A Robbie Williams (49 años) le llegó la fama siendo muy joven. Cuando tan sólo tenía 16 años, la exitosa banda Take That cobró vida con Gary Barlow (52), Mark Owen (51), Howard Donald (55) y Jason Orange (53). Meses después, el británico se unió al grupo y pasó a ser el quinto miembro. Todos empezaron a conocer el nombre de aquellos chicos y su éxito se extendió como la pólvora.
El de Stoke-on-Trent, Staffordshire, ya era uno de los cantantes más populares de la década de los noventa. Acababa de empezar en la industria musical, y todavía le quedaba mucha gloria. En 1996 se separó del equipo y decidió seguir en solitario. Su imagen y su voz era distinguida en el mundo entero. Lo que se escondía tras él y lo que le llevó a sumirse en una gran depresión era un misterio.
Ahora, el intérprete de Angels ha revelado los pasajes más oscuros de su vida en el documental, que lleva su nombre, en Netflix, lanzado a la plataforma de streaming este pasado 8 de noviembre. La docuserie consta de cuatro episodios de una duración de casi una hora cada uno. En esos episodios, Robbie Williams revive su pasado y se enfrenta a la fama que llegó a aborrecer, a su adicción a las drogas y a su fuerte lucha contra la depresión.
Dirigido por Joe Pearlman, el documento audiovisual muestra archivos nunca antes vistos de su vida fuera y dentro de los escenarios, desde su inicio en la banda hasta su carrera en solitario, sus problemas de salud y sus relaciones amorosas. Robbie reflexiona sobre cada uno de estos episodios y sobre lo que la fama y el éxito, siendo aún un adolescente, provocó en él.
"No sé si recomiendo a la gente que eche la vista atrás para ver su vida, pero nosotros ya hemos abierto la caja de Pandora. Vamos a ver a alguien en caída libre, adicto a la cocaína y al alcohol", comienza el artista de Rock DJ. Él no tardó mucho en consumir todo tipo de estupefacientes para evadirse del shock que significó para él que le llegara la fama siendo tan joven. "Todas las noches me bebía una botella de vodka, siempre antes de los ensayos", continúa Williams, desde su cama, observando a través de la pantalla de su ordenador su pasado que tanto ha estado evitando rememorar.
"Estaba ingiriendo todo lo que podía conseguir: éxtasis, cocaína, bebidas, de todo, y no creo que hubiera ninguna posibilidad de sentir otra cosa que no fuera resaca y luego, para dejar de tenerla, volvía al proceso de crear una futura resaca", explica.
Él era consciente de que "todo el mundo sabía que estaba en problemas", pero no le importaba, "porque había pasado el punto de no retorno. El problema era abarcar tanto siendo tan joven". Mientras ve a su yo de hace más de veinte años, llega el momento en el que se da cuenta de que su vida había "salido tanto de control que mi manager entendió lo que tenía que pasar, que necesitaba que me llevaran a desintoxicación".
Después de 60 días en rehabilitación y justo cuando creía que su éxito estaba al borde del colapso, y de que "nadie se percatara" de que todo ello le llevó a "comer únicamente un plátano al día", a mediados de 1996 lanza su primer sencillo, Freedom '96. Llegó a alcanzar el puesto número dos en Reino Unido. Un año después publicó su primer disco en solitario, Life Thru a Lens, pero fue el sencillo Angels el que catapultó a Williams al estrellato.
"Mi carrera despegó, y fue cuando empecé a poner en duda todas las intenciones de los que me rodeaban. Si es que se acercaban a mí por ser famoso, algo que me resultó agotador y que me bloqueó. Es normal con tanta locura", admite. Y ahí comenzó la depresión.
"Antes bebía y consumía para no sentirme así, pero cuando lo dejas, todo lo que reprimías durante años sale, y acabé con un diagnóstico de depresión, con una enfermedad mental, con sólo 22 años", confiesa. "Había gente que todavía creía que si te pasaban cosas buenas y tenías éxito no tenías motivos para estar triste, y yo debía elegir entre seguir con la música, quedarme y arder, o saltar por una ventana que me llevaría a una muerte segura. Me enfrentaba a qué y quién debía ser Robbie Williams", apunta.
Ya en el año 2000, llegó su otro triunfo, Rock DJ, y con el single, mayor popularidad, más exigencias, más miedos, más exposición. "Sentía que me exponía cada vez más. Necesitaba un alto el fuego en el campo de batalla que había en mi cerebro. Quería ser un don nadie pero no podía, porque ya era alguien", revela.
En ese momento, Williams sentía que eran mayores los problemas que las felicidades que le traía su profesión, que no tenía "dónde esconderme" porque "me despertaba con los flash en la puerta de mi casa en una industria en la que pinchaban los teléfonos y la gente se escondía en arbustos para sacarte fotos". Por ello, en 2002, dejó atrás su vida en Reino Unido y se fue a Los Ángeles, Estados Unidos.
"Me di cuenta de que necesitaba curarme, que necesitaba huir de la prensa británica, y fue un placer. Allí nadie me conocía. Ponía la televisión y no hablaban de mí. Me dijeron que irme a Los Ángeles quizá me salvaba la vida, y me fui", narra. Eso sí, su nombre seguía estando en el foco de atención.
En 2003, Robbie hace un concierto en Knebworth, Reino Unido. Logró entrar a los récord Guinness dos veces: una por lograr llenar por tres días consecutivos el lugar y otra por desarrollar el karaoke más grande del mundo al cantar Strong. Lo que pasó durante esos días en el concierto se recopiló en un disco.
En 2005 llega la gira con su disco Intensive Care, la más grande que haría hasta la fecha. "Fue inmensa a más no poder. Llegué a la cúspide de mi carrera y se me permitía hacer lo que yo consideraba interesante". En medio de ella, lanzó su nuevo disco, Rudebox. "Estaba convencido de que al público le iba a encantar tanto como a mí". Sin embargo, la prensa británica volvió al ataque, y consiguió hundirle todavía más.
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"Todos los días me levantaba leyendo en la prensa que era una persona horrible, e iba a aprovechar cualquier movimiento en falso para atacarte, y Rudebox fue su oportunidad. Todo se fue a la mierda. Comencé a pincharme esteroides". Él estuvo a punto de morir por su adicción y, cuando tuvo que volver a Reino Unido por su gira, "sentí odio y una gran falta de seguridad. Todo se fue a la mierda", desarrolla.
En 2007, con 33 años, ingresó en una clínica de desintoxicación. Estuvo dos años alejado de los escenarios, y en 2009 publicó Bodies, anunciando así su regreso. En 2010 se hizo oficial su regreso a Take That 15 años después de su salida, pero no tardó en centrarse en su carrera en solitario. Su figura en la industria musical siguió hasta la actualidad, y la depresión también. "Es asombroso lo que ha pasado en mi vida, pero el pasado me tiene atrapado. Sentí que estaba entregando más de mí hasta que no pude reconocerme a mí mismo. Recibes todos los aplausos, el dinero y el éxito y todas esas cosas, pero al mismo tiempo te acosan, abusan de ti, eres propiedad de otro. Revivir esto ha sido como ver un traumático accidente de coche a cámara lenta", declara.