Roger Federer (41 años), con 310 semanas como número uno, veintitrés semifinales consecutivas de Grand Slam y veinte grandes, ha sido un gran ganador. También un gran perdedor, claro. De hecho, el tenista suizo jugó el último partido de su carrera profesional este viernes, 23 de septiembre de 2022, por la noche formando pareja con el español Rafa Nadal (36) en el dobles de la Laver Cup, y la pareja cayó ante los estadounidenses Sock y Tiafoe; pero a pesar de la derrota se mostró emocionado y recibió una gran y extensa ovación por parte de los aficionados allí presentes.
Clarey, el veterano corresponsal de The New York Times que el pasado año publicó una biografía sobre el deportista, comenta en su libro -titulado Master- que esta última circunstancia "ha contribuido a su encanto de hombre normal, ha ayudado a humanizarlo, y hay que decir a su favor que ha sabido encajar los golpes, tanto públicos como privados, y se ha recuperado de ellos poniendo siempre el acento en la energía positiva y el largo plazo".
La fortuna ha desempeñado su papel en el caso del suizo, que dejó los estudios a los 16 años y a los 19 levantó su primer trofeo ATP. Según Clarey, Roger quizá no hubiese adquirido su constancia si no se hubiera topado con un preparador físico como Pierre Paganini, con el que ha trabajado durante dos décadas, "o si su carrera no se hubiera cruzado con la de Mirka Vavrinec (44), una jugadora suiza mayor que él que terminó siendo su esposa, agente de prensa a tiempo parcial y organizadora en jefe. Federer nunca hubiese podido jugar durante tanto tiempo ni con tanta convicción sin el apoyo absoluto y la ambición personal de Mirka".
[Cuánto dinero ha ganado Roger Federer durante su carrera en el tenis]
Hija de un inmigrante joyero, Mirka llegó a ser una jugadora del Top 100, pero en el año 2002 se retiró del tenis por problemas crónicos en los pies. Por lo visto, Roger la besó por primera vez en el verano del año 2000, durante su última noche en Sídney, donde el suizo había alcanzado las semifinales en los que fueron sus primeros Juegos Olímpicos.
A partir de ahí, su relación amorosa continuaría viento en popa. "Mirka creía mucho en mí, en que no desperdiciase un talento así", confesó el propio tenista. "Porque ella misma era consciente de sus propias limitaciones. Trabajaba una barbaridad, pero sabía que con mi talento yo podía conseguir muchas cosas más, y esa convicción tuvo una influencia enorme".
Roger, que creció en un hogar de clase media en un tranquilo barrio de la ciudad de Basilea, fue un niño muy activo que siempre mostró más interés por el deporte que por los estudios. Su madre, Lynette, nació en Sudáfrica y conoció a su padre, un suizo llamado Robert, a los 18 años, cerca de Johannesburgo, cuando ambos trabajaban en una empresa farmacéutica.
"Roger comenzó a jugar a los 3 años y se pasaba el día peloteando contra muros, puertas de garaje, cómodas y armarios", cuenta su biógrafo. A los 12 años, el suizo escogió el tenis por delante del fútbol, después de empezar a trabajar con el jugador australiano Peter Carter. Dos años después, recogió los bártulos y se marchó a Ecublens (Suiza), para internarse en un centro de alto rendimiento de su federación.
Sus allegados recuerdan que, en aquella época, Roger era un adolescente con mal carácter que luchaba por dominar su vena perfeccionista y ponía de los nervios a sus entrenadores -y a sus progenitores- cada vez que sufría un ataque de furia porque los golpes no le salían como esperaba.
"Mis padres se sentían avergonzados y me decían que dejara de comportarme así o ya no vendrían más a los torneos conmigo", llegó a comentar el suizo, que con el tiempo aprendió a gestionar su frustración, hasta tal punto que llegó a convertirse en el deportista más elegante y con más capacidad de autocontrol del planeta.
