La reconocida periodista y colaboradora de Sálvame Lydia Lozano (62 años) sólo tiene una gran preocupación fuera de su trabajo en el plató del programa de Telecinco -cuando las luces se apagan y el personaje da paso a la persona-: la salud de su madre, Sol Hernández (93), que en los últimos meses ha sido renqueante y delicada.
Hay que recordar que a principios del pasado mes de marzo la progenitora de Lozano tuvo que ser ingresada a causa de una neumonía con insuficiencia respiratoria. Debido a su avanzada edad, los médicos prefirieron que se quedara en el hospital para tenerla vigilada, lo que provocó la inquietud de su hija. Lydia no se despegó del lado de su madre en ningún momento.
Un duro trance para la colaboradora, quien se volcó de lleno en su cuidado, faltando, incluso, a su puesto de trabajo en el programa vespertino de Mediaset. Sol Hernández tiene 93 años y ya sufre algunos achaques, naturales y derivados de la edad. Pese a esto, fueron aquellos días aciagos para Lydia, pues su madre es la mujer más importante para ella, además de su hermana, Esther.
Finalmente, Sol Hernández se recuperó satisfactoriamente, pudo abandonar el centro médico y volver a casa. A su hogar y su marcada rutina. Ahora, semanas después, EL ESPAÑOL ha sido testigo de esa gran recuperación de la madre de la televisiva Lozano. Tras un tiempo sin apenas salir de casa, Sol ha decidido animarse y salir a comer en familia en el centro de Madrid.
Un gesto que atestigua el buen momento que vive, tanto física como anímicamente. Este medio ha sido testigo directo, y en exclusiva, de esa comida de Lydia Lozano con su madre y unos familiares, y conoce todos los detalles de la misma. Las imágenes -las primeras de la madre de Lydia tras su último percance de salud- que ilustran este artículo fueron tomadas el pasado domingo, 23 de abril de 2023.
De acuerdo a la información que maneja EL ESPAÑOL, Lydia Lozano acudió al domicilio de su madre para recogerla tanto a ella como a su hermana, Esther. Una vez en el vehículo -las hermanas Lozano estuvieron muy atentas a la subida de su madre y la ayudaron en determinados momentos-, Lydia dejó a su hermana en unos grandes almacenes, cerca de Nuevos Ministerios, donde realizó algunas gestiones, y ella y su madre se desplazaron al lugar donde decidieron comer.
Para la ocasión, Lozano se decantó por un conjunto primaveral en color salmón y con estampado floral. Su madre, muy elegante, vistió un dos piezas en blanco y negro y el cabello recién peinado de peluquería. En todo momento, Hernández se protegió del sol con unas gafas de sol. Aprovechando las altas temperaturas reinantes en Madrid, madre e hija disfrutaron de la comida en una terraza cercana a la céntrica zona de Santa Engracia.
Más tarde, a esta velada, se unieron dos personas, según los testigos oculares. Un hombre mayor -próximo a la familia, pues se confía que ha estado en otras reuniones importantes o señaladas-, y una sobrina con su perro.
El informante sostiene que el animal estuvo en todo momento jugando con Lozano. A la luz de estas instantáneas, se puede comprobar, sobre todo, la absoluta dedicación y cuidados que le brinda Lydia a su progenitora. Sol Hernández, ayudada por un andador, llega a la terraza apoyada en el antebrazo de su hija, que se preocupa de que su madre quede bien sentada.
No sólo esto, en un momento dado de la comida, la colaboradora de Sálvame se levanta de su asiento y no duda en acercarse a Sol para ayudarla con la comida. Unos gestos que demuestran la excelente relación que existe entre madre e hija, así como la complicidad y el amor que se profesan. Se trató de una jornada de risas, confidencias y conversaciones distendidas y relajadas.
Lydia siempre se ha desvivido por su madre y su bienestar. Máxime en sus últimos años, cuando la salud se le ha debilitado bastante. Lo cierto es que Lydia Lozano no lo ha pasado nada bien en sus últimos años, entre pérdidas familiares y enfermedades.
Aunque está más tranquila después de que su madre haya recuperado el ánimo y la salud, no puede evitar cierta tristeza ante los acontecimientos que ha tenido que afrontar. El pasado 22 de marzo se cumplieron dos años de la inesperada muerte de su hermano, Jorge Lozano, a los 70 años. Era catedrático de Periodismo y un referente personal y profesional para ella. Ingresó por Covid-19 y tras permanecer varias semanas en la UCI no pudo superar las complicaciones y falleció.
Si para Lydia fue un golpe dolorosísimo, para su madre, viuda desde 2010, aún más, como la periodista confesó en Sálvame: "La muerte de un hijo no se supera, y yo pongo toda mi energía para ayudar a mi madre. No he pasado casi el luto porque estoy todo el rato pendiente de ella. Lo único que quiero es que ella se ría y que cuando hablemos de él, nos riamos".
Tras el triste desenlace, las cenizas fueron esparcidas en el cementerio de El Paso en la isla de La Palma, de donde procede la familia, una semana antes de que el volcán entrara en erupción y asolara el lugar.
A todo esto hay que sumarle los problemas de salud que ha tenido la colaboradora en los últimos tiempos. El 22 de septiembre de 2022 entraba en quirófano para ser operada de la espalda. Se había roto tres vértebras y sufría fuertes dolores, pues padece osteoporosis, y este extremo agravaba los síntomas. Llovía sobre mojado, pues anteriormente había sido intervenida de las cervicales y se había roto un brazo.
Esta situación afectó a su estado anímico, ya que además la rehabilitación era dura. "Tengo todos los dolores del mundo. Es como si en la espalda llevase una serpiente de hierro de arriba abajo. Un dolor horroroso. Tengo que estar con la barra todo el día menos cuando estoy en la cama", aseguró hace un tiempo.
En los momentos difíciles, su marido, sus amigos y su legión de fans incondicionales son su refugio. No en vano, Lydia es uno de los personajes más queridos de la televisión y uno de los pesos pesados de Sálvame. Aunque en el programa sufre lo indecible, y es habitual verla envuelta en polémicas con sus compañeros y llorando ante las cámaras, adora su trabajo. Lo que más le preocupa es que su madre sufra viéndola pasarlo mal, pero acepta las reglas del juego.