Hay líneas que Hilario López Millán (75) no traspasa. Es el velador de los secretos de amigas tan inconmensurables como Rocío Jurado, Lola Flores, Juanita Reina o Concha Piquer. Fue el primero en hacer crónica social en televisión en el programa La Palmera, que entonces presentaba un jovencísimo Jordi González (59). "Recuerdo que en una ocasión vino a cantar Luis Miguel (51) que ya era toda una figura internacional. Ya no se hace el corazón de antes, de calidad, con personajes auténticos que tenía una profesión de verdad", lamenta.
A lo largo de 55 años como cronista social, Hilario ha ganado un sinfín de premios que atesora en una de las estancias de su gran piso de Madrid, ciudad a la que se mudó hace varios años desde Barcelona junto a su marido Alberto, a quien conoció hace 44 años "en un bar porque había quedado con unos amigos y allí estaba él. Digamos que fue amor a primera vista". Allí está el Ondas, las tres Antenas de Oro… Pero, sobre todo, se derrite ante la calle que lleva su nombre en su Hellín natal (Albacete), a la que lleva en su corazón, le canta coplas y donde fue amigo de la infancia de Juan de la Rosa.
Lo suyo es de traca. Usted y Juan fueron los primeros en escribir la primera carta como fans que recibió Rocío Jurado.
Se la mandamos al tablao El Duende, propiedad de Pastora Imperio y Gitanillo de Triana, porque nos dijeron que había una chica de Chipiona a la que iban a ver Ava Gardner o Luis Miguel Dominguín. Nos contestó con dos fotos. Cuando Juan y yo nos fuimos voluntarios a la mili, antes de ir al cuartel, quisimos conocer a Rocío que vivía con su madre en una pensión con derecho a cocina. Cuando Manolo Caracol la contrató en Los Canasteros (1964) ya le empezaron a salirle cosillas de flamenco y se mudaron a un apartamentito donde les ayudamos con la mudanza.
Y ahí empezó lo que sería una gran amistad.
Yo me coloqué en Radio Juventud y Juan trabajaba por las mañanas en la Pajarería Inglesa donde vendían animales de compañía y por las tardes iba a casa de Rocío a ayudarle a contestar las pocas cartas que recibía. Tras debutar en el teatro de la Zarzuela con Pasodoble (1967) de Quintero León y Quiroga ya empezó su buena racha y se llevó a Juan como secretario. Las cosas empezaron a irle muy bien y se trajo a sus hermanos y sus abuelos maternos. Juan fue como un hermano para ella. Cuando murió era el único que tenía la combinación de la caja fuerte de la mansión de La Moraleja. También fue como un segundo padre para Rocío hija, a quien cuidaba en todo momento.
Esa lealtad ya no está de moda.
Aprendió a conducir para llevar a Rocío a hacer sus recados y le acompañaba a algún viaje cuando aún no estaban ni Amador (68) ni Rosa (65). Era limpio, ordenado, pulido y detallista.
¿Cómo está viviendo la tormenta mediática entorno a Rocío Carrasco y la docuserie 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'?
Pues muy mal porque la conozco desde que nació. Si es verdad lo del maltrato lo ha hecho muy tarde porque no se puede estar callada durante 20 años y la gente lo hubiera entendido más. Ese ha sido su primer error. Si es verdad, estoy a favor de ella como de cualquier mujer maltratada. Pero eso lo tiene que decir la justicia. Antonio David (45) ha ganado el último juicio.
Ahora que están tan de moda los biopics en las plataformas de streaming le pregunto por Luisito Rey, padre de Luis Miguel. ¿Recuerda alguna anécdota?
A Encarna Sánchez le montó un espectáculo en un teatro de Barcelona que ella presentó mientras trabajaba por las noches en Radio Miramar. Se llamó Lo que siempre se cantó, lo producía Luisito y en el escenario estaban Estrellita Castro, Lilian de Celis, Las Deblas, Luis Rey… Luis Miguel era un bambino. Aquello no duró ni una semana. Luisito era íntimo de Encarna y cuando esta se fue a México a trabajar la familia le ayudó muchísimo.
Uno de los personajes más importantes que han pasado por su vida fue Antonio el bailarín, ¿cómo le describiría?
Era pura fuerza, una leyenda. Nadie bailaba el martinete como él. Pero era franquista y le hicieron el vacío. Era millonario con un gusto exquisito por los cuadros, las esculturas, los muebles, las joyas… Estando ya muy enfermo, la gran María Rosa fue quien le cuidó y quien vendió algunas de sus cosas para financiar el tratamiento que se alargó mucho tiempo. María Rosa había formado parte de su compañía y luego voló sola hasta convertirse en una gran figura. Ella y sus hermanas le protegieron hasta el final.
Tenía fama de conquistador.
