La llegada del calor no solo cambia la moda que se ve en las calles, también las rutinas beauty que se siguen en el día a día. Una de estas es la incorporación, más que nunca, de cremas faciales con factor para proteger el rostro de los estragos del sol y evitar la aparición de las temidas manchas. Y mientras que la concienciación sobre la protección de la cara está muy arraigada, hay otra parte del cuerpo que suele olvidarse: el cabello.
El sol, el viento, el cloro de las piscinas o la sal del mar se convierten en los enemigos de las melenas, que pueden llegar a septiembre en malas condiciones si no se cuidan. En ese sentido, el estilista David Lorente desvela los nueve consejos que, de seguirse, aseguran no solo que el pelo llegue al otoño con vitalidad, sino que incluso esté mejor que meses atrás.
Las canas no perdonan ni siquiera en verano y el tinte o las mechas siguen siendo imprescindibles para muchas personas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en verano el color se va a aclarar, por lo que si toca teñir o dar mechas justo antes de las vacaciones hay que hacerlo oscureciendo un grado. Es la única vía para volver en septiembre con el color de tus sueños.
En el mismo sentido, los colores también cambian y, si en invierno las tonalidades frías funcionan muy bien, el sol puede hacerlos virar a verde o azulado. Es mejor pedir unos matices más dorados en la última visita al salón antes del verano.
Los baños en piscinas y playas provocan que el pelo esté mojado buena parte del verano, lo que sumado al uso de horquillas o gomas pueda partirlo. Hay que tener en cuenta que, cuando está húmedo, el cabello es mucho más vulnerable y susceptible de partirse. De ahí que el experto recomiende llevar el pelo suelto. Y tan malo es recogerse el pelo mojado como irse a la cama sin secárselo y es que se enredará mucho más. Además, la fricción de la almohada contra la cabeza puede provocar roturas y causar inflamación en el cuero cabelludo.
Del mismo modo, y aunque las ondas surferas favorecen, lo aconsejable es aclararlo con agua dulce tras los baños. El agua está llena de residuos -cloro y otros químicos en el caso de la piscina, y salitre y arena en el mar- que, además de alterar el color, ‘rigidizan’ la fibra capilar que se vuelve más quebradiza. Lo ideal es darse una ducha inmediatamente después.
La importancia de la protección
El sol puede ser otro gran enemigo, de ahí que los sombreros se conviertan en aliados. Eso sí, no todos son recomendables y es que los de paja o rafia provocan un exceso de fricción e incluso pueden sensibilizar el cuero cabelludo. ¿La recomendación? Gorros o sombreros de tela. Tampoco puede faltar la utilización de productos más específicos para proteger la melena y evitar que se enrede lo menos posible. Lo ideal es extender después de cada baño un aceite o leche nutritiva sin aclarado y peinarlo con cuidado cuando aún esté mojado.
Y mientras que los aceites ayudan a que el cepillado sea más fácil, los productos con protector solar evitan otros estragos. Si la piel se quema, el cabello sufre cambios en el color, deshidratación, fragilidad, puntas abiertas, y pérdida de brillo… Por fotoprotector nos referimos tanto a pañuelos como a productos capilares específicos que protejan al pelo del cloro o el yodo y lo nutra intensamente para evitar los estragos del calor, el viento o la arena.
Para terminar, el estilista David Lorente recomienda dejar de lado los productos de styling. Gominas, espumas, ceras y geles de acabado wet son los más utilizados en verano, y también los que, mal retirados, pueden causar más daño al pelo, que se puede solidificar y quebrarse. En caso de que no puedas vivir sin ellos, cepilla o lava con agua nada más llegar a casa.
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