Aiko (17 años), princesa Toshi, es la única hija del flamante Emperador de Japón Naruhito (59) y de su esposa, la emperatriz Masako (55). En una línea sucesoria lógica, Aiko debería convertirse en la futura Emperatriz del país del Sol Naciente, algo que por la Ley Sálica no sucederá. La pequeña Aiko nació el 1 de diciembre del año 2001, momento en que el entonces primer ministro Junichiro Koizumi (77) barajó la posibilidad de reformar la Ley de Sucesión al trono de Japón.
Una legislación que terminó congelada por el nacimiento en 2006 de Hisahito (13), hijo varón de Akishino (53), hermano del actual emperador Naruhito. Sobre los hombros de Hisahito pesa el futuro de la Corona nipona, con los riesgos que ello entraña para su continuidad si finalmente no se cambia y abre la ley para aceptar que el trono puede ser también regentado por mujeres.
Japón es un país tremendamente marcado por el respeto a la tradición, de ahí que no haya sido nada fácil el hecho de que el exemperador Akihito (86) haya abdicado el trono en favor de su primogénito, Naruhito. Aún así, y pese a los diez meses que tardó en promulgarse la propuesta legislativa, finalmente pudo tener lugar la abdicación, la primera de un Emperador japonés en más de 200 años. La última vez que Japón fue testigo de una abdicación de un Emperador fue en 1817, cuando el emperador Kokaku cedió el trono a su hijo Ninko.
Sin embargo, Aiko no correrá la misma suerte. Sobre la única hija del actual emperador del país del Sol Naciente pesa el vestigio de una tradición milenaria prácticamente imposible de modificar. Las mujeres tienen vetado el acceso al Trono del Crisantemo, al que únicamente pueden ascender los herederos varones en la línea de sucesión.
Resulta altamente difícil detectar de dónde proviene esta idiosincrasia atávica, arcaica y machista arraigada en el imaginario colectivo nipón. Especialmente cuando su principal deidad y 'matriarca' del linaje imperial -Amaterasu- es femenina. El látigo de la sociedad más tradicionalista ha atizado con fuerza al matrimonio compuesto por Naruhito y Masako por su presunta 'incapacidad' para engendrar a un varón que asegure la permanencia de la monarquía japonesa, la más antigua del mundo con 1.300 años de historia.
Una vez más, la presión cayó sobre la figura de la mujer, Masako: primero por ser plebeya, pese a su excelente currículo profesional como diplomática, y después, por su reprochada imposibilidad para traer al mundo a un hombre que dirija el Imperio. Como consecuencia de las coacciones de la Agencia de la Casa Imperial y de la propia sociedad, Masako terminó diagnosticada hace casi dos décadas de una profunda depresión que dura hasta estos días.
Con un árbol genealógico imaginario ante los ojos del mundo, solo caben dos posibilidades: el hecho de que herede Akishino, hermano del actual Emperador; o si éste muriese, la responsabilidad de la Corona recaería sobre Hisahito, nacido en el año 2006 y primer varón de la Familia Imperial japonesa en cuatro décadas.
Aiko, la emperatriz atizada por el machismo nipón
La princesa Aiko nació en una cuna de oro. Como marca la tradición, pasó siete días sin nombre, y desde su nacimiento fue educada para representar al Imperio del Sol Nacimiento. Pese a ello, no será Aiko la digna heredera al trono que sostiene los hombres de su padre, el emperador Naruhito.
A los 14 años, Aiko empezó a preocupar a sus súbditos. Estuvo más de un mes sin acudir clase, a la escuela femenina Gakushuin. Según informó la Agencia de la Casa Imperial japonesa Aiko sufría "problemas de salud" que la obligaron a permanecer recluida en su residencia, pues no podía ni mantenerse en pie de forma estable. Los ojos no solo estaban posados en su madre, quien padece una insuperable depresión, sino que en aquel momento las alarmas saltaron por el estado de la pequeña Aiko. Para tranquilidad del país nipón, Aiko fue mejorando poco a poco, aunque estuvo largos meses con falta de apetito y por recomendación médica debió estar en completo reposo, síntomas que intentó paliar recurriendo a la música, a la lectura y a los paseos por los jardines de la residencia.
A sus 17 años, Aiko tan solo recibe la formación para ser princesa, pues el futuro de la monarquía nipona corresponderá sí o sí sobre la figura de un varón de su familia. El pasado 1 de mayo, Aiko asistió, feliz, a la ceremonia de abdicación de su abuelo, el exemperador Akihito en su favor de su hijo Naruhito. Aunque sí estuvieron presentes después del nombramiento, las integrantes femeninas de la Familia Real japonesa no pudieron acceder al acto previo celebrado, pues así lo marca la tradición.
El próximo 22 de octubre tendrá lugar la ceremonia de proclamación como emperador de Japón del príncipe Naruhito. Exactamente seis meses después de la abdicación de su padre. Un total de 2.600 invitados asistirán al Palacio Imperial de Tokio, que acogerá a representantes y dignatarios del país y del resto del mundo en una serie de actos que, entre otros detalles, incluirán un desfile de los emperadores en un descapotable de fabricación japonesa. Otro momento al que asistirá la princesa Aiko, mujer despojada de sus derechos de sangre por el machismo atávico de la cultura japonesa.
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