Tenía todos los chulos que quería. Y gozaba de ellos. Le encantaba mostrarlos. Te los podías encontrar saliendo y entrando de El Martinete en Marbella (una mansión de casi 2.000 metros cuadrados en primera línea de mar con una piscina con serigrafía de Picasso incluida). Allí se reunían en la época dorada Gina Lollobrigida, Linda Christian, El Cordobés o la duquesa de Alba, quien por cierto se portó muy mal con él. También le adjudicaron romances con Natalia Figueroa o Marisol (73). Aquel medio montaje del noviazgo lo desmontó Goyanes (el productor que se convirtió en suegro de Cari Lapique) para seguir haciendo cine. De hecho, Antonio y Marisol protagonizaron La nueva Cenicienta (1964). El estudio donde él ensayaba que era un pequeño teatro acabó quedándoselo la bailarina y coreógrafa Carmen Roche, exmujer del también bailarín y coreógrafo Víctor Ullate. Al final, el Gobierno no hizo nada por proteger su legado.
Cuénteme la anécdota con la infanta Pilar de Borbón.
Cuando se marchó a vivir a su casa de La Florida (urbanización de lujo de Madrid) alquiló su piso de Madrid a la infanta Pilar y su marido, Luis Gómez-Acebo, mientras el matrimonio esperaba a que terminaran de construir su mansión de Puerta de Hierro. Le pagaban 30.000 pesetas y cuando se la devolvieron los techos estaban totalmente ennegrecidos, como si hubieran hecho fiestas con velas. Antonio habló con el administrador para que comunicara a los Acebo que, como mínimo, dejaran el piso tal y como lo habían encontrado. Y lo pintaron.
Otra de sus grandes amigas fue María Dolores Pradera.
¡Ay, mi Praderusca! Intimamos mucho. La invitamos muchas veces al programa de Luis del Olmo (84) y le hicimos un gran homenaje. Era una mujer única con un sentido del humor formidable. Durante su matrimonio con Fernando Fernán Gómez, con quien tuvo a sus hijos Helena y Fernando, vivían cerca de Ventas y eran vecinos de Paco Valladares, pero cuando se separó y empezó a ganar su dinerito se instaló en la calle Orense. Su hija quiso ser actriz, pero no tuvo suerte.
Lo que sufrió la pobre por las infidelidades de su esposo.
Sí, pero al contrario de Asunción Balaguer que siempre aguantó a Paco Rabal, la Pradera optó por separarse cansada de los cuernos. Fernando y Paco eran los reyes de la noche madrileña en los años 50 y 60, cerraban todos los tablaos y luego se iba a La Venta Manzanilla a las afueras de la ciudad donde coincidían con putas y otros nombres célebres como Luis Miguel Dominguín o Ava Gardner, que en alguna ocasión se subía a las mesas para orinar. Hubo algunas redadas donde les detuvieron por rojos, pero enseguida les dejaban sueltos porque eran famosos.
En una de aquellas noches Paco Rabal tuvo un accidente de coche que le dejó su característica cicatriz en el rostro.
Iba con Emma Penella (inolvidable en Aquí no hay quien viva y el Radio Patio) y se estamparon contra un camión. Rabal estaba asustado porque entonces era un galán y temía quedar desfigurado. Se preocupó mucho también porque le habían dicho que le tenían que amputar un brazo, pero su gran amigo Buñuel le comentó que conocía a un médico en Francia que le podía ayudar. Pero Paco no tenía una peseta y Fernando le prestó el dinero. Siempre fue muy generoso.
Habrá sufrido por el cierre del emblemático El Molino de Barcelona.
Me puse muy triste porque había ido un sinfín de veces a ver espectáculos. La dueña, Vicenta Fernández, a quien llamaban la Fernandita, era una mujer muy hábil y lista que se hacía cargo de las presentaciones y los castings. Las vedettes tenían que pagarse sus trajes y de ahí la gran competencia que había entre ellas para ver quién lucía mejor las plumas. Por allí pasaron Raniero de Mónaco, Dalí, Fellini, Vittorio Gassman y una retahíla de señores en cuyos palcos disfrutaban de las vedettes. Las pobres chicas tenían que ganarse la vida. Y también había estraperlo. Allí La Maña se convirtió en estrella.
Lleva toda una vida junto a Alberto, ¿qué le ha aportado?
Sigue siendo mi todo. Es un compañero fiel, buen amigo, gran conversador, cariñoso, culto, no le puedo pedir más a la vida. Aunque ya estaba muy malito, a nuestra boda estaba invitado Juan de la Rosa, pero justamente murió el mismo día. ¡Parece humor negro! Así que nuestro viaje de novios fue al tanatorio.
Luis del Olmo ha sido…
Y es un maestro. Un buen amigo. Con él hice miles de programas de radio que en verano siempre acababan en El Puerto de Santa María (Cádiz). Todo lo que hicimos lo recuerdo con mucho cariño. Vivimos una época que ya jamás volverá porque la categoría de periodistas y personajes de entonces son muy difíciles de ver hoy en día.
[Más información: Qué fue de Hilario López Millán, el amigo y conocedor de los grandes secretos de Rocío Jurado]
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