Retar a las normas y estereotipos de las monarquías se ha convertido en una misión para la princesa Kalina de Bulgaria (52 años) quien, desde que tiene uso de razón, ha tenido un ojo clínico para hacer de la diferencia su propio estilo. En los 80 la princesa Gloria von Thurn und Taxis (64) -viuda del príncipe Johannes von Thurn und Taxis, cuya familia tuvo el monopolio del correo en Europa desde el siglo XV al XIX- llamaba la atención por sus crestas punk en las fiestas más disparatadas.
Kalina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Gómez-Acebo es la benjamina y la única mujer de los cinco hijos del rey Simeón II de Bulgaria (86) y Margarita Gómez-Acebo (89). Sus hermanos Kardam (1962-2015), Kyril (59), Kubrat (58) y Konstantin (56) protagonizaron durante los 90 las páginas más glamorosas de las revistas del corazón. Sin embargo, Kalina casi siempre se mantuvo en un discretísimo segundo plano, pero cuando aparecía en algún acontecimiento social todos los focos se posaban sobre ella. Si hubiera que describir en una sola palabra su estilo esta sería rupturista.
Desde que apareciera en público durante la repatriación del cuerpo de Fernando I de Bulgaria -primer zar de la dinastía tras la independencia del país del Imperio otomano-, los últimos días las críticas a su aspecto físico han estado en boca de todos los estratos sociales. ¿Qué le ha ocurrido a la princesa? A juzgar por su tono hipermusculado parecía recién salida del universo Marvel.
[La impactante transformación de la princesa Kalina de Bulgaria]
Pero nada más lejos de la realidad. Acostumbrada a los rumores, leyendas urbanas y teorías conspirativas no hay cosa más fácil que aplicar la navaja de Ockham que asegura que la explicación más sencilla es la correcta. En una entrevista con LOC ha desvelado que se dedica al entrenamiento con cargas de pesas y a la salud del cuerpo y que ha competido "durante 15 años en Marruecos en campeonatos nacionales e internacionales, representando a Bulgaria".
Otro tema es su "no-nariz residuo de una fase anterior", como bien ha descrito Alberto Rey en El Mundo. Ese órgano del rostro ha sido la diana de infinidad de palabras reconvertidas en dardos. Su esposo, el explorador Kitín Muñoz (65), con quien se casó en 2002 por el rito católico considerándola la primera boda real celebrada en Bulgaria, quiso zanjar de una vez por todas las especulaciones en una entrevista con ¡Hola! en 2018.
[Kitín Muñoz desvela la verdad sobre la nariz de Kalina de Bulgaria]
"Cuando tenía ocho años, en el colegio se partió las dos paletas de los dientes. En 1999, estudiando arte en Londres, fue a un dentista para ponerse fundas con la mala suerte de que el dentista perforó demasiado la base del hueso. Esto le causó serios problemas, una infección y una nueva intervención (…)", confesaba. Tiempo después, durante una expedición se reprodujo la infección hasta tal extremo que la tuvieron que evacuar de urgencia para que no perdiera el ojo "dando prioridad a limpiar la infección y causando daños de tipo estético, que no tenían importancia en ese momento", matizaba.
Sin duda, la princesa siempre se ha caracterizado por expresar su personalidad a través del cabello, el maquillaje y la ropa. Todo depende de su estado anímico. Lo mismo aparece un día con el pelo trenzado en un moño o coloreado de naranja, las pestañas amarillas, los labios rojo chillón o con el maquillaje del rostro tan blanco que parece casi un cadáver. Da lo mismo. Es ella misma y sus circunstancias. Nunca se ha traicionado a sí misma.
La exhibición no le duele. En cierta ocasión perdió una apuesta con amigos y se vio obligada a afeitarse la cabeza. Juega con lo que procrea su imaginación que normalmente se mimetiza con el entorno en el que vive. Por ello, en muchas ocasiones su look le hace parecer miembro de una tribu bereber.
Si en su boda lució un vestido de novia con bordados típicos de todas las regiones folclóricas búlgaras, el cabello con tonalidades rubias y la cara lavada, a partir del 2006 su estilo cambió bastante. Cada vez más se la empezó a ver con turbantes y coloridos pañuelos en la cabeza, llevaba maxi caftanes de diferentes texturas, colores flúor en sus párpados y labios, dorados por todo el rostro e incluso sometió a ciertos retoques estéticos que conllevaron, por ejemplo, la desaparición completa de sus cejas.
Quizás el atrevimiento a la hora de ser y parecer lo haya heredado de su bisabuelo el zar Fernando I quien cada vez que se quitaba los guantes de gamuza fina hechos a medida todos podían ver a la perfección la manicura de colores. Su matrimonio arreglado con la aristócrata María Luisa de Borbón-Parma procreó cuatro hijos, siendo el primogénito Boris III, padre de Simeón. Mientras cumpliera, al rey Fernando se le permitía ir a la exclusiva isla de Capri que a finales del siglo XIX era un lugar muy concurrido por aristócratas con la moral distraída.
Ya nada sorprende en la familia. Tras pasar 15 años viviendo en Marruecos, los Muñoz-Coburgo-Sajonia-Gotha se mudaron a Bulgaria. Su único hijo, el príncipe Simeón Hassan (17) -nombre compuesto en honor de su abuelo materno y al difunto monarca alauita Hassan II- ya está acostumbrado a los gustos de su madre.
El joven, bautizado por el rito católico-ortodoxo en Bulgaria donde tuvo como padrinos a la princesa Irene de Grecia y Dinamarca y el rey Mohamed VI de Marruecos, es tanto o más aventurero que sus progenitores. Simeón Hassan es el undécimo nieto del zar Simeón y Margarita. Educado exquisitamente, el príncipe habla español, búlgaro, árabe, inglés y francés.
Uno de los momentos que más alegría le produjo a Kalina fue cuando su padre fue elegido democráticamente primer ministro de Bulgaria en 2001, lo que le convirtió en el único monarca en serlo y, posteriormente, la devolución del palacio real de Vrana a finales del 2022 después de que se exiliara siendo un crío.
Es en esta residencia donde el matrimonio real reside cada vez que están en Sofía. Desde que los comunistas confiscaran todos los bienes de la dinastía, el rey Simeón ha luchado sin tregua para recuperar sus propiedades. Con Vrana la justicia le dio la razón y ya es de su propiedad personal, mientras que las otras cuatro residencias -Saragyol, Tsarska Bisritsa, Sintyakoyo y Krichim- son propiedad del Estado.
Otra válvula de escape de Kalina, la princesa de los brazos fuertes y las mil caras con las que no se olvida a su extinta Casa Real, para mostrar su riqueza interior, reside en la restauración de muebles antiguos, el diseño histórico, las artes aplicadas y la preservación del patrimonio cultural e histórico. En su tiempo libre su figura es primordial para la defensa de los derechos de los animales, la lucha contra el cambio climático y la protección del medioambiente.