Este sábado, día 14 de mayo, los reyes eméritos Juan Carlos (84 años) y Sofía (83) celebran sus bodas de diamante. Se cumplen 60 años desde aquel enlace entre un príncipe español y una princesa griega, la hija mayor de los reyes Pablo y Federica, que cambiaría para siempre el rumbo y la historia de nuestro país.
Seis décadas han pasado desde que Atenas se engalanara para acoger tan magno acontecimiento: una boda que reunió a 143 invitados de 27 monarquías en todo el mundo, incluyendo a Rainiero III de Mónaco y su esposa, la actriz reconvertida en royal, Grace Kelly.
Pero más allá de la boda, los jóvenes príncipes -ignorantes por completo de que algún día serían reyes de España durante 39 años- gozaron de una impresionante luna de miel que los llevó por todos los confines del mundo. Así lo recordaba la propia reina Sofía en el libro La Reina (1996, Planeta), de Pilar Urbano, en la que fue su biografía con conversación de la consorte incluida.
La royal honeymoon -donde compraron perlas, jerséis con pedrería y hasta un chubasquero en Hawái con etiqueta de made in Spain- que empezó en Spetsopula, la isla privada del armador Stravos Niarchos, quien también brindó a los recién casados su yate para surcar las aguas del mundo.
"De vuelta a Italia, en Portofino, dejan el yate de Niarchos, para empezar lo que habían imaginado como una luna de miel «sin escoltas, sin secretarios, sin embajadores… sin ayuda de cámara él, y, sin doncella, yo: poniéndome los rulos un rato cada día, para estar presentable; yendo a bailar, o a un cine, o a cenar donde nos diera la gana; arreglándonos la vida solos, a nuestro aire, como cualquier pareja de recién casados». Y que, sin embargo, poco a poco se fue llenando de actividades oficiales, y adquiriendo un claro significado político", se recoge en el libro.
"En algún momento, durante la fase cumbre de Estados Unidos, ante la intensidad de la agenda de visitas y actos públicos, don Juan Carlos le dirá al eficiente Rafael Calvo Serer: «Rafael, tú organiza lo que creas de interés. Pero, hombre, ¡avísanos un poco antes!» Estuvieron en la India, con el pandit Nehru. «Él me había regalado un sari muy bonito. Fuimos a su residencia. Allí conocimos a su hija Indira Gandhi, que entonces no ejercía la política: era una hija de familia, que estaba en las cosas de la casa. Ah, los portugueses acababan de perder Goa. Muchos amigos no nos quisieron hablar a la vuelta»", recuerda Sofía.
En su gira por Asia, Juan Carlos y Sofía visitaron China, Japón, Tailandia y Nepal: "En Nepal, visitaron al rey Birhandra. En Tailandia se iniciaría una amistad no interrumpida con los reyes Bhumibol y Sirikit. En Filipinas les recibió y agasajó mucho el presidente Diosdado Macapagal. En Hong Kong, el gobernador de la colonia. «Fuimos también a Japón, y estuvimos con el príncipe Aki Hito, porque estaba ausente Hiro Hito, el emperador. Y, por nuestra cuenta, fuimos a ver a los buceadores de perlas. Compramos perlas, muy baratas. Y ostras en conserva, con las que regalaban una perla. En cada sitio comprábamos algo»".
"«En Hawái, un chubasquero precioso. Estaba yo feliz con mi chubasquero hawaiano cuando, al llegar al hotel, vi que en la etiqueta ponía made in Spain. Compramos en Macao un biombo con incrustaciones de marfil y de nácar, muy bonito. Para animarnos, al cargar con él a cuestas, decíamos "¡es para nuestra casa!" y nos mirábamos con sorna, porque aún no sabíamos dónde estaría esa casa. En Bangkok me forré de jerséis con pedrerías, telas de fantasía, foulards de seda… Yo disfrutaba como una loca, comprando. Y él no protestaba En los distintos puntos del viaje, los embajadores de España no acudían a los aeropuertos a recibirnos. Y no porque Franco les hubiese dado ninguna orden, sino porque nuestro viaje (excepto Roma y Madrid) era privado: de dos particulares. Luego se complicó, se oficializó, en San Francisco, Los Ángeles, Nueva York y Washington»", refleja Urbano en su libro con palabras de Sofía.
"«Pero, para que se entienda cuál era el plan: cuando llegamos a la India, tuvimos que pasar casi una noche entera en el aeropuerto de Bombay, sentados los dos sobre una montaña de maletas. Porque la policía estaba extrañadísima. No entendían nada. Dos jóvenes extranjeros, que decían ser casados en luna de miel, y que mostraban un pasaporte español y otro griego, llenos de nombres y de títulos: Su Alteza Real Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, duque de Gerona. Y el mío: Su Alteza Real Doña Sofía, princesa de Grecia, princesa de Asturias. Seguro que creían que éramos dos estafadores. Además, entonces se viajaba con muchas maletas: iban a ser tres meses, y por países de climas muy diferentes»".
"«Necesitábamos llevar trajes largos, de vestir, trajes de calle, de tarde, de noche, de deporte; él, lo mismo: ropa informal, y frac y esmoquin y chaqué… Más calzados, abrigos, complementos… Ahora con unos blue-jeans y una camiseta lo arreglan enseguida. Me parecía un tormento tener que andar haciendo maletas en cada nuevo lugar. Pero Juanito era muy bueno, y me las hacía él. Sí, ¡era, y es, un manitas haciendo maletas! Durante el viaje de novios él se encargó también de mi equipaje. Pero después… ¡ya nunca más! ¡¡Lógico!!»", rememora la emérita con cierta nostalgia.
En América del Norte estuvieron un mes, tal y como escribió Urbano en su obra: "En Estados Unidos permanecieron un mes. Visitaron la fábrica de aviones MacDonald Douglas, uno de cuyos clientes era Iberia. En Hollywood, estuvieron en los estudios de la Metro mientras John Wayne rodaba un wéstern, y Anthony Quinn, otro. «Me hizo ilusión —recuerda la reina—conocer a María, la hija de Gary Cooper, y a Anthony Quinn, o bailar con un Henry Fonda de verdad, y no de película, que me tuteaba y me llamaba por mi nombre. ¡Ah, yo encantada!» Al llegar a Nueva York se alojaron en un apartamento de la Quinta Avenida, que les cedió la señora Goulandris, una compatriota griega. «El padre de esa señora —me explica la reina— se llamaba Evangelos Nómikos, era un naviero muy amigo del rey Pablo»".
"En Newport, los príncipes asistieron a las regatas de la American Cup: lo más que se da, para los entendidos, en regatas de balandros. Hubo tiempo para todo: la Academia Militar de West Point, Cabo Cañaveral, el Metropolitan Museum, la National Gallery… Les organizaron algún que otro party interesante, al modo neoyorquino, con la crema de la vida pública de Manhattan, incluyendo senadores, banqueros, damas jet con apellidos sajones, algún jefe del Pentágono, y un par de parientes del clan Kennedy para dar el toque de caché", se concluye en relación a la inolvidable luna de miel de Juan Carlos I y Sofía de Grecia.
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