y hasta allí se acercaron un grupo muy reducido de personas, tras su anuncio previo de llegada a la familia, como informaron a EL ESPAÑOL.
Esa fue la única cobertura mediática que se hizo del velatorio y posterior último adiós, al contrario del funeral de Miguel Báez Espuny.
"Concha se fue con la elegancia con la que vivió. Sin aspavientos ni ruidos. Señora hasta el final. Sus hijos la conocían bien y sabían que no era nada dada a prensa y demás. Nunca dio un escándalo, ella jugaba en otra liga", explicó un familiar a este medio hace unas semanas.
Vivió por y para su marido y su bienestar, incluso se explica que el día de la boda de su hijo Miki, como lo conocen los suyos, sólo disfrutó a medias: "No se despegó del teléfono porque Miguel ya estaba malito. Comió, echó sólo un rato y se fue a casa de las primeras".
El domicilio familiar, el hogar que supieron crear ambos en el último tramo de su vida, la casa de la calle Alcalá de Madrid. Donde Spínola vivió sus últimos días sin su marido y al lado de su hija Rocío, que no se separó de ella hasta esa madrugada en la que no despertó.
Se trata de un inmueble que adquirió "hace bastantes años", décadas, Miguel Báez Espuny. El enclave no fue baladí: "A Miguel le encantaba dar paseos por El Retiro. Te diré que la misma mañana de su muerte estuvo paseando con Conchita".
Se confía en que el domingo de su muerte, Concha sufrió algunos dolores musculares en sus brazos después de una comida con su hermana Mayte y con su hija Rocío. "Todo estaba en orden hasta horas antes de ser encontrada muerta. Es verdad que se quejó a su hija Rocío de dolores. Charló con su médico", se añadió.
Nadie podía imaginar que en la comida del domingo fuera la última vez que viesen a Concha con vida. La persona contactada arroja luz sobre estas últimas dos semanas de Spínola: "Conchita no sabía ya qué hacer con su día a día, nunca se había separado de Miguel tanto tiempo, pero no la dejaban sola en ningún momento. Sobre todo, Rocío, madre mía cómo tiene que estar esa criatura, que durmió en casa de su madre esa noche".