"La sonrisa de Menchu (Álvarez del Valle) era muy especial, se le iluminaba la cara. Era toda vitalidad y acogedora a más no dar", opina en conversación con JALEOS una vecina y, más tarde, amiga que la conoció. En Sardéu, una aldea de la localidad asturiana de Ribadesella, se conocen todos -el último censo registraba a 45 habitantes- y, aunque no se vean con frecuencia, y menos con el confinamiento, "las relaciones aquí son especiales, de otra manera".
Y Menchu, la abuela de la reina Letizia (48 años), era una mujer muy hospitalaria, que abría las puertas de su casa de par en par y allí se olía a calidez. La persona con la que se contacta destaca de Álvarez del Valle, sobre todo, su espíritu inquieto. Sus ganas de saber más, de aprender un poco más. Una lectora empedernida que hasta el final no se despegó de su iPad. No estudió la carrera, pero tampoco le hizo falta de tanto como se formó. "Fue un ejemplo de superación, a todos los niveles, como profesional y también como madre. Se habla mucho de su papel de abuela, pero creo que el más importante fue el de madre", opina esta persona consultada.
También el más doloroso tras el fallecimiento en 2001 de su hija Cristina, víctima de un cáncer. Ese mazazo siempre se quedó en la intimidad familiar, y en el corazón y el recuerdo de Menchu. "Estaba muy unida a sus hijos, Jesús y Henar. En los últimos años la mayor ilusión era cuando Letizia o Telma le llevaban a sus nietas. La palabra orgullo se queda corta". Esta fuente la define como una mujer coraje, con garra. Recuerda cómo le gustaba coger su coche entre esos páramos verdes de vegetación, un Renault Clio: "Era una de sus grandes aficiones, siempre le gustaba conducir. Últimamente ya cogía taxis". A esa afición sí tuvo que renunciar, pero se desliza que el resto las llevó a término hasta el final. También era una gran fumadora. Cuánto le habrá reñido Letizia por fumar solo lo saben ambas. Cuando su salud comenzó a renquear, sus salidas de casa se redujeron al mínimo. La relación con su hermana Marisol (86) era extraordinaria y ambas podían estar horas de charla y confidencias. Ambas cuentan con una tercera hermana, Flora, que "debe rondar los 100 años". Muy importante también, "y digno de destacar porque es de justicia", fue el papel de Claudia González, la nieta de Menchu. Ella la visitaba con mucha frecuencia.
La persona con la que se contacta hace especial hincapié en la relación entre Menchu y su hija Henar. "Aunque Menchu era independiente, la llegada de su hija le hizo bien y le dio seguridad", se informa. Henar cuidó de su madre hasta el final desde que decidió trasladarse a vivir con ella. La relación maternofilial, si bien siempre fue buena, en el tramo final fue de una gran complicidad. Hubo un tiempo en que Henar vertió unas declaraciones contra la monarquía -ella es republicana confesa- que "no gustaron mucho" en el seno familiar. Fueron tiempos que, afortunadamente, se superaron. Tanto, que hasta Letizia recuperó el contacto con Henar, siempre con el pretexto de conocer cómo estaba la abuela de salud, como informó este periódico hace unos días.
Menchu siempre preservó por encima de todo la imagen de su nieta Letizia. Supo cómo iba a cambiar su vida y le dio "consejos" antes, durante y después. En otro orden de cosas, Menchu era una mujer muy solidaria y, siempre que podía, acudía a cualquier acto que fuera necesario. En su Sardéu, acudía a las tertulias de El Garabato, donde mujeres de distintas edades entrevistan a personajes de peso para debatir temas de todo tipo. Se asegura que la poca vida que había en la aldea a nivel cultural la promovía Menchu Álvarez del Valle, pero luego vino la pandemia, el confinamiento y el miedo. "Ahora vas por la calle y es hasta extraño encontrarte a alguien".
Se ha "perdido vida con el virus, de esta aldea ya no se acuerda nadie". No lo reconoce, pero seguro que lo piensa: el hecho de que Menchu viviera allí puso al pueblo a punto. Acerca de las visitas 'secretas' que Letizia y sus hijas le hacían a la abuela Menchu, esta fuente solo tiene constancia de la más reciente. "Fue después del confinamiento. A mí me lo han contado, yo no lo vi, pero estuvieron la Reina y las hijas viendo a Menchu". Habrán existido otras visitas, pero en el pueblo no hay mucha conciencia de ello.
Lo que no se puede negar es que la casa de Menchu tuvo mucha historia. Allí se fraguaron las primeras citas secretas, 'ocultas' bajo el amparo, la protección y la connivencia de la abuela Menchu. Nunca olvidará Letizia, ni tampoco Felipe, lo que le dijo su abuela cuando ella quiso invitar al hijo de Juan Carlos unos días a Sardéu. "La primera vez que vino le pregunté a mi nieta que cómo iba a traerle aquí, 'esta casa no está para recibir a un príncipe'. A lo que mi nieta contestó que Felipe había hecho muchas milis y era un hombre encantador, de una naturalidad y una humildad que no te imaginas", llegó a aseverar Álvarez del Valle. Menchu Álvarez del Valle murió el pasado martes a los 93 años de edad. Pidió un funeral de carácter privado y se cumplieron sus deseos.
[Más información: La tranquila vida de Menchu Álvarez del Valle en Asturias: así es la casa que le dio 'apuro' enseñarle a Felipe]
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