Màximo Huerta es un hombre con muchas facetas. A sus 51 años, el valenciano ha ejercido en muchas profesiones y en su currículum hay cargos tan diversos como periodista, presentador, colaborador televisivo, ministro o escritor. Sin embargo, es este último el que le ha dado mayores satisfacciones.
El valenciano ha publicado su último trabajo Adiós, Pequeño, su noveno libro, con el que ha conseguido el Premio Fernando Lara de Novela. Una novela de autoficción en la que ha utilizado elementos de su propia realidad -los relatos de su madre- para inspirarse, pero sin llegar a ser una autobiografía.
"Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido. Esa es la única verdad de mi vida. Poco importa el desenlace, ni la trama de esta novela", se lee en la primera línea del tomo, en el que a lo largo de 380 páginas Huerta se zambulle en un relato intimista en el que reconstruye una infancia en la que todos los personajes optan por el silencio para solucionar los problemas.
Una novela que ha llegado a definir como "muy orgánica" y en la que cuenta la vida de varias generaciones de una familia, incidiendo en sus secretos. Y aunque ha asegurado que no es una autobiografía, sino una ficción construida con los recuerdos de su madre, es complicado no pensar que es un relato fiel de su vida, pues el protagonista es él mismo y está ambientada en las dos localidades valencianas que le han marcado, Buñol, donde reside actualmente, y Utiel, donde pasó su infancia.
Además están los protagonistas. Pues más allá de Máximo y de su madre, Clara, en Adiós, pequeño también aparecen otras personas clave en su vida como, por ejemplo, su padre, a quien retrata como un hombre estricto y ausente, poco dado a mostrar afecto por su familia. "Mi padre era terco, con esa tozudez del que no cede porque cree que es menos hombre, como se decía entonces. Y fue de esos que comprendieron, herencias recibidas, que tenerle miedo al padre era igual que respetarlo".
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También tiene un gran protagonismo su abuela materna, Irene, una mujer que "usó el femenino mucho antes de que vinieran los lenguajes inclusivos" que siempre tenía "fuerza y agilidad para mover lo que hiciera falta cuando hiciera falta". Y la perra de la familia, Doña Leo, quien con sus recuerdos da un respiro al autor en su labor de plasmar en el papel sus sentimientos y recuerdos.
Silencios, memoria y amor incondicional
En cuanto a los temas, a lo largo de sus páginas ahonda en los más complicados, especialmente en los silencios, que entre los suyos han sido usados para evitar los episodios más difíciles. "Solo afloran los recuerdos que están curados; los otros, esos que escuché a oscuras, van para adentro. Y allí se quedarán. Hay un lugar en el cuerpo donde habitan controlados los fantasmas, los muertos y los dolores que siguen escociendo; un espacio estrecho entre el pecho y el estómago que a veces se hunde porque algo se ha movido. Ay. Mamá se pone muchas veces la mano ahí, y es entonces cuando no pregunto. Silencio", se puede leer en una de las páginas.
La memoria de la madre de Màximo Huerta, Clara, es el hilo conductor del libro y son sus recuerdos los que guían la narración. Y si bien se puede encontrar tanto dosis de realidad como de ficción, su objetivo es luchar contra el olvido. "Mi único propósito es que esto que tenéis entre las manos no parezca una colección de dolores, sino de recuerdos, porque si no los cuentos yo se perderán. Intento escarbar en la memoria y en la de mamá, pero ella hace silencios como si amasara pan. Son sus elipsis".
Y aunque en Adiós, pequeño hay mucho dolor y anhelo, también hay hueco para el amor incondicional, ese que Màximo tiene por los suyos y su madre por él. Es posible que no se manifieste de manera física o verbal, está ahí, en los pequeños gestos. Lo demuestra en uno de los párrafos, en el que escribe: "Aunque todos echamos de menos los abrazos, estoy convencido de que, en ausencia de ellos, ha habido más amor. AMOR, sí. Porque muchas veces la espera de un abrazo es infinitamente más bonita que el gesto".
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La muerte, la familia y la infancia, que no recuerda como "alegre", también se tratan con detalle, mimo y cariño. "Presiento que me he inventado la mitad de los momentos felices de mi infancia, y el resto son alargamientos simulados del segundo en el que un niño sonríe en la foto", continua.
"Es la novela de mi vida, la que siempre recordaré", ha asegurado Màximo sobre Adiós, pequeño un trabajo que define como "un lugar de acogida, un sitio cálido, luminoso" en el que, pese a los tintes de ficción, ha desnudado su alma.
"Esto que tenéis entre las manos es voluntario, a veces siento pudor por escribir y vergüenza por desnudar con osadía los minutos de esta vida común con mi madre; hablo y hablo, porque escribir es hablar solo", reflexiona en cierta parte del libro, que termina con una cita -de Ana María Matute- tan sincera y cruda como con la que comienza: "Nací cuando mis padres no se querían".