Gran parte de la realeza europea se ha desplazado este fin de semana a Italia para celebrar la unión entre Astrid de Liechtenstein y el empresario Ralph Worthington. La Catedral de Ortebello, una de las bellas localidades de la Toscana, ha acogido la solemne ceremonia en la que la hija menor de Nicolás de Liechtenstein y Margarita de Luxemburgo se ha unido en matrimonio con su pareja ante cientos de familiares e ilustres amigos del mundo de los negocios y las casas reales.
La llegada de la novia ha sido el momento más esperado de la cita por los curiosos que se agolpaban a la entrada del templo. Cuando Astrid apareció en su gran coche negro y descendió del vehículo se pudo comprobar su impresionante vestido de novia. El traje nupcial destacaba por su original diseño. La princesa quiso lucir sus hombros con un escote en uve tanto por delante como por detrás, eligió manga francesa y marcó cintura pero la falda era más abierta y con movimiento. El toque más diferente del vestido eran los bordados que lucía por todo él, líneas dobles que parecían formar una especie de olas o cruces que la envolvían por todo el cuerpo.
Una anécdota curiosa es que nada más bajarse del coche, enseguida quiso retocar su maquillaje y sobre todo sus labios para entrar en la catedral lo más perfecta posible. Al avanzar hacia las escaleras del templo se pudo comprobar otro de los puntos especiales de su vestido de novia: su larga cola. Astrid requirió de la ayuda de sus damas de honor para subir los peldaños y caminar con mayor facilidad debido al peso del traje.
Además, bajo el sol de la Toscana, su tiara brilló de forma excepcional. De hecho, Astrid ha querido homenajear a su tía abuela Marie de Liechtenstein, fallecida hace poco más de un mes, con la elección de su complemento royal. Ha escogido la Tiara Madreselva de Kinsky, una pieza muy relevante en el joyero de la Familia Real de Liechtenstein. Está creada con diamantes engastados en oro y plata y pertenecía a la desaparecida princesa Marie. Un bello gesto para tenerla presente en una cita tan especial y emotiva. Desde la tiara sobresalía su largo velo, casi tan extenso como su infinita cola del traje.
Dentro de la catedral, la ceremonia fue tradicional y se siguió el estándar clásico de las bodas reales. Tras la misa, los contrayentes se mostraron felices y enamorados a la salida del templo y agradecieron a los asistentes su presencia con grandes sonrisas y miradas cómplices. Pese a que en un principio Astrid estuvo tímida ante tantas personalidades, finalmente, el empresario dio el paso y besó a su ya esposa, aunque en una mejilla, de forma cariñosa.
Minutos después, los ya recién casados quisieron aportar un toque de modernidad y vanguardia a su enlace. Envueltos en una nube de aplausos de sus invitados y curiosos de la zona, los ya marido y mujer se subieron a un descapotable rojo. Sentados en su espectacular vehículo siguieron saludando a los presentes y pusieron rumbo a su próximo destino para celebrar la fiesta con todos sus invitados.
El gran enlace ha tenido lugar después de una glamurosa preboda que se celebró un día antes y en la que gran parte de los asistentes disfrutaron de la simpatía y cercanía de los novios. Para esa ocasión la princesa Astrid escogió también un vestido muy llamativo de palabra de honor y pequeños volantes en el escote.
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