En aquel radical cambio de actitud tuvieron bastante que ver las personas que durante años han compuesto su círculo íntimo: su equipo técnico, sus padres y su hermana Diana, que es dos años mayor que Roger y trabaja como enfermera en Suiza. Pero, sobre todo, ha sido determinante la influencia ejercida por Mirka, la madre de sus cuatro hijos, quien tiene fama de fría y poco simpática pero desde un principio desplegó una gran capacidad organizativa y abrazó con gusto la vida ambulante de su marido. Su boda se celebró en petit comité en abril de 2009 en Basilea.
Es obvio que, en el caso de los Federer, el dinero lo ha hecho todo mucho más llevadero. "Tenemos unas cuantas niñeras para asegurarnos de que ellas no se saturan y de que siempre hay buen ambiente", dijo Roger. Cuando llegó el momento de que sus hijas mellizas, Charlene y Myla, empezaran el colegio, su mujer y él contrataron a una maestra para que viajara con la familia, de modo que las niñas pudieran estudiar en habitaciones de hotel y otros espacios que se convertían en aulas.
"Es lo mejor, así podemos estar todos juntos", apuntó. "A las niñas les divierte y a mí me encanta estar con mi familia, como a Mirka. A ella le gusta mucho estar conmigo, así que nos vemos cada día, básicamente, y creo que por ahora eso es más importante que estar separados y que las niñas vayan a un colegio normal".
Salud y fortuna
Durante el último lustro, el veterano tenista pasó bastante tiempo alejado de la carretera por culpa de las operaciones de rodilla y de la pandemia de coronavirus. De hecho, Roger no había pasado nunca por el quirófano hasta 2016, pero los inoportunos problemas en las articulaciones de sus piernas han llevado a que, a sus 41 años recién cumplidos, se retire de las pistas.
"He trabajado duro para poder volver a mi mejor forma, pero también sé las limitaciones de mi cuerpo y los mensajes que me ha mandado han sido claros", señaló Roger, que ha disputado su último torneo en la Laver Cup de Londres, ideada y organizada desde 2013 por Team8, la empresa que él mismo cofundó en 2013 junto a su agente y socio, Tony Godsick.
Lo que nunca ha experimentado parálisis es su fortuna, amasada de forma progresiva desde que empezó a coleccionar trofeos en los primeros años del nuevo milenio. A los 21 años, deseoso de conocer a fondo la parte comercial de su profesión, el tenista decidió junto a Mirka y sus padres montar su propio equipo de representación.
"La llegada de su agente Tony Godsick a finales del 2005 supuso un gran cambio en el balance de Federer", explica Clarey en su libro. "A mediados del 2010, sus ganancias anuales se habían triplicado y más, hasta unos 43 millones de dólares, según Forbes. Eso incluía tratos con Mercedes-Benz, el fabricante de coches alemán, y con marcas suizas de corte internacional, como la relojera Rolex, la chocolatera Lindt y el banco Credit Suisse".
Roger, que durante 19 años consecutivos ha sido elegido como el tenista más querido por los aficionados, renovó en 2008 su contrato con Nike durante 10 años más por 10 millones al año; un récord para un patrocinio tenístico. En 2018, la famosa marca y el tenista no llegaron a ningún acuerdo de renovación, y el suizo firmó un contrato de ropa por diez años con Uniqlo (a razón de entre veinte y treinta millones de dólares anuales para el jugador).
Gracias a su idilio con los patrocinios, Forbes lo designó en 2020 el deportista mejor pagado del mundo y calculó sus ingresos anuales en más de cien millones de dólares (de los cuales solo seis eran de premios oficiales).
Hoy día, su fortuna está estimada en alrededor de 500 millones de euros. "Lo que ha diferenciado a Federer de tantos grandes deportistas no es su rendimiento solo en las pistas, sino también en las salas de juntas y las suites corporativas. Federer se enorgullece de ofrecer un servicio personalizado. Incluso en sus inicios visitaba las veintiuna suites de patrocinadores en el Swiss Indoors para conocer y saludar a la gente. Esa filosofía la ha conservado". Un as del deporte, y un genio de los negocios.