Además de por su carrera cinematográfica, Grace Patricia Kelly (1929-1982) ha pasado a la historia por haberse convertido en la protagonista de un cuento de princesa. Elegante y de belleza etérea, la actriz nacida a finales de los años 20 siempre tuvo claro que quería convertirse en una estrella. Por eso, tras finalizar sus estudios, se mudó a Nueva York para probar suerte. Allí trabajó como modelo y debutó en Broadway en 1948. Tres años después dio el salto a la gran pantalla con la película Catorce horas (1951) y, en 1953, recibió su primera nominación al Oscar por su papel en Mogambo (1954) junto a Gary Cooper.
Desde entonces, su carrera fue in crescendo. Tan solo once películas le bastaron para ser recordada como una de las bellezas más icónicas de todos los tiempos que consiguió, incluso, enamorar al mismísimo Alfred Hitchcook; quien la convirtió en una de sus actrices predilectas y al que le debemos su aparición en Crimen perfecto (1954), La ventana indiscreta (1954), Atrapa un ladrón (1955) y, por consiguiente, algunos de sus estilismos más destacados.
Sin embargo, el Oscar no le llegó hasta su aparición en La angustia de vivir (1954) de George Seaton. Una cinta con la que también acudió al Festival de Cannes y donde conoció al príncipe Raniero de Mónaco; con el que, poco después, se acabaría casando. A partir de ese momento, Grace Kelly pasó a convertirse en la princesa de Hollywood, llevando el glamour propio del Star System al Principado de Mónaco y convirtiéndose así en todo un icono de estilo que, 35 años después de su muerte en un accidente de tráfico, sigue siendo admirado e imitado.
1.- Dio lugar a diseños con nombre propio. Su elegancia atemporal no pasó indiferente para un sector que la ha tenido como gran fuente de inspiración. Gucci diseñó para ella el primer fular de seda estampada Flora; el mismo con el que su nieta Carlota Casiraghi posó como imagen de la campaña Forever Now en 2013. Mientras que Hermès apodó Kelly a uno de sus bolsos más famosos diseñados en 1937 tras lucirlo la princesa en numerosas ocasiones para tapar su incipiente embarazo ante los fotógrafos. Un diseño que, sin duda alguna, se ha convertido en uno de los más icónicos de la firma y, también, de la industria en general.
2.- Supo derrochar elegancia incluso con sus looks más informales. No tenía ningún reparo en vestir con vaqueros. Especialmente, los pantalones tipo capri -siempre con los bajos remangados- y acompañados de una camisa oversized. Dos prendas propias del armario masculino que la actriz convirtió en fundamentales de su estilo, sin perder un solo ápice de sensualidad y feminidad.
3.- Siempre fue fiel a la belleza natural. Junto con su eterna melena midi de ligeras ondas marcadas al agua -una de las más imitadas-, Grace Kelly potenciaba su aspecto etéreo y de porcelana apostando por maquillajes nude. De sutiles labios rosados o rojos, la actriz prefería centrar toda la atención en sus intensos ojos azules apostando por un eyeliner definido pero limpio.
4.- Le apasionaban los accesorios, tanto dentro como fuera de la gran pantalla. Y, sobre todo, las gafas cat-eye que junto con un pañuelo a modo de turbante protagonizaron algunos de sus looks más conocidos en sus viajes (y en el cine), como el que lució en Atrapa a un ladrón (1958) junto a Cary Grant. Sin duda, la actriz ensalzó la importancia de añadir un buen accesorio para conseguir el look perfecto.
5.- Edith Head fue su diseñadora de cabecera. Y la responsable de la creación de dos de los vestidos más bonitos e icónicos de la historia del cine. Suyo fue el vestido bicolor con corpiño negro y falda de tul de seda blanco (inspirado en el New Look de Christian Dior) con el que la diseñadora se llevó un Oscar en la categoría de Mejor Vestuario. Y, también, el que lució para recoger su Oscar a mejor actriz por Angustia de vivir en 1954.
6.- Todo al black&white. A la hora de elegir una paleta de colores para sus atuendos, el binomio más tradicional siempre fue para la actriz una apuesta ganadora. Tanto para looks de día como para eventos especiales, esta combinación sobria y elegante se convirtió en su mejor arma de estilo. Aunque no por ello renunciaba a los tonos pastel con los que dulcificaba aún más su imagen angelical y perfecta.
7.- Tuvo el vestido de novia que toda princesa desearía. Si Head fue quien sacó su mejor versión como actriz, Helen Rose lo hizo tras convertirse en princesa. A ella le debemos el majestuoso vestido bordado con encaje y miles de perlas que la actriz lució en su enlace con Rainiero de Mónaco el 9 de abril de 1956. Un traje de novia que llevó con un moño alto y maquillaje natural que, sin duda alguna, ha pasado a la historia como uno de los diseños más célebres.
8.- Adaptaba su estilo a cada circunstancia. Y siempre sin perder su propia personalidad. Fue así que, una vez convertida en Gracia de Mónaco y madre, comenzó a llevar atuendos más sobrios convirtiendo la chaqueta de punto fino -popularizada con el nombre de Rebeca tras su aparición en el film homónimo de Hitchcook- en un must-have que usaba junto a vestidos lady de largo midi y falda lápiz. O, en su defecto, vestidos con falda de vuelo y cintura de avispa, así como firmas de la talla de Christian Dior, Balenciaga, Givenchy e Yves Saint Laurent.
9.- Los bolsos deben ser prácticos y cómodos. Siempre a contracorriente y en una época en la que los clutchs y bolsos de mano eran los más populares; Grace Kelly se decantó por un diseño de Louis Vuitton en el que pudiera llevar todas sus cosas. Y fue tal la admiración de ella por este modelo que, más tarde rebautizado como Kelly, pasó a convertirse en símbolo de una mujer activa e independiente.
10.- Y las joyas nunca deben ser las protagonistas. Si tenía que llevarlas por motivos de guión, lo hacía. Pero para su día a día prefería diseños discretos y sencillo o, incluso, evitar su uso. Le gustaba que su belleza resaltara por sí sola; por eso,evitaba desviar la atención de su rostro por culpa de pendientes, gargantillas o tiaras excesivas.