A finales del siglo XIX, la Gilded Age (Edad Dorada) potenció los matrimonios de conveniencia entre las grandes fortunas americanas con la aristocracia europea casi arruinada. Consuelo Vanderbilt se casó con Charles Spencer-Churchill, IX duque de Marlborough y Frances Ellen Work lo hizo con el barón Fermoy (bisuabuelo de Diana de Gales).
Esta tradición aún sigue vigente –Marie Chantal Miller (51 años) con Pablo de Grecia (52)- con sus consiguientes problemas. Las protagonistas de esta noticia son las Crociani. La mamma Edoarda (80) y sus dos hijas, Camilla (48) y Cristiana (46). Cuando en 1980 falleció el padre de las criaturas, Camillo, un multimillonario empresario presidente y CEO de Finmare (servicios marítimos) y Finmeccanica (defensa, seguridad, aeronáutica y ámbito espacial), la viuda heredó una fortuna prácticamente incalculable.
Al no triunfar como actriz bajo el nombre de Edy Vessel a pesar de haber actuado como secundaria bajo las órdenes de Fellini en la película 8½, los delirios de grandeza de esta mujer empezaron a crecer exponencialmente a medida que sus hijas fueron creciendo. Por tal motivo, empezó a urdir un astuto plan casar a sus hijas con algunos de los títulos nobiliarios más importantes (y disponibles) del momento.
En 1987, Edoarda reestructuró la fortuna familiar heredada del marido y lo hizo a través del banco BNP Paribas, creó un trust en las Bahamas con 100 millones de dólares (88 millones de euros) transferidos desde una sociedad que tenía domiciliada en las Antillas Holandesas para evitar la presión fiscal. Supuestamente tenían que ser repartidos a partes iguales para cada una de las hijas. Se da la circunstancia que en ese fideicomiso ya había un pagaré de casi 40 millones de euros más otros objetos de gran valor, como cuadros de Picasso, Van Gogh o Renoir.
La madre empezó a manejar a sus hijas en sociedad como si fueran títeres a la caza y captura de títulos. Edoarda quiere figurar entre la realeza y la aristocracia. Y lo logra parcialmente. En 1997, Cristiana se casó a regañadientes con el príncipe italiano Bante Boncompagni Ludovisi, pero a diferencia de los cuentos, el príncipe se quedó en rana porque a los cuatro meses la joven huyó despavorida. Y, por supuesto, no aprobó su matrimonio con el hombre de negocios Nicolás Delrieu.
Por ello, la mamma dejó de invitarle a las fiestas familiares y otros eventos de gran postín. Como a Edoarda le falló ese primer matrimonio, apostó por Camilla, que en 1998 logró emparentar con uno de los descendientes del rey Carlos III, Carlos de Borbón Dos Sicilias, enemigo de otro miembro de la rama de la familia, Pedro de Borbón Dos Sicilias (57) –su padre, don Carlos, era primo hermano de Juan Carlos I (82)- por ser Jefe de la Casa. La familia del joven no tenía prácticamente ni un euro en su cuenta corriente, por lo que la inyección de cash de los Crociani fue todo un maná procedente del olimpo. El matrimonio es conocido en la jet set internacional como los duques de Castro y son una de las grandes fortunas de este selecto club ya que poseen un avión privado, un yate, un chateâu en Saint Tropez, un enorme piso en primera línea de mar en Mónaco, un casoplón al lado del Sena en París, entre otras innumerables posesiones.
El matrimonio es el perejil de todas las salsas reales a las que siempre va adosada Edoarda, son padrinos de algunos de los nietos de la reina Margarita de Dinamarca y, además, Camilla es íntima de Donald Trump (73) y el príncipe Alberto de Mónaco (61). El matrimonio tiene dos hijas, María Carolina y María Clara, que asistieron al último Baile de Debutantes en París donde también asistieron las hijas de Julio Iglesias.
Ante esta puesta en escena tan al estilo de Barbie y Disney, Edoarda empezó a favorecer a Camilla. Al parecer, durante años le vendió por un 50 por ciento de su valor algunos de los cuadros a su primogénita que, en su defensa, Camilla ha dicho que las obras estaban dañadas. Pero el plan se empezó a torcer cuando en el 2011 Cristiana descubrió los tejemanejes porque la querían desheredar o quedarse casi sin nada, decidió poner cartas en el asunto.
Camilla y su madre alegaron que aquello no iba con ellas, sino que fue una acción perpetrada por el BNP Paribas que quiso realizar una reestructuración del trust. Además, Camilla apostilló que también se sintió perjudicada. En resumen, Cristiana demandó a la banca en 2017 y ganó el juicio, por lo que la entidad tuvo que devolver el dinero al trust. Posteriormente, el banco se querelló contra Edoarda y Camilla y, tras varios años de un proceso judicial tan caro como tedioso, el juez ha fallado en contra de las multimillonarias que han tenido que devolver todos los millones a esta sociedad francesa. Se esperan nuevas sorpresas en este cuento de hadas con bruja incluida.
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