La víspera del pasado domingo, 29 de octubre, el rumor galopaba por Madrid y hasta por Zaragoza. César Alierta (72 años) e Isabel Sartorius (52) iban a comparecer juntos en el Teatro Real en el concierto del tenor peruano Juan Diego Flórez (44) en un acto relacionado con la Fundación Telefónica, en la que ambos son compañeros de trabajo. El día antes del concierto dio a conocer su relación y, según indicaban fuentes de su entorno a este medio, no tenían intención de esconderse. El propio Alierta había hablado con naturalidad de sus ilusiones sentimentales con otro importante empresario, como informó JALEOS.
Pero la mañana del domingo no transcurrió como esperaban las amigas de la novia. Hubo cambio de planes. Ni rastro de la mujer más esperada del momento. Ella tenía perfecto derecho a estar allí junto a su actual pareja, pero la presencia de ambos hubiera eclipsado un acto que pretendía ser un homenaje al voluntariado de Telefónica. La sombra de Juan Villalonga (64) es alargada, y tal vez por la mente de Alierta, que ese domingo mostró los ojos hinchados probablemente como consecuencia de las 24 horas que llevaba la noticia en la calle, se cruzó la imagen de su antecesor en el cargo, frivolizada hasta la exasperación por los medios cuando se apeó del puesto. Alierta estaba triste esa mañana. ¿Añoranza de Isabel? ¿Perplejidad ante los flashazos de los fotógrafos, las miradas que se clavaban en él y los cuchicheos en el vestíbulo en cuanto hizo su aparición? ¿Miedo ante lo que se le viene encima?
La familia política, un escollo
A lo que se tendrá que enfrentar Isabel es a los recelos iniciales comprensibles de las dos hermanas y el hermano de César Alierta, acostumbrados a las escasas veleidades de un hombre que estuvo enamorado cincuenta años de la misma mujer. "La puesta de largo, la presentación en sociedad de la Sartorius será el día que Alierta se la lleve a Zaragoza. Estuvo en El Pilar y no se la llevó con él. Hubiera sido la ocasión perfecta para oficializar la relación", cuenta una persona cercana a ambos a este medio. No se atrevió. Dicen que las hermanas de César, su hermano y sus sobrinos están algo escandalizados ante las proporciones que está adquiriendo este asunto, y que preferirían que la bella mujer madura zaragozana de la que hablábamos en JALEOS, amiga de toda la vida de la familia, fuera quien finalmente estableciera una relación formal con él.
Los que conocen a Isabel y la aprecian dudan de que la ilusión que siente por Aliertra obedezca a ningún tipo de interés: "Me pega con un hombre culto y divertido, y sobre todo que sea inteligente. No la veo con un niñato, sino con un hombre hecho y derecho, y César Alierta lo es. Isabel se merece ser feliz".
Más de 40.000 euros por su asesoría
En el acto del Teatro Real si estuvo otra Isabel, la periodista Isabel Durán, que ocupa un cargo de asesora similar al de la exnovia del rey Felipe en Profuturo, la apuesta educativa de La Caixa y la Fundación Telefónica, dos entidades que han hecho mucho por la familia real. Las dos Isabeles están externalizadas. Sartorius no pisa las oficinas de la compañía, tampoco se la espera, y, según cuentan a este medio, percibe un sueldo bruto ente los 40.000 y 50.000 euros al año por asesorar con su experiencia internacional, su conocimiento de idiomas y su formación como coach.
Ella sabe bien lo que es trabajar desde su domicilio, así lo hace desde su empresa, fundada por ella, en el que cuenta con cuatro socios: el Gabinete de Coaching Emocional. Cobra 70 euros por sesión vía skype, una cifra que hubo de ajustar a los tiempos que corren, cuentan fuentes de su entorno. Y es buena, dicen las amigas a las que ha tratado de forma ocasional gratis: "Es una persona a la que puedes llamar a cualquier hora si tienes un problema, cariñosa, empática, agradable".
Hasta que el empresario entró en su vida, Isabel llevaba una vida tranquila. Los reporteros dejaron de hacer guardia hace mucho tiempo en la casa donde vive, la misma que se quemó hace muchos años y donde llegaron a espiar hasta en los cubos de basura de su edificio para averiguar detalles sobre ella. No tenía necesidad de esconderse, podía ir al restaurante Sushita, propiedad de su hermano Luis y su cuñada, a pie, a disfrutar de la comida japonesa, una de sus pasiones. Bajaba a merendar a la cafetería situada junto a su casa y no se preocupaba de lo que vestía o dejaba de vestir. ¿Y cómo viste Isabel Sartorius? ¿Es una "pija alternativa" como la definen algunas personas de la sociedad madrileña? Una persona que la conoce disiente: "Isabel tiene su propio estilo. Mezcla la ropa con acierto. Le encantan las faldas largas y vaporosas, y no invierte fortunas en ropa. No suele usar tacones. No los necesita. Y da mucha importancia a la comodidad".
Alierta, dicen, se ha quedado subyugado ante la naturalidad de esta mujer que ha recuperado el esplendor de sus veinte años tras someterse a los chequeos, la dieta saludable y los cuidados de un centro especialista en antiaging, un método de cuidados a los que el rey Juan Carlos se sometía en otra clínica de Barcelona, no accesibles para todos los bolsillos… "Lo del antiaging no me lo explico. Tiene un carácter divertido y juvenil. Aparenta muchos menos años de los que tiene, gracias a su forma de ser. Cuando estaba en Antena 3 se relacionaba con todos y cada uno de los compañeros como una más. No era ninguna diva, era tan sencilla como una becaria y con muchas ganas de aprender. No se arredraba ante nada. Hasta toreó una vaquilla y se disfrazó de mimo para un reto que le propuso Susanna Grisso en el programa", quien lo cuenta es alguien que trabajó con ella en Espejo Público.
"Alierta es otro cuando está con ella"
Los comensales de Los Remos, el restaurante cercano al domicilio de Alierta, un santuario para él, donde celebra todo y de donde apenas sale, giran la cabeza cuando entra para admirar el porte y la clase de esta mujer de piernas perfectas gracias a la práctica de la equitación, un deporte que ha dejado de lado por sufrir problemas de lumbalgia. Pero el cuerpo tiene memoria, y el de Isabel mucha.
Dicen los que conocen al empresario que cuando está con Isabel, resplandece. No debería de tener miedo al futuro ni darse demasiado tiempo de reflexión. No es un niño. Y las oportunidades para ser feliz llaman a la puerta en escasas ocasiones. Es viudo, no tiene que darle explicaciones a nadie, y ella no está haciendo nada reprobable. El amor no es nunca un pecado. Sí lo son los helados de dulce de leche, el postre favorito de Isabel, una mujer que nunca dio demasiada importancia a su físico, pero que "ha decidido adelgazar para sentirse mejor, no para conquistar a ningún potentado" afirma alguien que la conoce. Isabel no es ni será nunca una Adriana Abascal.