Ha estado dos meses alejada de los escenarios, aunque había preferido mantenerlo en la intimidad para que no trascendiera. Ahora que todo ha pasado, Amparo Larrañaga (59 años) al fin ha desvelado el motivo de su ausencia: una operación de corazón a la que tuvo que someterse el pasado diciembre. Fue algo inesperado que los médicos descubrieron de repente y que obligó a tomar medidas extraordinarias.
La actriz lo ha contado en el programa Espejo Público, dando todos los detalles a su presentadora, Susanna Griso (53). "Lo que me pasó es que estaba haciendo una obra de teatro y de pronto fui al cardiólogo porque tenía la tensión alta y acabé en quirófano. Un equipo de médicos maravilloso liderado por el doctor Panizo, que es muy meticuloso, decidió hacerme unas pruebas más, aparte de las de la tensión, y resultó que tenía una insuficiencia mitral severa que requería de una cirugía", relata.
No fue una intervención de urgencia, "sí programada", y como ella misma confiesa tenía poco riesgo "porque me corazón está perfecto, no tengo ninguna cardiopatía". Quizá por ello no sintió miedo en ningún momento, pero sí nervios y la lógica preocupación, especialmente por su marido y sus hijos. "La noche anterior eché a todos del hospital porque estaba muy angustiada y necesitaba dejar de hacerme la fuerte y quería llorar y romperme", admite.
La recuperación ha sido buena, aunque le ha dejado una cicatriz de diez centímetros en el pecho. Una herida de guerra que ella acepta y ahora sólo busca ropa que pueda ocultarla cuando así lo desee. Superado el postoperatorio y con el corazón a tope, Amparo vuelve a la carga. Este sábado 11 de febrero se reincorpora a la obra Laponia, en el teatro Maravillas de Madrid, junto a Iñaki Miramón y no puede estar más feliz. El teatro es su vida, su gran pasión desde hace décadas.
Atrás quedan los sinsabores de su paso por el quirófano, que según la propia actriz ha revelado, le hizo recordar a su padre, el gran Carlos Larrañaga, fallecido en 2012 precisamente por un problema cardiaco. "Mi padre lo pasó fatal, no quería comer, y yo pensaba todos los días en él porque, aunque la gente me insistía en que comiera, no podía hacerlo, me ponía mala. No es lo mismo ser el acompañante que el enfermo… Le entendía perfectamente", ha confesado.
Amparo afronta su vuelta a las tablas con ilusión e incertidumbre: "Estoy muy nerviosa porque no sé cómo voy a llevar el salir ahí con las luces, el calor y las miradas de la gente o si podré mantener la energía y la respiración. En mis estrenos siempre me he enfrentado al público, pero ahora me enfrento a mí misma. Pese al miedo, todo saldrá bien", asegura.