Te gusta el vino, pero lo único que sabes es diferenciar entre un Rioja y un Ribera. O un Rueda y un Albariño. Hay muchos más matices para ser un auténtico experto vinícola, como la temperatura, la copa adecuada donde servirlo, sus propiedades nutritivas… Aquí una guía para sorprender a tus compañeros bebedores.
En caso de duda, mejor ponerlo en la nevera
Los más afortunados (también coincide con los amantes y expertos en vinos) tienen una bodega de tamaño considerable en su casa.
No es lo común, así que ¿dónde guardar los vinos entonces? Cualquiera que haya estado en una bodega sabrá que hace más frío que calor, puesto que éste último es enemigo del vino. En caso de duda, lo mejor será siempre meterlo en el refrigerador.
El tamaño de la copa
Son muchos los factores que influyen en el sabor del vino además de la temperatura, el corcho y el año de la cosecha. El tamaño de la copa es otro de ellos. No sirve cualquier copa, aunque también dependerá del vino que queramos beber. Por norma general, el fondo debe ser curvado y redondo y la cabeza de la copa algo más cerrada, de esta manera, el vino se aireará y nosotros percibiremos el aroma en su mejor estado.
Si el tallo es alargado, mejor, así no calentamos el vino con nuestras manos. No pasa lo mismo con los vinos espumosos, que deberán servirse en una copa fina y alargada.
Pon música mientras bebes
No lo decimos nosotros, si no la Universidad Heriot Watt de Reino Unido. Estudiaron mediante la relación entre la música y el vino, demostrando que el sabor o el disfrute de esta bebida puede cambiar según la música que se escucha (o que no se escucha).
El estudio concluyó que el Cabernet Sauvignon se percibe mejor con música grave y potente, como la colección de cantos Carmina Burana; mientras que al sabor del Chardonnay lo ayudan las melodías más alegres.
¿El vino engorda?
Hemos leído en prensa cantidad de estudios. Unos dicen que sí, otros reafirman que no. Los últimos análisis de la ciencia, llevados a cabo por el Fondo Mundial para la Investigación de Cáncer, indican que “sí, y mucho”. Una copa de vino tinto contiene aproximadamente 178 calorías, algo así como comerse dos galletas de chocolate.
Sin embargo, enólogos expertos afirman que el organismo procesa estas calorías de distinta manera, haciendo que éstas se conviertan en energía de manera inmediata. Y van más allá: no sólo no almacena un miligramo de grasa en el tejido adiposo, si no que ayuda a eliminar la ya acumulada. Mejor quedarnos con la teoría que más nos interese.
Pedir vino seco
Por mucho que te suene profesional, pedir un vino “seco” es poco útil. Después de todo, el 90% de la carta de vinos de un bar son secos. En su tecnicismo, un vino se considera seco cuando el azúcar de la uva se transforma completamente en alcohol en el proceso de fermentación. Si queda algo de azúcar es cuando pasamos a decir vino “semi-dulce”.
La mayoría de vinos son secos, aunque el término suele utilizarse erróneamente para describir el cuerpo del vino. Mejor indicarle a un sommelier que quieres un vino de cuerpo sedoso o suave (vinos menos “secos”) o de cuerpo duro, para aquellos que producen más sequedad en la boca. Por cierto, los responsables de esta sensación son los taninos.