Eduardo VIII y Wallis Simpson fueron los Meghan (41 años) y Harry (38) de su época. Ella, una socialité estadounidense convertida en duquesa de Windsor, fue la causante de que el entonces monarca renunciara al trono por amor. Después de aquello, que significó una verdadera revolución en la Casa Real y cambió por completo el curso de la Corona, el entonces Rey y la norteamericana se instalaron en Francia.
Hasta el fin de sus días, Eduardo VIII y Wallis Simpson hicieron su vida idílica, apartada de la monarquía, en una mansión del Bois de Boulogne que ahora vuelve a ser noticia por un nuevo proyecto. Tras ser uno de los escenarios de la tercera temporada de The Crown, la majestuosa villa regresa a la actualidad después de que el Ayuntamiento de París se la entregara a la Fundación Mansart, encargada de su restauración.
El pasado 16 de marzo, durante un consejo celebrado en la capital francesa, se decidió que la mansión, conocida como villa Windsor, se convertirá en una especie de museo tras ser renovada.
La villa es una joya arquitectónica construida en el siglo XIX, que se sitúa sobre un terreno de más de 10.000 metros cuadrados. De estilo georgiano, todavía mantiene las icónicas características de una mansión decorada al más puro rococó. En su interior llaman la atención sus techos pintados con frescos, el mármol en los baños, las escaleras y balcones de hierro forjado, así como los curiosos elementos de sus 14 habitaciones.
Pero Villa Windsor no sólo resulta atractiva por su opulencia. También son curiosas las historias royal que esconden sus rincones. Además de ser la vivienda de Eduardo VIII y Wallis Simpson hasta el fin sus vidas, esta casa es recordada por ser uno de los últimos lugares que visitó Diana de Gales antes de que ella y su pareja, Dodi Al Fayed, perdieran la vida en un fatídico accidente de tráfico en 1997.
Y es que, tras la muerte de Wallis Simpson en 1986, Villa Windsor fue propiedad del empresario egipcio Mohamed Al-Fayed, padre del fuera pareja de Lady Di. El magnate firmó un contrato de arrendamiento de 50 años, en los que aprovechó para reformar la casa y cambiar algunos muebles. A raíz de ello, varias de las pertenencias de los duques de Windsor fueron subastados en 1998. Desde 2018, cuando el magnate inmobiliario abandonó su gestión, la casa ha permanecido vacía.
Ahora, el Ayuntamiento de París se la ha vendido a la Fundación Mansart, que planea transformarla en espacio cultural. La organización tiene previsto restaurarla para que los franceses y turistas conozcan sus míticos rincones a través de rutas permanentes. El Gobierno de la capital francesa también pretende sacar rentabilidad con la apertura de un café-restaurante, un parque y exposiciones temporales sobre temas relacionados con la historia de esta villa que en alguna ocasión también acogió al rey Carlos III (74) y sus padres, la reina Isabel II y Felipe de Edimburgo.
Con este proyecto, previsto para 2024, la Fundación Mansart pretende "preservar y valorizar el patrimonio francés". Ya tienen experiencia en ello, con la gestión del Château de Maintenon o el Château de Bagatelle de París.