No está siendo una época fácil para Joana Sanz (29 años). La modelo canaria, casada con el futbolista brasileño Dani Alves (39) desde el año 2017, está viviendo uno de los momentos más complicados de su vida. Este viernes 20 de enero, su marido ha comparecido ante los Mossos d'Esquadra de Les Corts de Barcelona para declarar por presuntamente haber agredido sexualmente a una mujer en la discoteca Sutton, de Barcelona, el pasado 30 de diciembre.
Una cita que ha terminado de la peor manera posible pues, tal y como se ha conocido, el jugador ha salido arrestado de la comisaría en un coche policial unos minutos después de las diez de la mañana. Su destino ha sido la Ciudad de la Justicia de la Ciudad Condal, donde pasará a disposición judicial y el juez decidirá sobre su situación provisional mientras se instruye la causa, tal y como ha informado Europa Press.
Un desenlace que sin duda ha supuesto un jarro de agua fría para la top isleña, que en los últimos días le ha defendido a capa y espada en sus redes sociales: "Yo he visto muchas veces como mujeres se acercan al reservado, atrevidas, a intentar algo con mi marido en mi cara. Si lo hacen en mi presencia no me quiero imaginar cuando yo no estoy. Yo sé quién es mi marido, yo sé cómo le conocí, yo sé lo respetuoso que es porque ni cuando me estaba conociendo a mí me faltó al respeto", dijo.
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No es la única mala noticia a la que Joana ha tenido que hacer frente en estos últimos días. El pasado 12 de enero comunicaba a través de sus redes sociales la muerte de su madre, de la cual ha dado nuevos detalles, denunciando lo terribles que fueron sus últimos días.
En un extenso post, la canaria explica que el pasado mes de octubre a su madre "le diagnosticaron un tumor en el útero de 18 centímetros" y que al comunicárselo "insultó a la ginecóloga y rechazó cualquier posibilidad de operación" a causa de una enfermedad mental que padecía, por lo cual "ingresó en psiquiatría, donde tenían empatía pero cero conocimiento de medicina".
Según asegura, en ningún momento se pusieron en contacto con ella, por lo que su madre pasó las siguientes semanas sin ser tratada adecuadamente. "Se desangraba cada vez que iba al baño y los ginecólogos, que estaban a cinco plantas de diferencia en el mismo edificio, ni caso le hacían". El tratamiento comenzó gracias a que Joana pudo hacer uso de sus contactos, "si no fuera por eso, no la habrían trasladado a oncología", asegura.
Una vez que se puso en manos de los especialistas, parecía que todo iba a mejor. Pero nada más lejos de la realidad. "Tal cual me dijeron 'aquí no se puede quedar y nosotros no podemos hacer nada más'. Suerte que tengo los medios de contratar ayuda médica 24 horas para mi madre, porque si por los hospitales fuera, ahí te mueras. Mi madre firmó para operarse el 29 de noviembre, no le dieron quirófano hasta el 17 de enero. Demasiado tarde".
"El 10 de enero ingresó muy malita, costándole respirar, con anemia, infección a causa del tumor y el intestino perforado… Se abría camino. Supongo que es lo que los médicos estaban esperando que sucediera. Parece ser que por su enfermedad mental, no valía la pena salvarle la vida. Espero que hayan disfrutado de la Navidad con mis impuestos mientras mi madre, como otros muchos, se moría lentamente a la espera de una operación", termina.