A principios de 2012, Whitney Houston intentaba reverdecer sus marchitos laureles. La actriz y cantante acababa de participar en un remake de la película Sparkle, y había recibido una oferta para ser juez en el programa de telerrealidad musical The X Factor. Por desgracia, el 12 de febrero fue hallada muerta en la bañera de su habitación en el hotel Beverly Hilton de Los Ángeles, donde se encontraba para hacer acto de presencia en una fiesta celebrada en la víspera de la ceremonia de entrega de los Premios Grammy.
Tan solo unas horas antes del hallazgo, la artista de 48 años sufrió un paro cardíaco. La autopsia practicada a su cuerpo revelaría que su muerte se produjo por un ahogamiento accidental, y que la cocaína que había estado consumiendo y el trastorno cardiovascular que sufría influyeron en el triste desenlace. Su guardaespaldas y agente, Ray Watson, fue la persona que la encontró sin vida sumergida en aquella bañera llena de agua caliente. "Vi a Whitney en la bañera y entré en pánico", confesó hace poco en una entrevista concedida a The Sun. "No podía decir si estaba viva o muerta. La saqué del agua y traté de revivirla. Entonces, todo fue una locura. Fue lo peor que me ha pasado en la vida. Nunca lo olvidaré".
En el cuerpo de Houston se encontraron restos de cocaína y marihuana, además de medicamentos como alprazolam (ansiolítico) y difenhidramina (antihistamínico). Nadie se sorprendió demasiado por ello. A fin de cuentas, los problemas con las drogas de la artista eran públicos y notorios. "A veces, cuando pensaba que estaba drogada, lo adivinaba por su apariencia. Solo la observaba para ver si estaba bien, la observaba más de cerca. Pero nunca la vi consumir drogas, nunca le hablé de drogas y nunca se drogó frente a mí, por respeto. Nunca hablamos de eso y yo lo dejé pasar", ha comentado el propio Watson.
La muerte de Whitney Houston fue el digno colofón de una trayectoria llena de altibajos. La artista nació en 1963 en el seno de una familia de músicos, empezó a cantar en el coro de su iglesia, e hizo sus pinitos como modelo siendo aún adolescente. En 1983, fue descubierta por un cazatalentos de Arista que la vio actuando con su madre (la cantante de soul y gospel Cissy Houston), y aquella discográfica, con la que un par de años después lanzó su primer disco, la ayudaría a erigirse como la gran diva del soul.
La estadounidense rompió más récords en la industria musical que ninguna otra cantante en la historia. Tenía un vozarrón y vendía discos como churros. No en vano, solo del primero que lanzó logró despachar trece millones de copias. Pero todo empezó a torcerse para ella después de que protagonizara El guardaespaldas (1992) —grabó para la banda sonora una versión de la canción I will always love you, escrita por Dolly Parton, que se convertiría en el sencillo más vendido en la historia por una cantante femenina—.
En julio de aquel mismo año, Houston se casó con Bobby Brown, un cantante superventas que respondía al estereotipo de chico malo y tenía fama de ligón (ya había tonteado con Janet Jackson y Madonna). Rodando El guardaespaldas, la artista (que ya en ese momento era aficionada a las drogas blandas) sufrió un aborto. "Fue muy doloroso en lo emocional y lo físico", confesó luego. "Es algo que me hubiera gustado sobrellevar por mí misma, pero no me dieron la oportunidad. Volví al set al día siguiente. Y se acabó. Pero tuve a Bobbi Kristina al año siguiente y me siento bendecida".
La fama mediática de Brown terminó decayendo (parece ser que fue incapaz de aceptar su nuevo estatus de 'marido de') y Houston, que se convirtió en una estrella global gracias a El guardaespaldas, comenzó a lidiar con la presión y las expectativas, y se adentró en una dañina espiral de drogas, violencia y comportamientos erráticos. En el año 2000, fue detenida por posesión de marihuana y en 2001, durante un concierto de homenaje a Michael Jackson, su aspecto esquelético se convirtió en la comidilla de la jornada. Durante una entrevista para promocionar su disco Just Whitney (2002), que resultó un fracaso comercial, Houston le comentó a una periodista que sí había consumido cocaína, heroína, pastillas y marihuana, pero nunca crack: "Gano demasiado dinero como para consumir crack. No consumimos eso. El crack es una mierda".
En 2003, después de negar en numerosas entrevistas que sufriera malos tratos de forma habitual por parte de su marido (al que de vez en cuando detenían por posesión de estupefacientes), la otro reina del rythm and blues llamó un día a la policía después de que Brown la golpeara en la cara tras una acalorada discusión. Aun así, ella se negó a presentar cargos y él no fue nunca condenado. Tanto las drogas como la tóxica relación que mantenía con Brown hicieron estragos en la vida de Houston, que en 2005 consintió al fin acudir a un centro de rehabilitación y, en 2007, se divorció de su marido.
La de Nueva Jersey anhelaba jubilarse pero, al mismo tiempo, necesitaba una fuente de ingresos, así que en 2009, tras siete años de ausencia, se vio obligada a publicar un disco y se embarcó en una gira mundial (que acabó resultando un desastre y recibió críticas despiadadas por el deterioro de su voz). Cuando Oprah Winfrey la entrevistó en esa época, Houston habló abiertamente del control que su ex había ejercido durante años sobre ella ("Él era mi droga, no hacía nada sin él") y de la etapa en la que las drogas dominaron la vida de ambos. En mayo de 2011, se sometió voluntariamente a otro periodo de rehabilitación, en un nuevo intento por recuperar el control de su vida y su carrera.
Como suele ocurrir en estos casos, el sensacionalismo mediático se impuso hasta el final, y pocos llegaron a molestarse en intentar comprender a la persona detrás del personaje ficticio creado por el show business. El documental Whitney reveló en 2018 que Houston mantuvo desde jovencita una complicada relación con sus padres, quienes siempre dependieron de ella financieramente y, por tanto, la animaron a currar sin parar (pese a que, en muchos momentos, lo que realmente necesitaba la pobre mujer era acudir a un centro de rehabilitación). También destapó que Houston fue víctima de abusos durante su infancia (tanto sus hermanos como ella fueron sometidos a abusos sexuales por parte de su tía Dee Dee Warwick), y que vivió una complicada relación con su hija Bobbi Kristina Brown, a la que amaba profundamente pero acabó arrastrando a una tormentosa relación con sus adicciones. De hecho, la única hija del matrimonio de Houston y Brown fue encontrada inconsciente en la bañera de su casa a principios de 2015 y, tras pasar seis meses hospitalizada y en coma, falleció con apenas 22 años.
En otro documental, estrenado en 2017 y titulado Whitney: Can I Be Me, se contó que Houston había mantenido una breve relación sentimental con su manager y mejor amiga, Robyn Crawford (a la que conoció en un centro comunitario de East Orange, Nueva Jersey, cuando ambas eran adolescentes), y que reprimir su deseo sexual por otras mujeres (debido a la homofobia imperante en la sociedad) había sido una de las razones que la empujaron a consumir drogas. "Nuestra amistad fue íntima a todos los niveles", escribió luego Robyn en sus memorias. "Nunca hablamos de etiquetas como lesbiana o gay. Simplemente vivíamos nuestras vidas, y esperaba que pudiese seguir así para siempre".
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