“Las mutaciones aceleran el proceso de creación”. Así de contundente es Alex Kuno cuando explica esa mezcla orgánica que se amalgama sobre el papel y que se está convirtiendo, poco a poco, en toda una crítica al mundo en el que vivimos. Este artista de Minneapolis (Estados Unidos) es autor de varios proyectos creados en forma de serie, con los que sienta al ser humano cara a cara con sus sentimientos de una forma cruel: el placer frente a la repulsa, lo bello frente a lo feo, para hacerlo despertar. Una dualidad inventada que nos ayuda a vivir.
Creo que estoy explorando unas dicotomías que son totalmente artificiales, las pensamos porque es más fácil vivir así. Pero en realidad, lo real y la ficción no es tan fácil de separar como nos han contado siempre.
Kuno, que con ocho o nueve años leía ya a Stephen King, Edward Gorey o Isaac Asimov, empezó a dibujar preocupado por el mundo. Tomando prestados elementos de la vida de las plantas, la anatomía del ser humano y el mundo natural en general, crea unas preciosas ilustraciones que tienen el beige o crema como fondo, -el color que más le gusta-, para gritar con sus dibujos que somos personas preocupadas y llenas de ansiedad.
Y no hay mejor momento para situar su trabajo que con la reciente política del presidente norteamericano Donald Trump, en el que no existe límite al gasto público y contra el que lucha con su particular elección de materiales: paneles de madera y papeles hechos con oro falso.
Un panorama desalentador en el que el ser humano se siente huérfano: “este momento de la historia me ha cautivado y leer las noticias se ha convertido en parte de mi trabajo. Es horrible forma parte de lo que está pasando. Esta ola de autoritarismo y fascismo que estamos viendo por todo el mundo revela lo desesperada que está la gente en encontrar una identidad común. Las banderas y los símbolos, e incluso los países, no dejan de ser totalmente artificiales. Son cosas que nosotros imaginamos”.
Un sentimiento que lleva al adulto a querer ser niño, a perderse en mundos de fantasía poblados por unos elfos y castillos que encuentran su hogar en el mundo medieval y que consiguen crear una mitología propia. La misma que Kuno ha construido durante todos estos años. Porque aunque su trabajo se inspira en el arte renacentista y la iconografía bizantina, sus ilustraciones tienen claras referencias a personajes y figuras mitológicas. Como la leyenda de San Jorge y el Dragón, una historia de amor que acabó con el miedo generalizado de un pueblo que no encontraba otra forma de enfrentarse a este ser, que por medio de un sacrificio humano.
Tolkien escribió El Señor de Los Anillos como una forma de procesar la Primera Guerra Mundial y George Lucas creó Star Wars para enfrentarse a la Guerra de Vietnam. No me quiero poner, ni mucho menos, a su nivel; pero me he dado cuenta de que mi serie de ‘Los Malhechores de Tiny Town’ se convirtió en la forma de procesar el ataque terrorista del 11S.
Kuno ha trabajado para numerosas revistas y libros infantiles. Auténticas obras de arte para coleccionar. El proceso empieza con un folio en blanco. O con un iPad, donde escribe las notas a modo de brainstorming. Garabatos que nacen de unos bocetos rápidos, bocetos que se colorean y se hacen dibujos, dibujos que se convierten en preciosas ilustraciones y que llenan las galerías de arte de Estados Unidos.
Y es ese momento en el que el proyecto se acaba, cuando llega esa ansiedad propia del artista en el que necesita crear: “has invertido tanto tiempo y energía en un proyecto que, cuando finalmente se acaba, te sientes algo perdido. Yo suelo ponerle remedio rápido, saltando a uno nuevo, aunque aún no sepa la línea concreta que voy a seguir”.
Así llegaron series como Offal, Tempest & Tumult at The Talon Gallery, Cryptopographies of Malthusia en 2015 y Orpheus & Eurydice en 2016, un proyecto que la galería Dorothy Circus de Roma le pidió y que, aunque escapaba de lo que él suele hacer, se lanzó a ilustrarlo. Su última colección se presentó el mes pasado bajo el nombre “Pulp” Arch Enemy Arts Gallery, donde mezcla su color predilecto, el verde agua y los tonos azulados, con otros como el rosa o el amarillo en siluetas que parecen suspendidas en el aire y con un clara tendencia surrealista.